jueves, 26 de enero de 2017

Novio Por Conveniencia: Capítulo 19

—Hola, padre —dijo ella y se acercó a besarlo en la mejilla.

—Bien, por fin estás en casa —dijo él—. Así podré mantenerte bien vigilada. ¿Qué te ha pasado en la cara?

El maquillaje no había logrado ocultar las marcas de la caída.

—Me tropecé bajando de una montaña.

—No has cambiado.

—Fue un accidente, padre, eso es todo.

—Ya veo —dijo él—. ¿No vas a presentarme a tu amigo?

Paula respiró profundamente.

—Es bastante más que un amigo —le dijo—. Es mi prometido, Pedro Alfonso.

Pedro le tendió la mano.

—¿Cómo está, señor? —dijo.

—¿Alfonso, de la flota Alfonso?

—Sí, exactamente.

—Según parece se ha construido un verdadero imperio en los últimos diez años. Ahora también está metido en tecnología aeroespacial y en farmacia, ¿No es así?

—Sí, pero lo que realmente me interesa son los barcos.

Paula miraba a uno y a otro perpleja. Cuando Pedro le había contado lo que hacía, ella se había imaginado algo a muy pequeña escala.

—Nunca cambiarás, Pau—le dijo su padre—. ¿Por qué no me habías contado que conocías al señor Alfonso?

—Yo... bueno, quería darte una sorpresa.

—Pues lo has conseguido una vez más —dijo secamente—. ¿Cómo se conocieron?

—Mi yate se hundió la semana pasada.  Pau estaba en su puesto de guardacostas aquella noche y fue la que me ayudó. Luego, fui a darle las gracias en persona.

—Así que, después de todo, ese trabajo te ha servido para algo —dijo el padre—. Ya estaba empezando a pensar que nunca ibas a encontrar una pareja apropiada.

Pedro sonrió con aire posesivo y Paula se ruborizó.

—Me alegro de que no la haya encontrado hasta ahora. La verdad es que lo nuestro fue amor a primera vista, ¿Verdad Pau? A mí me tomó completamente por sorpresa. No sé lo que le pasó a ella.

Paula se repetía a sí misma que debía decir algo, responder, asentir o negar, pero algo.

—A mí tampoco me había sucedido nada así antes —dijo ella con una gran sonrisa.

Definitivamente, iba a matarlo en cuanto tuviera ocasión.

—Nos gustaría casarnos cuanto antes —continuó ella—. Espero que eso te haga felíz.

—Mucho más de lo que tú te imaginas —dijo Miguel—. Te doy mi enhorabuena, Pau.

Pedro debía de ser un importante hombre de negocios para que su padre le mostrara tanto respeto. ¿Cómo se había atrevido a engañarla de aquel modo?

—Gracias, padre —dijo ella—. ¿Quieres una copa?

Su padre se sentó de nuevo.

—Llama a Martín. Este acontecimiento se merece un poco de champán —dijo el anciano.

Así que Pedro era asquerosamente rico. Pero, ¿A qué venía aquella farsa, entonces? Martín llevó el champán y ella se las arregló para fingir una felicidad que no sentía.

—¿Cuándo podrán casarse? —preguntó el padre impaciente.

—¿Por qué no organizamos todo para el sábado? —sugirió Pedro—. ¿Le parecería bien?

—Cuanto antes, mejor —dijo Miguel—Pau, esta noche tendrás que llamar a tu hermano para decirle que tienen que venir. Supongo que irás de blanco, ¿No?

—Sí, si así lo quieres.

—Será una ceremonia privada aquí en la casa. Pídele a Martín que organice la comida. No quiero muchos invitados —dijo Miguel y sonrió—. Yo creo que todavía cabré en el esmoquin.

Acababa de hacer una broma. Por primera vez en su vida, Paula había oído a su padre hacer alarde de su escasísimo sentido del humor. Eso quería decir que, por primera vez en su vida, lo había hecho feliz. No pudo evitarlo, las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas.

 —Calma, calma —dijo Miguel, algo molesto—. No hace falta que llores.

Paula se levantó y abrazó cariñosamente a su padre.

—Lo único que me importa es tu felicidad —dijo ella.

—Has hecho lo correcto. Estoy orgulloso de tí —respondió su padre—. Alfonso, después de cenar quiero charlar con usted. Pau, no es necesario que vengas, hay unos asuntos de negocios que debemos tratar.

Su padre siempre había tenido un punto de vista feudal sobre ella, y su inminente boda no iba a cambiar nada de eso. Decidió que en aquella ocasión iba a dejar las cosas como estaban, se sirvió otra copa de champán y disfrutó de aquel momento tan especial.

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