jueves, 12 de enero de 2017

Tiempo Después: Capítulo 44

—Papá me ha dicho lo mismo.

Papá. Esa palabra quedó colgada en el aire. Paula vió que Pedro se ponía pálido y sabía por qué. No iba a preguntarle a Benja por qué había ido a Nueva York, estaba claro: quería ver a su padre.

—Vamos a la casa de Los Hampton, Paula. El coche está esperando...

—¡Es un Ferrari, mamá! —gritó Benja—. ¡Un Ferrari de color plata! Yo he venido en el asiento delantero, pero ahora puedes ir tú.

Paula miró a Pedro, sin decir nada. Y tampoco dijo nada durante el viaje. Pero cuando llegaron a Los Hampton se quedó cautivada por la casa. Tenía su propio muelle... hasta una playa privada. Con los muros de piedra y las ventanas francesas maravillosamente iluminadas, parecía darles la bienvenida con los brazos abiertos. Y el jardín era de ensueño.

—¿Te gusta?

—Me encanta. Es preciosa.

—La compré hace tres años, pero no paso mucho tiempo aquí.

El interior era una maravilla. El ático podría ser un estudio ideal, el balcón del dormitorio principal, con su panorámica del jardín y la playa, como de película. Pedro quería enseñarle aquella casa porque, desde que la vio por primera vez, parecía que lo llamaba. Y estaba seguro de que a Paula le encantaría. El ama de llaves había dejado pasta y ensalada en la nevera, junto con un delicioso flan de frutas. Cuando terminaron de cenar, Benja estaba bostezando y no protestó a la hora de irse a la cama.

—Tu madre duerme en la habitación de al lado —le dijo Pedro—. Y yo estoy al final del pasillo. Que duermas bien, hijo.

Benja, sonriendo tímidamente, le dio un golpecito en el hombro. Un gesto entrañable, tierno. Un gesto que valía un mundo para él. Paula lo esperaba en el patio y Pedro la tomó por la cintura, buscando sus labios.

—He querido hacer esto desde que bajaste del avión. Ha sido un día muy largo, ¿Verdad?

—Y no ha terminado.

—No —suspiró él—. Esta escapada de Benja ha sido un aviso. Ya has oído que me ha llamado papá... quiere tener una familia normal, un padre y una madre que vivan juntos.

—No siempre conseguimos lo que queremos.

—Pero nosotros podemos darle lo que quiere. Cásate conmigo, Paula.

—No.

—Viviremos en Nueva York. Podrías tener un estudio aquí y alquilar otro en Manhattan. Te apetece un cambio y en Nueva York hay de todo...

—¿Estás intentando comprarme?

—Sólo estoy recordándote las ventajas de un paso que me parece inevitable.

—Benja tiene que vivir en Cranberry Cove. No aquí.

—Hemos hablado de eso esta mañana. Desde que nos fuimos de vacaciones, el chico ve Cranberry Cove de otra forma... y no le importaría nada vivir en Nueva York.

—¿Y dejar a su familia, a sus amigos?

—Podemos ir de visita cuando queramos, Pau. Y tus hermanos pueden venir a vernos cuando quieran. A pesar de esta escapada, Benja tiene la cabeza sobre los hombros... es un chico estupendo y sabe hacer amigos. No le costará trabajo acostumbrarse a vivir en Nueva York.

—Pedro, olvidas algo. Yo no quiero casarme.

—Pero no siempre conseguimos lo que queremos, tú misma lo has dicho —le recordó él.

—Escúchame bien, porque sólo voy a decir esto una vez. Nunca te he contado lo que pasé cuando te fuiste. Los primeros días, esperaba que me escribieras, que me llamaras. Pero no lo hiciste. Tenía que preocuparme de mi madre... y entonces descubrí que estaba embarazada. Embarazada y abandonada, menudo cliché, ¿No? Pero cuando lo vives no es un cliché, es algo terrible. No sabes el miedo que pasé...

—Pau...

—No, déjame terminar. No quería contárselo a mis padres hasta que hubieran operado a mi madre y...

—¿Alguna vez pensaste en abortar?

