jueves, 3 de noviembre de 2016

Un Amor Inocente: Capítulo 25

El corazón de Paula dió un salto al ver la limusina negra estacionada frente a su casa, como cada tarde durante los últimos tres días. Una de sus clientes se percató también. Una limusina como aquélla estaba completamente fuera de lugar en aquel barrio. Tanto como el Ferrari rojo de Pedro.

—¿Hay alguna boda?

—No lo sé —contestó Paula.

La mujer se encogió de hombros mientras abría la verja. A ella no le incumbía la limusina, pero a Paula...

Las ventanillas oscuras hacían imposible ver quién estaba dentro del coche, pero tenía la sensación de estar siendo observada. Pedro estaba fuera esa semana, en Cairns. Su padre debía de saberlo. ¿Era alguien de la familia Alfonso? ¿Qué estaban buscando? ¿Querrían encontrar algo de lo que poder acusarla? No había nada. Pero eso no significaba que no pudieran intentarlo. ¿O estaba siendo paranoica?

Paula intentó olvidarse de la limusina mientras se daba una ducha y se ponía unos vaqueros para ir a buscar a Nico al colegio. Sólo tres semanas más y se habría terminado. Su vida en Brighton-Le-Sands habría terminado. Pedro quería que se casaran antes de Navidad. Luego vivirían en su departamento, en la playa, hasta que hubiera rescindido el contrato con la empresa. Y después buscarían otro sitio, aún no sabían dónde.

Pedro pensaba abrir su propio gabinete de arquitectura. Todo estaba decidido. Pero la limusina negra hacía que se sintiera incómoda. Paula decidió que se lo contaría a Pedro por la noche, cuando llamara por teléfono.

Había informado a su familia de su próximo matrimonio y, como esperaban, la noticia no había sido recibida con agrado. Pedro decía que no le importaba. El futuro que deseaba estaba con ella y con Nico. Paula lo creía. Durante todo aquel año había demostrado que era feliz con ellos y había intentado por todos los medios convencerla de que debían casarse. Su decisión de dejar la empresa de su padre era la prueba de que había roto con una influencia que podría ser perjudicial en sus vidas. Y eso le daba más confianza en el futuro. Pero ¿Lo dejaría en paz su familia?

La limusina seguía allí cuando salió de casa. Pensó ir en el Alpha Romero para no sentirse observada, pero hacía un día precioso y a ella le gustaba pasear. Además, no tenía nada que esconder. Nico empezó a contarle los preparativos para el concierto del colegio. Acababan de tener el primer ensayo y él formaba parte del coro... Cuando llegaron a casa, la limusina seguía allí.

—El coche negro está ahí otra vez, mamá.

—Sí, es verdad.

—A lo mejor es de un gigante —dijo el niño—. Un gigante que tiene los brazos muy largos y no le caben en un coche pequeño.

—Podrías tener razón —intentó sonreír Paula. Horacio Alfonso era un gigante... con brazos muy largos.

—¡Mira, mamá! ¡Se ha abierto la puerta! —gritó Nico, emocionado.

De modo que había alguien tras los cristales oscuros. Skye se puso tensa, pero la persona que salió del coche era un chofer uniformado. «Sigue caminando», se dijo a sí misma, apartando la mirada.

—Es una señora —la informó Nico.

Una señora, por supuesto. Paula no pudo evitar una punzada de amargura al reconocer a la madre de Pedro. El chofer escoltó a Ana Alfonso hasta la verja y luego ella, una vez a salvo en la acera, le hizo un gesto para que se alejara.

—¿Viene a casa, mamá? —preguntó Nico.

—A lo mejor se ha perdido —suspiró Paula.

Ana Alfonso era tan impresionante como siempre, elegantemente vestida de negro, con el pelo más gris de lo que ella recordaba, pero perfectamente maquillada. Era alta, con una figura voluptuosa, muy italiana. Estaba mirando a Nico, como había hecho Pedro... el hijo de su hijo, su único nieto.

—¿Por qué me está mirando, mamá?

—A lo mejor le recuerdas a alguien —contestó Paula.

Tendría que presentarle a su hijo. ¿Y luego qué? ¿Para qué habría ido a verla Ana? ¿Por qué ahora? ¿Querría evitar la boda? ¿Habría ido precisamente cuando su hijo estaba de viaje para destruir la confianza en su amor? El instinto protector de Paula le dijo que debía apartar a Nico de cualquier discusión.

—¿Quería algo?

Ana Alfonso levantó la mirada.

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