Paula se dirigía hacia la aduana sin haber podido asimilar las amenazas de Pedro. Diez minutos después, ya estaban fuera del aeropuerto. Manuel los esperaba junto al Mercedes. La función iba a comenzar. Se agarró del brazo de Pedro y puso su mejor sonrisa.
—Manuel —Paula lo abrazó jovialmente—. Me alegro de verte. Tengo una sorpresa para tí. Este es mi prometido, Pedro Alfonso.
—¡Señorita Paula, cuánto me alegro de oír eso! Pensé que no iba a llegar jamás el día. Es una mujer extraordinaria, señor Alfonso. Mi enhorabuena a los dos.
Pedro apretó a Paula con fuerza.
—Gracias, Manuel. Sé que soy un hombre realmente afortunado.
Ya estaba hecho, acababa de anunciar su compromiso y ya no había vuelta atrás. Iba a casarse con un extraño.
—¿Estás bien, querida?
—Sí, lo siento. Estaba pensando en otra cosa. Han pasado tantas cosas en los últimos días —miró a Pedro con una mirada de arrobo.
Pedro la besó rápidamente en los labios.
—Vámonos a casa, Pau. Estoy ansioso por conocer a tu padre. Seguro que tenemos un montón de cosas en común.
Solo ella sabía hasta qué punto ansiaba que eso fuera verdad.
—Este es todo el equipaje que tenemos —dijo ella—. El resto viene con la mudanza. ¿Cómo está mi padre?
—Deseando verla —respondió Manuel.
Pedro se sentó a su lado y la rodeó con sus brazos. Ella cerró los ojos y no los abrió hasta que llegaron a la casa. Aquel era el único lugar que realmente había podido llamar «hogar», pero siempre le causaba sentimientos encontrados. Por un lado, era donde había crecido, donde había pasado su infancia y parte de su adolescencia. Por otro, su rigidez y formalidad le transmitían una insoportable frialdad que nunca había podido llegar a asimilar.
—Estamos muy lejos de Seaview Grill —le dijo Pedro al oído.
Su aliento cálido le provocó un escalofrío.
—Estoy deseando que conozcas a mi padre, Pepe. Vamos directamente arriba — dijo ella.
La ancha escalera de mármol estaba flanqueada por retratos de antepasados que no parecían más felices de estar allí de lo que estaba ella.
—Cuando tenía seis años me subí a una escalera que los limpiadores de ventanas estaban usando y le pinté un bigote a mi tatarabuelo. ¡Menudo castigo. me cayó por eso!
—No he pasado de la puerta y ya puedo ver que esta no era una casa apropiada para una niña —dijo él—. ¿Cuándo sucedió eso que me cuentas? ¿Fue después de que muriera tu madre?
—Siete meses después.
—Estoy empezando a entender todas esas expulsiones del colegio. ¿En qué estaba pensando tu padre, si puede saberse?
—¿Por qué estás tan enfadado? —le preguntó, desconcertada por su reacción—. Mi padre quería mucho a mi madre y nunca superó su muerte.
—Así que tú no estás dispuesta a enamorarte por miedo a que te suceda lo mismo, ¿No es así?
Paula apartó la vista de él.
—El retrato de mi padre es el que está arriba del todo.
Pedro la agarró por los hombros.
—Voy a averiguar todas las respuestas en el tiempo que esté aquí —dijo él.
—Mi vida privada no es asunto tuyo. Y no creo que sea el momento de tener una pelea dos minutos antes de presentarte a mi padre.
—Al menos, veamos lo que podemos hacer para escandalizar a tu abuelo —sin esperar más, la besó con pasión al pie de la escalera. Paula se ruborizó, mientras sentía el corazón latiendo tan aceleradamente como el de un caballo desbocado—. Eso está mejor. ¿Hacia dónde vamos?
Ella lo imprecó.
—Eres igual que yo —rebelde, desconsiderado y poco amigo de convenciones.
—¿Eso crees? —dijo él con una sonrisa complacida—. Será por eso por lo que estás locamente enamorada de mí.
Paula no respondió. Subió las escaleras que llevaban a las habitaciones de su padre. Se detuvo bruscamente ante una de las puertas.
—No le dicho nada aún. Será mejor que entre yo primero y le cuente la noticia.
—¡No, cariño! —dijo él con sorna—. Estamos juntos en esto.
Su sonrisa de depredador la atemorizó. Llamó a la puerta.
—Pasa, pasa —dijo el padre.
Paula entró en el estudio con la sensación de estar pilotando un avión sin brújula. Su padre estaba junto a la ventana. Al verla, se puso de pie y se aproximó a recibirla. Iba impecablemente vestido, como siempre. Los pantalones llevaban la raya cuidadosamente planchada y la corbata tenía una insignia de una liga universitaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario