sábado, 28 de enero de 2017

Novio Por Conveniencia: Capítulo 21

Pedro se duchó, se afeitó y se vistió con un traje sobrio y elegante. Mientras se preparaba, no podía dejar de preguntarse cuáles eran los verdaderos motivos que tenía para casarse cori ella. Tal vez fuera un matrimonio fingido, pero un matrimonio al fin y al cabo, y la prensa lo consideraría como tal. Miró al reloj y se dió cuenta de que era tarde. Una mala carta de presentación para su suegro. Bajó las escaleras a toda prisa y llegó al comedor, donde lo esperaban ya a la mesa. Se aproximó a Paula y le dió un beso en la mejilla.

—Lo siento —dijo—. He bajado tarde.

Olía muy bien y él sintió que su masculinidad se endurecía inevitablemente. Se sentó frente a ella e inició una conversación. Después de una interminable cena con cubiertos de plata y cristalería de lujo, por fin se encontró con Miguel en la biblioteca, saboreando una extraordinaria copa de brandy. Aquel hombre estaba agotado, pero era tan cabezota cómo su hija.

—Esta relación suya ha sido demasiado rápida, ¿No? —dijo Miguel.

—Sí, señor. Pero creo que los dos somos adultos maduros, capaces de saber qué es lo que queremos.

Miguel se rió cansadamente.

—Al menos tengo la certeza de que no te casas con ella por dinero —dijo, y lo miró fijamente—. ¿Quieres a mi hija?

—Sí, quiero a Paula —dijo Pedro, sintiéndose realmente extraño. Nunca antes había dicho que amara a ninguna mujer, no estaba en sus planes de vida.

Trató de centrarse en la conversación y le contó a Miguel cuáles eran las casas o departamentos que tenía en distintos sitios del mundo. Pero no nombró en ningún momento la casa de las montañas de Vermont. Aquel era su lugar de retiro, el único sitio en el que podía estar solo. Nunca había llevado a ninguna mujer allí y Paula no tenía por qué saber que existía. Después de un rato, se atrevió a sugerir que se retiraran.

—Creo que ya es hora de decir hasta mañana. ¿Podría preguntarle qué es exactamente lo que le pasa? No me gusta entristecer a Pau con este tema.

—¡Cómo me alegro de que esté de vuelta en casa y de que haya encontrado a alguien que la cuide! —se levantó y se dirigió hacia la mesa. Había una pila de papeles y los agarró—. Aquí está todo lo referente a mi enfermedad. No quiero que Pau lo vea.

Pedro tomó los informes y se despidió. Una vez en su habitación, estudió con detenimiento los documentos. El médico de la familia había consultado a un par de especialistas, pero, ni mucho menos, médicos de primera. Recapacitó durante unos segundos. Podría hacer un par de llamadas. Su amigo Gastón Stansey le debía un favor. Como él se lo debía a Diego, a pesar de lo del Starspray.

El Starspray... si no hubiera pasado nada, no habría conocido a Paula. No podía ni imaginarse lo que sería no conocerla, tampoco lo que podía ser no desearla. Prefirió no pensar más en ella. Tenía que hacer una serie de llamadas, sin importarle lo que pasara. No podría vivir tranquilo si no lo hacía. Hizo una llamada a su abogado a primera hora del día. Le dió una serie de instrucciones y le advirtió de la confidencialidad del tema. Ya podía decirle a Miguel que a Paula nunca le faltaría nada, sin importar lo que sucediera. Después, llamó a su hermana, que vivía en Bedford Hill, a las afueras de Nueva York, con su marido y dos niños. Estaba embarazada del tercero.

—¿Cómo estás? —le preguntó.

—Muy bien —respondió ella—. Ya no tengo náuseas por la mañana. ¿Desde dónde me llamas?

—Desde Washington. —No puedes reemplazar el Starspray desde Washington. ¿Qué haces allí?

—Luciana, me voy a casar.

Hubo unos minutos de silencio.

—¿Con quién?

—Con la guardacostas que me ayudó con el Starspray —dijo él—. Ha sido amor a primera vista.

 —¿Me estás diciendo que estás enamorado?

 —¿Tan extraño te parece?

—Sinceramente, nunca pensé que sucedería. ¿Cómo es?

—Es pelirroja y tiene mucho carácter. Además, no me quiere por mi dinero y pilota su propio avión.

—¿Es guapa?

—Sí, mucho.

—¿Diferente de Candela?

 —Completamente diferente.

—La verdad es que a mí Candela no me gustaba nada. Me alegro mucho por tí, hermano. ¿Cuándo podré conocerla?

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