jueves, 26 de enero de 2017

Novio Por Conveniencia: Capítulo 20

—Padre, te veo cansado. ¿Por qué no descansas un poco hasta las siete y media en que se sirve la cena?

—Sí, tienes razón, Pau. El señor Alfonso dormirá en el ala oeste. Le diré a Martín que lo disponga todo.

Su padre se levantó y Paula le dió un beso en la mejilla. Pedro y ella salieron de la habitación y, sin mediar palabra, se dirigieron al ala oeste. Al abrir la puerta del dormitorio de Pedro vieron que ya estaban allí las maletas. Entraron y ella no pudo más, se volvió como una fiera.

—¿Cómo te has atrevido a hacerme lo que me has hecho?

—¿Te refieres a lo de mi dinero?

 —Sí, a eso me refiero —respondió ella furiosa—. ¿Por qué no me dijiste que eras rico?

 —No me lo preguntaste.

—Exactamente, ¿A cuánto asciende tu fortuna?

—Unas cincuenta veces la fortuna de tu padre —dijo él.

Paula se desesperó y comenzó a andar de arriba abajo.

—¡Te has estado riendo de mí! ¡Y yo creyendo que te hacía un favor, que podrías comprarte otro pequeño Starspray y resulta que eres dueño de una flota de cargueros!

Pedro  sonrió.

 —Estás guapísima cuando te enfadas.

Paula se detuvo de golpe.

—Ten mucho cuidado, no te excedas. Estoy tan furiosa que podría....

—Empiezas a quedarte sin palabras. Debes de estar realmente enfadada.

—Te divierte todo esto, ¿Verdad?

—Sí, mucho —dijo él.

 —Vaya, me alegro por tí—dijo ella—. Lo que me extraña es que no hubiera en ese contrato una cláusula que me impidiera poner las manos en tu dinero.

—La habrá —dijo con una sonrisa cínica.

Paula lo miró pensativa, como si estuviera tratando de resolver una ecuación imposible.

—Lo que no entiendo es por qué estás haciendo todo esto, si no te interesa el dinero.

—¿No lo sabes?

Se acercó a ella y, sin darle tregua, la agarró entre sus brazos y la besó apasionadamente. Su tacto y sus besos encendían siempre en ella una pasión incontrolable, tal y como le sucedía a las protagonistas de las novelas que leía. No podía resistirse a él. Sentía su cuerpo y su erección, y sus manos que acariciaban sus senos turgentes. Lo deseaba como nunca antes había deseado a nadie.

—Lo siento —dijo una voz ajena—. Volveré más tarde.

Paula se apartó de Pedro y vió a Martín. Sin duda, se había escandalizado. La puerta se cerró de golpe.

—Había oído que alguien llamaba a la puerta, pero no le he prestado atención — dijo Pedro—. ¿Entiendes ya el porqué, Pau?

Paula se apartó de él como si acabara de ver al demonio en persona.

—¡No me voy a acostar contigo, Pedro!

—¿A quién tratas de convencer, a tí o a mí?

Paula no entendía su juego.

—Eres rico, guapo y atractivo. No puedo creer que tengas que hacer todo esto para llevarte a una mujer a la cama.

—A cualquier mujer no, pero aquí se trata de tí, Pau.

Paula lo miró perpleja y se cruzó de brazos.

—¿Quieres decir que el motivo de esta farsa es que soy un reto para tí?

—No soy como Pablo, si eso es lo que insinúas.

—Pues, entonces, deja de comportarte como él!

Pedro le acarició el pelo.

—Pau, deja fluir las cosas. Tú me salvaste la vida y yo te estoy haciendo un favor, eso es todo. Olvídate de todo lo demás.

Cada vez estaba más confusa. No comprendía sus motivos.

—¿Así, sin más?

—Escucha, mi vida se estaba convirtiendo en una insoportable rutina. Estaba aburrido. Necesitaba alguien como tú para acabar con el aburrimiento.

Definitivamente, estaba loco.

—¿Por qué no te buscas emociones que no puedan dañar a nadie, Pedro? Escala otra montaña y luego lánzate de cabeza al vacío.

—Nada como tú, Pau.

—¿Se supone que debo considerar eso como un cumplido?

—Sí, cariño. Eres impredecible, y eso me fascina.

 Odiaba aquella mirada peligrosa, tanto como la embriagaba.

 —Me vestiré de negro para la boda y me pondré una calabaza en la cabeza.

—Vas a estar preciosa te pongas lo que te pongas.

Lo que más odiaba de aquella extraña conversación era que lo comprendía todo perfectamente. Entendía susmotivos, porque, en gran parte, los compartía. Jethro era para ella un gran reto también, y eso, precisamente, era lo que lo hacía irresistible.

—Me pregunto cuánto tiempo pasará antes de que te aburras. ¿Crees que soportarás tres meses o solo tres días?

—Ya lo veremos.

Paula se dejó caer en la silla. De modo que Pedro Alfonso había aceptado su mano por una mezcla de aburrimiento y lujuria. No sabía cuál de los dos motivos le parecía peor. Pensó en Rodrigo y se dió cuenta de que debería haberlo escuchado. Daba igual. Todo daba igual. Lo único que realmente importaba era que, por primera vez en su vida, había hecho felíz a su padre y ese era el propósito de aquella farsa. ¿O no?

1 comentario:

  1. Muy buenos capítulos! Quiero leer la boda! que raro va a ser todo!

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