—No.

—¿Por qué?

—Porque era nuestro hijo, Pedro. Tuyo y mío.

—Entonces, me querías.

Paula dejó escapar un suspiro.

—Sí, te quería. Te mentí en Ghost Island porque no sabía cómo hacer que te fueras. Y te mentí cuando volviste. Te quise con todo mi corazón... probablemente desde el día que me encontraste llorando en el bosque porque Sabrina Hatchet no me había invitado a su fiesta de cumpleaños.

—Ojala me hubieras dicho eso antes.

—Hice lo que me pareció mejor.

—¿Qué pasó cuando tus padres descubrieron que estabas embarazada?

—Insistieron en que me fuera a la universidad y viviera una vida normal. Benja nació en marzo y, como mi madre ya se encontraba bien, se quedó con él mientras yo estudiaba. Pero no podía vivir sin el niño, así que los llamé para decir que volvía a Cranberry Cove. Al día siguiente tuvieron el accidente y lo demás ya lo sabes.

—Si pudiera dar marcha atrás —suspiró Pedro—. Si hubiera estado contigo. Pau...

—No he terminado. Mi embarazo debería haber sido un momento feliz... pero no lo fue. Tenía demasiado miedo. Cuando me puse de parto y tú no estabas allí... nunca me había sentido más sola en toda mi vida. Cuando nació Benja no estabas a mi lado, Pedro. Y entonces yo no sabía dónde encontrarte. ¿Es que no te das cuentas? Las cicatrices son muy profundas. Me quedé en Cranberry Cove y crié a mi hijo mientras cuidaba de mis hermanos. Lo hice, pero me costó mucho. Y sufrí mucho. No puedo volver atrás y decir: me casaré contigo y confiaré en que estés a mi lado durante el resto de mi vida. No puedo hacerlo.

Él asintió, con el corazón en un puño.

—¿Cuándo dejaste de quererme?

—No fue fácil. Benja era un recordatorio continuo. Los mismos ojos. el mismo pelo. Pero no podía seguir queriéndote. era demasiado doloroso. Así que maté el amor que sentía por tí. Era la única forma de sobrevivir.

Pedro se miró las manos. Era demasiado tarde. Eso era lo que Paula estaba diciendo, que era demasiado tarde. Pero no podía rendirse. No lo haría. Ella era demasiado importante.

—No te puedo probar que estaré siempre a tu lado. La única forma de hacerlo es vivir juntos. Pero te juro por lo más sagrado que nunca volveré a abandonarte. Nunca.

Ella bajó la mirada.

—Algo murió dentro de mí hace años. No puedo devolverlo a la vida sólo porque Benja y tú quieran.

—No debemos pensar en nosotros. Debemos pensar en él.

—Mi hijo y yo estábamos estupendamente antes de que tú llegaras a Cranberry Cove.

—Vamos a casarnos, Paula. Vamos a compartir casa, cama, vida... y a nuestro hijo. No hay alternativa.

—Sigues enamorado de mí —dijo Paula entonces—. Te haré daño.

—Yo me preocuparé de eso. Además, hay quien diría que me lo merezco.

—Pero yo no quiero hacerlo.

—Te quiero, Pau —dijo Pedro,  con los puños apretados—. Y los dos queremos a Benja. Nos casaremos en Cranberry Cove la semana que viene...

—¡No hagas planes sin contar conmigo!

—No sé qué más puedo hacer. No quiero que mi hijo sufra...

—Eso es lo único que cuenta, ¿Verdad?

—Él es la primera víctima de todo esto.

—Muy bien —suspiró Paula—. Tú ganas, se lo diremos mañana.

Cuando Pedro intentó tomarla por la cintura, ella se apartó. Ese gesto le rompió el corazón. «Te haré daño», le había dicho. Pero no había esperado que se lo hiciera tan pronto.

—Vete a la cama, Paula. Pareces agotada.

La observó salir del patio, con la cabeza baja. Quizá lo más doloroso era saber que la había derrotado. Había conseguido lo que quería. Pero, ¿A qué precio?

No hay comentarios:

Publicar un comentario