jueves, 3 de noviembre de 2016

Un Amor Inocente: Capítulo 27

Pedro llamó a las ocho de la tarde, la hora a la que Nico solía irse a dormir. Como lo sabía, le pidió a Paula que le pasara el teléfono. Nico estaba dando saltos en la cama, deseando hablar con él.

—¿A que no sabes una cosa, papá? He conocido a tu mamá esta tarde. Es mi abuela y me ha dicho que la llame abuelita.

El niño siguió hablando, describiendo la limusina negra y a esa asombrosa persona nueva en su vida mientras Paula se preocupaba por cómo iba a tomarse Pedro la noticia. No había querido ocultarle a Nico quién era Ana. Además, sería mejor decirle la verdad ya que había una oportunidad... o al menos eso esperaba, de solucionar las cosas. Y Paula creía, por primera vez, que podrían solucionarse.

Nico seguía hablando, evidentemente contestando a las preguntas de su padre. Parecía feliz, de modo que Pedro no debía estar mostrando preocupación por la visita de su madre. Al menos, al niño. Paula esperaba haber hecho bien hablando con Ana, pero fue un alivio cuando Nico colgó y por fin pudo hablar con Pedro.

—Venga, a la cama —le dijo al niño—. Puedes leer un cuento hasta que vaya a darte las buenas noches, ¿De acuerdo?

—Bueno —sonrió Nico—. La abuelita me ha dicho que leo muy bien. ¿A que sí?

Paula sonrió.

—Sí, se ha quedado muy sorprendida. Venga, a la cama, jovencito.

Lo vió salir de la cocina y respiró profundamente antes de tomar el teléfono.

—¿Pau?

—Sí. Estaba esperando a que Nico se fuera.

—Cuéntame qué ha pasado.

Paula le contó la visita de su madre; la presencia de la limusina negra delante de la casa durante unos días, la aparición de Ana Alfonso, sus lágrimas.

—Mi madre usa las lágrimas para conseguir lo que quiere, Pau. Y ha conseguido conocer a Nico y hablar contigo.

¿Había sido una manipulación deliberada? Paula no lo había visto así, pero podría ser. Los Alfonso solían manipular a los demás para salirse con la suya. Sin embargo, ¿no había sido Pedro quien dijo que sólo Nico podría conseguir que hubiera una reconciliación?

—Pensé que querías que conociera al niño.

—Pero no así, a mis espaldas —replicó él, indignado.

—Lo siento, no sabía...

—No es culpa tuya, sino mía. Debería haber esperado algo así, debería haberte advertido.

—¿Advertirme de qué? —preguntó Paula, alarmada.

Al otro lado del hilo hubo un largo suspiro.

—¿Mi madre te ha pedido que pospongamos la boda?

—Sí, pero...

—¡Lo sabía! Sólo quieren ganar tiempo.

¿Ganar tiempo para qué? ¿Qué podía ser peor que lo que le hicieron seis años atrás? Además, ahora eran fuertes, tenían un hijo en común. La interferencia de sus padres no serviría para nada.

—No me ha hablado de una fecha exacta, Pepe, pero sí me ha pedido que lo hagamos después de Navidad.

—¿Y qué le has dicho tú?

—Que tendría que hablarlo contigo. Pero ha sugerido que nos reunamos con ellos el día de Navidad... para hacer las paces.

—¿Y crees que lo decía de corazón?

Paula vaciló, pero de verdad había creído que Ana  era sincera.

—No lo sé. Sólo sé que esto era lo que tú querías.

—Depende de lo que nos cueste, Pau. ¿Cuál era su actitud hacia tí?

—Al principio un poco tensa, pero luego... en fin, no se mostró superior o desdeñosa como antes. Aunque estaba pendiente de Nico, claro.

—Por supuesto.

—De verdad creo que quiere a Nico en su vida y que hará lo posible por suavizar las cosas con tu padre.

—¿No se ha mostrado ofensiva o desagradable?

—No —contestó Paula—. No espero que tu madre cambie de forma milagrosa... al fin y al cabo, no me he convertido en la perfecta novia italiana de repente, pero creo que hizo un esfuerzo para no mostrarse antipática. Tengo la impresión de que intentaba entenderme...

—Eso es lo que debería haber hecho hace mucho tiempo —la interrumpió Pedro—. No me gusta que haya ido a visitarte sin que yo estuviera allí. Seguramente, mi padre no sabe nada de esta visita...

—Puede que quiera hacer las paces y éste haya sido un primer contacto, ¿No te parece?

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