Los enfermeros habían metido la camilla a toda prisa en el pasillo de urgencias del hospital y, quince minutos después, el médico había terminado de examinar a Paula.
— ¿Señor Alfonso? —preguntó, acercándose. Pedro asintió, estrechando su mano— . Soy el doctor Banerman.
— ¿Cómo está? —preguntó Pedro.
—Parece que no tiene nada serio. Ha sangrado bastante, pero no hay signos de hemorragia interna — lo informó el hombre —. Ha recuperado la consciencia y, como no parece haber problemas, podrá volver a su casa esta noche.
— ¿Ella sola? —preguntó Pedro.
Sospechaba que, como muchos otros, el hospital necesitaba tener camas libres y, aunque imaginaba que no la dejarían marchar sin comprobar que no había peligro, dudaba seriamente de que Paula pudiera volver sola a su casa en aquel momento. El doctor Banerman lo miró, sorprendido.
— ¿No va a ir usted con ella? —preguntó. pedro estaba a punto de decir que no, pero el médico no le dio tiempo—. Por supuesto, existe el pequeño problema de la amnesia temporal... es una complicación que suele ocurrir cuando alguien se golpea la cabeza. Afortunadamente, en nuestra experiencia, el paciente recupera la memoria en casi el cien por cien de los casos. En el caso de Paula, parece que es solo lo más reciente lo que no puede recordar. Sabe su nombre y de dónde viene, por ejemplo, pero es incapaz de recordar qué ha hecho hoy; lo último que recuerda tuvo lugar hace meses.
— ¿Ha perdido la memoria? —repitió Pedro, incrédulo.
¿Cómo era posible que la dejaran salir del hospital en aquel estado?, se preguntaba. Si Paula fuera familiar suyo, se la llevaría á un hospital privado inmediatamente. Pero no era familiar suyo. No tenía nada que ver con él... además de deberle a Lautaro cinco mil libras.
—Pero si le duele la cabeza o tiene problemas de visión, debe traerla de vuelta al hospital.
—Y dice que recuperará la memoria…
—Estoy seguro. Aunque no puedo decir cuando. Algunas veces los pacientes lo recuerdan todo de golpe, otras ocurre de forma gradual.
El busca del médico empezó a sonar entonces y se dió la vuelta, despidiéndose de Pedro con un gesto.
Pedro maldijo en voz baja mientras lo observaba alejarse a toda prisa por el pasillo. ¿Qué iba a hacer?, se preguntaba. No le debía nada a Paula. Al contrario. Y tenía todo el derecho del mundo a marcharse del hospital y dejarla allí con sus problemas. Podría, pero no podía hacerlo. Sus principios no se lo permitían. ¿Y dónde estaban los principios de ella hacia Lautaro y los otros a los que hubiera estafado? De acuerdo, era una estafadora, pero él no tenía que descender a su nivel, se decía. No sentía deseos de ayudarla, pero tampoco podía marcharse del hospital y dejarla sola en su estado. Él no era esa clase de hombre.
— Señor Alfonso—dijo una enfermera—. Si no le importa acompañarme...
De repente, a Pedro se le ocurrió algo.
—Esta amnesia... ¿No será algo imaginario?
— ¿Amnesia imaginaria? —la enfermera lo miró, perpleja—. A veces tenemos pacientes que fingen haber perdido la memoria por una razón u otra, pero el doctor se habría dado cuenta inmediatamente. ¿Por qué lo pregunta? ¿Tiene alguna razón para pensar que la señora Chaves está fingiendo haber perdido la memoria? — preguntó. Pedro no sabía qué contestar—. A veces tenemos pacientes que han sufrido traumas tan terribles que pierden la memoria para no enfrentarse con el dolor, pero en este caso...
—No, yo... —empezó a decir Pedro, incómodo. Estaba seguro de que, si no decía algo, la enfermera lo acusaría poco menos que de haber intentado asesinar a Paula.
— Le aseguro, señor Alfonso, que si el doctor Banerman dice que su paciente sufre amnesia temporal, es que sufre amnesia temporal —insistió la mujer, irritada.
Habían llegado a la habitación y cuando Pedro vió la expresión de angustia en el rostro de Paula no pudo evitar sentir compasión por ella.
— ¿Pedro? —murmuró ella, trémula.
— ¿Me reconoces? —preguntó Pedro, tuteándola sin darse cuenta. La enfermera se alejó, discretamente.
—No. La enfermera me ha dicho tu nombre — dijo ella, con los ojos brillantes — . Lo... siento. Siento no acordarme de tí. Pero hay algo... puedo sentir que hay... algo especial entre nosotros — añadió, ruborizándose.
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