jueves, 12 de enero de 2017

Tiempo Después: Capítulo 42

El miércoles por la noche, un camión le llevó el cargamento de vidrio. Haciendo sitio en las estanterías, Paula tomó los libros y empezó a anotar... Pero cuando llegó al final de la lista se quedó parada. Vidrio barroco, vidrio alemán antiguo, vidrio emplomado... ella no había pedido eso. No podía permitírselo, aunque le encantaría. Entonces se percató de que había una nota pegada a la factura. Pedro había comprado ese vidrio para ella. El viernes anterior, el día que llegó a Montreal. Se mordió los labios. Era hermosísimo. El vidrio antiguo, en particular, era perfecto para un diseño abstracto que tenía en mente desde que vió los cráteres de Cañadas. Pero Pedro no le había dicho nada. Podía devolverlo. Eso era lo que debía hacer. No quería estar en deuda con él. Entonces oyó los pasos de Benja y guardó la factura en el cajón.

—¡Mamá! ¿A que no sabes qué ha pasado?

—Has sacado un diez en literatura.

—No te lo crees ni tú. El entrenador me ha dicho que podrían elegirme jugador del año en el campeonato del fin de semana.

—¡Eso es maravilloso!

—Nos vamos el viernes después de comer.

—Estupendo. Yo te haré la maleta.

—Qué color más bonito —dijo el chico entonces, señalando un panel de vidrio.

 —En Montreal tienen unas cosas estupendas, por eso voy todos los años —murmuró ella, sin mirarlo.

—El sábado podrías haber ido a ver el partido de la liga nacional.

El sábado, Paula estaba con Pedro en una bañera llena de espuma, haciendo el amor.

—Voy a hacer la cena. Diego ha traído cangrejos.

Cenaron en la cocina, hablando sobre el equipo de hockey, sobre el colegio...

—¡Qué ricos! —exclamó Benja—. Están casi tan ricos como las gambas que comimos en Canarias.

—No tanto como el pastel de chocolate que tomamos el sábado por la noche —dijo Paula. sin pensar—. En Nueva York, quiero decir...

Benja la miraba, atónito.

—Pedro ha estado en Montreal contigo.

—Sí, bueno, nos vimos...

—Tú nunca has salido con nadie.

—A veces ceno con Pablo—protestó Paula.

—Él no cuenta. ¿Por qué quedaste con Pedro?

—Benja, esto es...

—¿Vas a casarte con él?

—Nunca.

—¿Por qué no?

—¡Porque no quiero casarme con nadie!

—¿Te lo ha pedido?

—Sí. Y le he dicho que no. Y no quiero seguir hablando del tema.

—Si te lo ha pedido, debe querer casarse contigo.

—Esa es una decisión que deben tomar dos personas adultas.

—¿Por qué no te casas con él, mamá? Se llevan bien. Los estuve observando en Canarias...

—¿Quieres que me case con Pedro?

—Los padres de mis amigos están casados. Pero tú no, tú tienes que ser diferente.

—Pero no puedo casarme sólo para...

—Déjalo, no quiero seguir hablando de esto —la interrumpió su hijo, levantándose.

Paula enterró la cara entre las manos. ¿Por qué había tenido que abrir la boca? Ésa era una pregunta que se hizo varías veces durante la semana. Benja, normalmente un chico de buen carácter, estaba callado e incluso le contestó mal en un par de ocasiones. Ella hacía lo que podía para no enfadarse, pero tuvo que admitir que, cuando se marchó el viernes al campeonato de hockey, se alegró de perderlo de vista. Volvería más animado, pensando en sus cosas, y la vida seguiría como siempre.

Pasó el viernes entero en la tienda. El sábado, Macarena ocupó su puesto para que ella pudiera trabajar en casa. Cuando sonó el timbre, se asombró al ver cómo habían pasado las horas.

—¡Mary! ¿Cómo estás?

Mary Bates era la madre de Adrián, el amigo de Benja. y esposa de Eduardo, el segundo entrenador del equipo de hockey.

—Bien. Sólo quería saber si Benja está mejor.

—¿Mejor?

No hay comentarios:

Publicar un comentario