jueves, 3 de noviembre de 2016

Un Amor Inocente: Capítulo 28

—¿Quién sabe? —suspiró él—. Pero pienso enterarme. Llegaré a casa mañana, a las cuatro. Espero llegar a tiempo para cenar.

—¿Quieres que vayamos a buscarte al aeropuerto?

—No, tomaré un taxi. Y no te preocupes por la visita de mi madre, Paula. Ya hablaremos de ello cuando llegue a casa, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —asintió ella.

—Ah, una cosa —dijo Pedro entonces—. No vamos a posponer la boda, así que ni lo pienses. Nos queremos y vamos a casarnos en la fecha que habíamos acordado.

—Me alegro de oírlo —sonrió Paula.

Aunque no estaba segura de que fuera buena idea casarse antes de Navidad. Ana Alfonso la había hecho sentirse muy egoísta por querer tener a Pedro en su mundo, en su rincón secreto, alejado de su familia. ¿Había sido un gesto egoísta por su parte?

—Hasta mañana, cariño.

—Hasta mañana. Te quiero.

—Yo también.

Lo quería. Pero empezaba a darse cuenta de cuánto iba a costarle a Pedro aquel compromiso con ella y lo ciega que había estado: Sólo podía ver que su familia iba a hacerle daño. Y a Nico. Aún podían hacérselo, pero creía firmemente en el amor de Pedro. Ya no se sentía tan vulnerable. ¿Habría alguna posibilidad de que se reconciliara con sus padres? Ver a Ana con Nico... Paula había deseado que su propia madre estuviera viva, que pudiera jugar con su nieto. La muerte era algo que no se podía controlar... una despedida final. Ana Alfonso  había experimentado esa despedida con su hijo Federico, pero la separación de Pedro podría ser evitada si eran capaces de olvidar los prejuicios y empezar de cero.

Y si Pedro y su padre daban su brazo a torcer. Aunque no sería fácil. Y Paula sabía que estaba en medio de todo. La cuestión era: ¿Qué pasaría si los Alfonso  le hacían sentir que no era suficientemente buena para Pedro? ¿Podría soportarlo? Las buenas intenciones podían encontrarse con muchos obstáculos. No pudo dormir esa noche.

Al día siguiente no fue mucho mejor. Estaba agotada y no dejaba de darle vueltas a la visita de Ana. Pero al menos cada hora que pasaba era una hora menos soportando el dilema. Fue un alivio cuando Pedro por fin llegó a casa y la abrazó, haciéndola sentirse querida y segura. Nico, por supuesto, seguía hablando de su abuela, cuestionando a Pedro de forma incesante sobre su vida, sobre su hermano pequeño... y decidiendo de inmediato que él también quería un hermano. Pedro rió, levantando las cejas expresivamente.

—Quizá en un año o dos, Nico —contestó Paula, sabiendo que Pedro quería tener más de un hijo—. Pero tu papá y yo no podemos garantizarte un hermano. Podría ser una hermana.

—Ah, no importa. También me gustan las chicas.

Y sin duda también Nico les gustaría a ellas, pensó Paula. Se parecía a Pedro en muchos sentidos. Y eso la hacía sentirse culpable por privar a Ana de su nieto... y de su Pedro.

Se alegró cuando Nico por fin se fue a la cama. Tenía que hablar con Pedro en privado. Él quería llevarla a la cama de inmediato, pero Paula necesitaba hablar, de modo que insistió en tomar un café en la mesa de la cocina.

—¿Qué ocurre?

—Nada, es que llevo todo el día pensando en...

—Estás dejando que la visita de mi madre te afecte.

—No puedo dejar de pensar en ello, lo siento.

Pedro estaba molesto. ¿La armonía en su relación dependía del contacto con sus padres? ¿O era culpa suya por convertirlo en algo tan importante? Era imposible olvidar las cicatrices del pasado, pero ¿No eran Pedro y ella lo suficientemente fuertes como para superarlo todo?

—Mi madre ha muerto, Pepe —empezó a decir Paula, nerviosa—. No tengo familia. Sólo tengo a Nico.

—Y a mí.

—Eso no lo dudo. Quería decir que tú puedes contar con otras personas...

—¿Ah, sí? Pues no lo he notado —la interrumpió él, irónico.

—No las tienes porque no te he dado la oportunidad de estar con ellas. He sido una cobarde. No quería enfrentarme con tu vida, con tu familia, te quería en mi mundo.

—Tienes todo el derecho a querer sentirte segura —replicó él—. Y con mis padres no lo estarías. Ya lo has visto, vamos a casarnos y mi padre no ha querido invitarte a su casa.

—Pero podría hacerlo ahora.

—¿Eso te ha dicho mi madre?

—No exactamente, pero...

—¿No ves que quiere ganar tiempo, que lo que desean es que no haya boda?

—No pueden evitar que nos casemos, Pepe. Yo confío en tí, sé que no te echarás atrás. ¿Confías tú en mí?

—He tardado tanto tiempo en convencerte...

—Lo sé, pero ahora creo que estoy haciendo mal.

Pedro apretó la mandíbula, obstinado.

—¿Por qué?

Paula sacudió la cabeza, pensativa. Sus dudas habían hecho que Pedro se pusiera justo del otro lado.Y no estaba dispuesto a echarse atrás. No le había dicho que casándose con ella se convertiría en un apestado, pero sabía que sería así. Paula había aceptado su sacrificio, había aceptado alejarlo de su familia... En realidad, se había sentido aliviada por no tener que tratar con ellos. Un alivio egoísta.

1 comentario:

  1. Muy buenos capítulos! Yo creo que Pedro tiene razón en desconfiar de su madre... vino a sembrar discordia!

    ResponderEliminar