sábado, 5 de noviembre de 2016

Un Amor Inocente: Capítulo 29

—Tu madre te quiere, Pepe.

Él negó con la cabeza.

—No quiero que te hagan daño otra vez, Pau. Mi lealtad está contigo.

—Tus padres no sabían que estabas enamorado de mí. Enamorado de verdad. Cometieron un error.

—Eres demasiado amable con ellos.

—No estoy diciendo esto para probarte. Lo he pensado mucho desde que vino tu madre a vernos... ¿De verdad te importa que pospongamos la boda unos días?

Pedro sonrió, irónico.

—¿Mi madre te ha prometido una gran boda italiana?

—No, no me ha prometido nada.

—¿Te ha dicho que, si me amabas de verdad, querrías que fuera a casa el día de Navidad?

Paula dejó escapar un suspiro.

—No fue así, Pepe. Tu madre estaba muy disgustada. ¿No puedes aceptarlo sin pensar que me estaba tendiendo una trampa?

—¿Y si fuera así?

—Lo sabremos dentro de poco, ¿No? Sólo faltan cinco semanas para Navidad.

—No cuentes con que salga bien. Dudo que mi padre sepa nada de esto. Y no pienso volver a Bellevue Hill sin una invitación personal.

Lo dijo con tal obstinación que Paula se preguntó si Pedro habría contribuido a la ruptura con su  actitud. Quizá había llegado a un punto con su padre en el que ya no había marcha atrás.

—Es tu padre, Pepe—le recordó.

—Ningún padre tiene derecho a hacer lo que hizo.

La vehemencia que había en su tono la dejó en silencio. Además, lo que decía era verdad. Horacio Alfonso se había arrogado el derecho de hacer que Pedro no conociera a su hijo. Eso era algo monstruoso.

—¿Y Ana? ¿Debe ella pagar por las decisiones de tu padre? Ella no sabía que tu padre no quiso invitarme. No lo supo hasta Semana Santa.

—Pero sólo aparece ahora, intentando que pospongamos la boda —le recordó Pedro.

Paula se pasó una mano por el pelo, agotada.

—Le he dicho que podía visitar a Nico cuando quisiera —le confesó entonces—. Él está tan contento con su abuela...

—No te preocupes —suspiró él, levantándose.

Pero Paula estaba demasiado cansada, demasiado preocupada.

—Nada de esto es culpa tuya —siguió Pedro, acariciando sus hombros—. Intenta relajarte, Pau. Si mi madre quiere venir de nuevo... deja que venga. Nico es su nieto. Mientras la relación con ella sea buena para el niño, todo está bien.

—¿Y tú, Pepe? Tú eres su hijo.

—Si estoy en casa, seré amable con ella. Pero no te sorprendas si no vuelve a venir. Puede que mi padre se lo prohíba. Y en ese caso...

—¿Prohibirle que venga?

—Es un matrimonio a la antigua. Amar, honrar, obedecer...

—¿Eso es lo que tú piensas? ¿Crees que tienes derecho a prohibirme que haga algo si tú no lo apruebas?

—No, yo no veo el matrimonio como una posesión. Y la paternidad tampoco. Llega un momento en el que tienes que dejar que un hijo elija su propio camino, aunque te parezca que se equivoca.

—¿Y si tu padre de verdad está convencido que lo que hizo fue por tu bien?

—Eso no lo disculpa.

—Pero entonces no me conocía.

Cuando uno quiere mucho a una persona, puede estar ciego para los demás, pensó Paula. Y proteger la vida que uno conoce puede hacer que no entiendas la vida de los demás. Eso era lo que ella había hecho.

—No intentó conocerte —replicó Pedro, furioso.

Estaba furioso por lo que sus padres le habían hecho a ella. Quizá furioso consigo mismo por creer lo que nunca debería haber creído, conociéndola íntimamente como la conocía. Pero eso era el pasado. Paula no quería que el futuro estuviera basado en ese error.

—¿Y si intentara conocerme ahora?

—No hablemos de mi padre, Pau. Es a tí a quien necesito.

El deseo que había en sus ojos hizo que se levantara de la silla para darle lo que pedía. Pedro la tomó por la cintura con una mano, acariciando su cara con la otra.

—Te quiero. No dejes que nada se interponga entre los dos.

Paula enredó los brazos alrededor de su cuello. No quería ninguna inseguridad, ninguna duda en el amor que sentían el uno por el otro. Ese amor era de verdad, siempre lo había sido. Siempre lo sería. Se fueron a la cama e hicieron el amor hasta bien entrada la noche. Paula no dudaba de la profundidad de su amor ni por un segundo. Pero ni siquiera eso, ni siquiera sentirse tan cerca de Pedro podía hacerle olvidar lo que estaba mal... y debía solucionarse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario