—Por supuesto.
—Mamá, una vez me robó a Paula. Si quiere hacer lo mismo de nuevo...
—Te juro que no, Pedro—dijo su madre.
—Pero sigue sin hablar con ella.
—Lo hará, lo hará.
—Este plan es su forma de pedir disculpas —sugirió Paula.
—Entonces, ¿Por qué no nos lo ha contado él mismo? No creo que tú quieras hacerlo...
—¿Por qué no? Si es necesario...
—No lo es —la interrumpió Pedro—. Podemos casarnos como habíamos previsto, en privado.
—Pedro, por favor... Yo ayudaré a Paula todo lo que pueda. Ella sólo tendrá que estar a tu lado.
Pedro se levantó, furioso.
—Están pidiendo demasiado. La han ignorado durante todos estos meses y ahora, de repente, quieren presentársela a todo el mundo. Es demasiado. Nos casaremos como habíamos pensado.
Ana se volvió hacia Paula.
—Por favor... es una cuestión de honor familiar.
—¿Y dónde estaba el honor cuando nació mi hijo?
—¡Pepe! —exclamó Paula—. No importa. A Nico le encanta estar con su abuela... y ya has visto que enseguida se ha entendido con su abuelo. No me importa hacerlo, de verdad... si tú me das la mano.
—No tienes por qué.
—No me importa. Vamos a casarnos, ¿No?
—Sí, pero...
—Tu madre ha dicho que me ayudaría.
—Y lo haré —le aseguró Ana.
—¿Lo ves? No va a pasar nada.
Pedro dejó escapar un suspiro.
—Muy bien. Pero Paula elegirá el vestido.
—Por supuesto —sonrió su madre—. Ella es la novia.
La novia... Le sonaba raro. Paula no se sentía como una novia. Ser la madre de Nico, vivir con Pedro, habiendo sufrido lo que sufrió... una boda así le resultaba algo irreal. En realidad, sólo era una forma de asegurarse de que Pedro no perdía nada casándose con ella. Pero... quizá se sentiría como una novia el día de la boda.
Nico llegó corriendo, emocionado.
—¡Mamá, mamá! Hay una piscina y una pista de tenis y muchas flores como las que te gustan— pero no están en tiestos.
Horacio entró en el salón y Paula le sonrió, esperando una respuesta. Pero el padre de Pedro apenas la miró. Miró a su mujer, que asintió con la cabeza, como si fuera una señal.
—Veo que están de acuerdo con los planes de boda.
—Sí —murmuró ella, aunque su actitud estaba empezando a hacer que dudase.
—No tenía ninguna duda de que sería así —replicó Horacio, arrogante—. Al no tener familia y viendo todo lo que podemos ofrecerte...
Paula apretó los dientes. Todo el odio que había sentido por los Alfonso volvió de nuevo al oír esa frase mezquina y grosera.
—Tengo una familia, señor Alfonso. Tengo a mi hijo. Y créame, podría llevármelo de aquí cuando quisiera... por mucho que usted pueda ofrecerle. Sólo he venido por Pedro, porque lo quiero...
Pedro la tomó del brazo.
—Nos vamos.
—Horacio, no lo entiendes. Ella no quiere nada —empezó a decir Ana.
—Vámonos —insistió Pedro.
—No, no. No quiero que se vayan—insistió su madre, tomándolo del brazo—. Horacio, estás equivocado...
Era una situación muy dolorosa, pero Nico pareció entenderla de inmediato.
—Abuelo, ¿Por qué no quieres a mi mamá?
Paula tuvo que disimular una amarga carcajada. ¿Quererla? Apenas podía estar en la misma habitación con ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario