martes, 1 de noviembre de 2016

Un Amor Inocente: Capítulo 24

—Habrá que planear la boda... una boda católica, por supuesto.

—¿Más tácticas para desanimarme, papá?

—¡Eres mi hijo! Tu boda tiene que ser celebrada de manera apropiada.

—He tardado meses en ganarme la confianza de Paula y no pienso perder el tiempo para amoldarme a los gustos de una familia que no ha hecho nada bueno por ella. Por fin la he convencido para que nos casemos y lo haremos en cuanto sea posible.

—¿Cuándo? —le espetó su padre.

—¿Para qué quieres saberlo, para evitar la boda? Si das un paso...

—¡Ya está bien! —gritó su madre—. ¡Ya basta, Horacio! No pienso perder a mi hijo y a mi nieto. Si tenemos que aceptar a esta mujer, la aceptaremos —añadió, volviéndose hacia Pedro—. Pero debe ser una boda como Dios manda, yo me encargaré de todo.

—Ana...

—No pienso dejar que Pedro se case de incógnito, sin invitar a nadie. Ya es suficiente que su novia no sea italiana.

—Y que tenga un hijo bastardo —añadió su padre.

—¿Y de quién es la culpa? —le espetó Pedro, levantándose—. ¿Quién tiene la culpa de que mi hijo haya nacido fuera del matrimonio?

Horacio levantó la barbilla, orgulloso, ignorando la acusación.

—No puedo apoyar esto, Ana. No lo haré.

—Tú elegiste esposa para Fede, pero no ha podido tener hijos. ¿Dónde está nuestro futuro, Horacio?

—En el limbo hasta que Pedro abra los ojos —contestó su marido.

—Ahí se quedará entonces —dijo Pedro.

—Pedro...

—No, mamá. No voy a cambiar de opinión. Siento avergonzarlos al no casarme de la forma tradicional, pero papá y tú han decidido rechazar a Paula y mientras siga siendo «esa mujer» no pienso dejar que se acerquen a ella.

—¿Es que no te das cuenta? Quiere apartarte de nosotros...

—¡Son ustedes los que quisieron apartarla de mí! —replicó Pedro.

—Pero debes casarte por la iglesia, invitar a tus parientes... Tiene que hacerlo por tí o serás un desgraciado, hijo. Si esa mujer te quiere...

—Se llama Paula, mamá. Y me quiere. Y ha sufrido mucho por ello. Ha tenido que criar sola a nuestro hijo, de modo que soy yo quien tiene que probarle su amor, no ella.

—Pero había un fideicomiso...

—Ella no ha tocado un céntimo. ¿Es así o no, papá?

—Pero la intención...

—La intención era alejarme de Paula y de mi hijo. Y sigues intentando hacerlo.

Su padre levantó las manos al cielo, exasperado.

—Lo hicimos por tu propio bien...

—¿Qué? No puedes hablar en serio.

—Insistir en esta locura... darle la espalda a tu familia...

—¿Una familia que me ha engañado? ¿Que me ha robado cinco años de la vida de mi hijo?

—¡Por favor! —exclamó su madre—. Estoy harta de peleas. Hay que pensar en el niño, Horacio. Es nuestro único nieto.

—Hay que pensar en Paula, mamá. No pienso dejar que se acerquen a Nico mientras no traten a su madre con el respeto que se merece. Nico es un niño feliz gracias a su madre y no quiero que sufra en absoluto...

—¿Crees que yo no lo querría? —lo interrumpió su madre.

—Dudo que ignorar a su madre le parezca un acto de amor. Es un niño muy inteligente, se daría cuenta enseguida —replicó Pedro, orgulloso—. Lee perfectamente... aprendió antes de ir al colegio.

—¿Has oído eso, Horacio? ¡Ese niño del que no esperabas nada bueno! Ya sabe leer.

—Y mete más goles que nadie en el equipo del colegio —siguió Pedro, restregándoselo a su padre deliberadamente porque el fútbol era una de sus pasiones.

—Afortunadamente encuentras felicidad en el niño, porque ese matrimonio no te la va a dar —replicó Horacio.

—Te equivocas, papá. Me siento vivo con Paula. Ella llena el vacío en el que he vivido todos estos años.

—Habrá un vacío mayor cuando te veas apartado de todas las familias italianas.

Sí, era verdad. Su padre se encargaría de que fuera así. Recordaba una conversación que mantuvo con Paula, cuando le dijo que vivía en una prisión de la que deseaba escapar. Ella no lo había creído entonces... y ahora entendía sus reticencias. Porque seguir trabajando para la empresa Alfonso, seguir manteniendo ese lazo era como desear que lo aceptaran, que aceptaran sus decisiones, era como seguir atado a ellos. Y tenía que probarle a Paula que se había liberado. Un acto de amor por un acto de fe.

—Tendrás mi dimisión mañana, en tu despacho.

—¡No puedes hacer eso! —gritó su padre—. Tienes un contrato para la construcción de un complejo de departamentos...

—Dejaré de trabajar para tí en cuanto ese complejo esté terminado.

—¿Vas a dejarlo todo por esa mujer? —exclamó Horacio, incrédulo.

Sí, lo haría. Le había dicho a Paula que lo haría. Y ya era hora.

—Sí, papá.

—¡Estás loco!

—Tu padre emigró a Australia para forjarse un futuro, una vida nueva. Yo también puedo forjarme un futuro sin tí.

—¡No, no! No puedes hacerme esto, Pedro —exclamó su madre—. Me estás rompiendo el corazón... los dos me estáis rompiendo el corazón —Ana empezó a sollozar mientras se dejaba caer en el sillón.

—¿Ves lo que has conseguido? Darle un disgusto a tu madre —lo acusó Horacio.

Chantaje emocional.

—Lo siento, mamá. Pero yo no soy el culpable de esta situación. Todos tenemos que elegir en la vida... yo ya he elegido.

Y luego salió del salón. Salió de aquella mansión. De la vida de sus padres. Para empezar una nueva vida. Y lo haría. Con su propia familia, sus propios amigos, completamente libre del pasado.

2 comentarios:

  1. Muy buenos!! Esperemos que el padre no se mande alguna de las suyas

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  2. Muy buenos capítulos! Por fin pedro los enfrentó y les puso los puntos! Una pena que sean así, mejor tenerlos lejos por las dudas...

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