martes, 22 de noviembre de 2016

Engañada: Capítulo 24

-Como te decía, Pau, si la semana que vienes pudiéramos cambiar el turno y tú pudieras encargarte de la comida de los ancianos, yo...

La visita de Paula se interrumpió bruscamente al ver a Pedro entrar en la cocina.

—He cambiado la rueda de tu coche. Menos mal que me dí cuenta de que la tenías pinchada — dijo él.

—Mary, te presento a Pedro, mi... amigo —dijo Paula, interpretando la mirada de sorpresa de la otra mujer.

—Ah, ya veo. Tu amigo. No lo sabía. Bueno, tengo que irme. Encantada de conocerte... Pedro.

— ¿Qué quería? —preguntó él, cuando la mujer se había ido.

—Cambiar su turno conmigo en la asociación de voluntarias —explicó Paula.

Pedro frunció el ceño. Habían pasado tres días y ella no había mostrado señal alguna de haber recuperado la memoria. Y, por el momento, tampoco él había cumplido su promesa de alejarse. De hecho... Tuvo que sonreír, al recordar cómo Paula lo había convencido la noche anterior.

— Es una tontería que duermas solo en esa cama y yo...

—El médico dijo que tenías que descansar — había dicho él.

— ¿Y cómo vas a saber si tengo un dolor de cabeza o cualquier otro síntoma si no dormimos juntos? —había insistido ella.

Pedro no había podido hacer nada, por supuesto, y por la mañana se había despertado con el cuerpo de Paula pegado al suyo y entonces... Pero aquello no era lo que lo hacía fruncir el ceño. Más tarde o más temprano, alguien cuestionaría su presencia en casa de Paula y él no podía permitir que eso ocurriera por el momento. Cuando recuperase la memoria, tendría que enfrentarse con cualquier acusación que ella quisiera hacer y acusarla a su vez, pero hasta entonces... La mancha de aceite en su última camisa limpia le recordó otra cosa.

—Tengo que ir a casa durante unos días para hacer unas llamadas y comprobar cómo va todo...

 —Ah, sí, claro.

Aunque intentaba esconderlo, Paula sabía que sus sentimientos se veían reflejados en su cara. No podía soportar la idea de estar sin él y sabía que lo echaría terriblemente de menos.

—Me gustaría que vinieras conmigo —añadió Pedro, rápidamente.

— ¿Ir contigo? —repitió Paula, con el corazón acelerado—. Pero, ¿y Missie y Whittaker?

—Ellos también pueden venir.

Ir con él. Ver su casa. Conocer a sus amigos... el corazón de ella daba saltos de alegría.

—Me encantaría ir —sonrió.





— ¿Qué es eso de que Pau está viviendo con un hombre? —preguntó Sofía, mirando a Valentina.

— ¿Qué hombre? —preguntó su amiga, atónita—. No puede ser verdad... Pau nos lo habría contado.

A pesar de sus indudables atractivos, Paula era una mujer tímida y Valentina no podía imaginarla coqueteando con un hombre y mucho menos viviendo con él.

—Eso es lo que dice Mary Charles. Parece que Pau se lo presentó como «su amigo».


Las dos mujeres se miraron, incrédulas.


—Si es verdad, Flor tiene que saberlo.

—Es posible, pero está en Northcumberland visitando a su tía.

—Ah, claro. Se me había olvidado —murmuró Valen.

Sofía la miró, pensativa. Últimamente, su amiga se portaba de forma extraña, como si estuviera preocupada. Si no la conociera tan bien, pensaría que le estaba escondiendo algo. Pero Valen no era ese tipo de persona—. ¿Crees que deberíamos ir a verla?

Sofía hizo un gesto de desaprobación.

—La vida privada de Pau no es asunto nuestro. Es una mujer madura, Valen. Puede tomar sus propias decisiones.

—Es verdad —murmuró la joven.

Su madrina no era rica, pero sí acomodada y Valen sabía, por experiencia propia, que había hombres en el mundo que no dudaban en aprovecharse de una mujer. Ella se había engañado respecto a Julián Cox, creyendo que la amaba cuando en lo único que estaba interesado era en el dinero que creía que ella iba a heredar. Aunque había aprendido la lección y nunca volvería a cometer el mismo error. La mejor forma de tratar a los hombres era con la misma falta de emoción que ellos trataban a las mujeres, pensaba. Al fin y al cabo, no había nada malo en disfrutar del sexo de vez en cuando, en usar a un hombre de la misma forma que ellos usaban a las mujeres... Sacudió la cabeza. No, no había nada malo en ello, a pesar de lo que cierta persona pareciera pensar.

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