martes, 25 de octubre de 2016

Un Amor Inocente: Capítulo 12

Su precioso pelo, suave, sedoso, increíblemente sensual... acariciarlo, acariciarla a ella había sido la mecha que encendió su deseo, la que lo llevó a un sitio al que no quería ir aún. Y, desde luego, no con el frenesí que se había apoderado de él. Paula lo abrazaba. ¿Era una reacción al clímax o un deseo de estar cerca? Tenía que moverse, tenía que decir algo antes de que ella fuera consciente de lo que acababa de pasar, antes de que lo lamentase, de que lo desdeñase como una vez la había desdeñado él.

Pedro se tumbó de espaldas, llevándola con él, atrapando una de sus piernas para mantener el contacto íntimo, pasando una mano por su espalda, por la curva de su trasero, deseando que ella sintiera que la estaba amando. El sexo había sido demasiado crudo, demasiado rápido. Había querido ganarse su confianza, pero... Que Paula le tuviera miedo era insoportable, una barrera que tenía que romper, aunque había perdido de vista ese objetivo cuando se puso a llorar. Y no había anticipado su fiera respuesta.

Dada la hostilidad de Paula, una hostilidad justificada, ¿Qué había detrás de su pasión? No podía creer que siguiera deseándolo después de lo que había pasado. Aunque sin duda era así; su respuesta en la cama era la misma. Pero ¿Era eso suficiente como para construir una relación? Tendría que serlo porque no podían volver atrás. Además, para Nico sería mejor tener un padre y una madre. Y demostraría que su decisión de hacerse responsable del niño era firme. Tenía que decírselo, antes de que Paula se apartara. Sabía que iba a sonar mal, pero si hablaba de sentimientos ella podría rechazarlo. Paula no confiaría en eso. De modo que Pedro simplemente anunció lo que deseaba:

—Quiero casarme contigo.

 Casarse con él... La sorprendente propuesta despertó todo tipo de alarma en su cerebro. Paula no había querido pensar en lo que acababan de hacer. Era más fácil dejarse llevar, bloquear la realidad hasta que tuviera que enfrentarse con ella. Pero una propuesta de matrimonio... Intentó apartarse, oyendo los latidos de su corazón, un sonido agradable un momento antes, turbador en aquel momento.

—No. Quédate conmigo —dijo Pedro.

—No conviertas esto en una pelea. Deja que me aparte.

—¿Por qué?

—Acabo de recordar quién eres —contestó Paula, sin importarle que eso le hiciera daño, deseando poder pensar, no dejarse influir por la fuerte conexión sexual que había entre ellos.

—No digas eso —exclamó Pedro, tumbándola de espaldas, con un brazo a cada lado de su cara, mirándola a los ojos—. Tú sabías que era yo quien te estaba besando... sabías con quién estabas en la cama... sabías quién...

—¿Estaba dándose un revolcón conmigo? —lo interrumpió ella.

—Tú querías esto, Pau.

Lo estaba usando contra ella, estaba usando esa rendición insensata, esa fantasía de que estaban juntos otra vez, su amor tan fuerte que podía con todo. No era así. Pedro había estado con otras mujeres mientras ella tuvo que lidiar sola con todo.

—¿Lo has pasado bien, Pedro?

—No lo habría pasado tan bien si tú no hubieras respondido como lo has hecho — contestó él.

—Y crees que puedes aprovecharte, que puedes entrar en mi vida...

—Éramos una pareja estupenda, Pau.

—Una pena que no pensaras eso hace seis años.

—Pero tenemos un hijo. Deberíamos ser una familia.

Nico. Eso era lo único que le importaba.

—Una familia es algo más que un hijo. No quiero que seas mi marido.

—Pero te has acostado conmigo...

—Quería que recordases lo que habías perdido, Pedro. ¿Cuántas mujeres ha habido después de mí?

—Eso es irrelevante —contestó él.

—Cuando te acostabas con ellas, ¿Te acordabas de mí?

—Sí. Nunca he encontrado a una mujer como tú.

Por un momento, la vehemente respuesta dejó a Paula sin palabras. Para ella, sólo había existido Pedro, nadie más. Si él sentía lo mismo... Pero no podía ser. Había aceptado la palabra de su hermano, había puesto a su familia antes que a ella.

—¡No te creo! —exclamó, saltando de la cama.

—¡Es verdad!

—¡Cállate, Nico está en la otra habitación! —exclamó Paula, poniéndose la bata.

—Nuestro hijo —le recordó Pedro—. ¿No crees que sería mejor para él tener un padre?

Paula se volvió, furiosa.

—Eso es lo único que quieres, ¿No? A Nico, no a mí.

—Te equivocas. Los quiero a los dos.

Seguía tumbado en la cama, apoyado en un codo, desnudo y magnífico. Era lógico que no hubiera deseado a otro hombre. Quizá no lo haría nunca. Y podía tenerlo. Sólo tendría que decir que sí...

Pero ¿Podría vivir con él y ser felíz? ¿Cómo iba a confiar en él después de lo que había pasado?

Tenía que decirle que se fuera, echarlo de su casa, no dejar que jugara con sus traidores sentimientos. La sensación de intimidad seguía flotando en el aire y Paula decidió encender la luz. Con la luz encendida, podría ver las cosas con más claridad. Pero eso no la ayudó nada. La desnudez de Pedro era más poderosa con la luz encendida, recordándole vivamente lo que acababa de pasar, lo que había sentido...

2 comentarios:

  1. Muy buenos capítulos! Pedro está poniendo todas las cartas sobre la mesa! No sé si dará resultado!

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