martes, 4 de octubre de 2016

La Venganza: Capítulo 16

Al  día  siguiente,  cuando  Paula  llegó  a  la  oficina,  él  no  estaba.  Como  tenía  mucho  que hacer, se puso a trabajar. Poco después de las doce entró Pedro.  Parecía  cansado,  lo  revelaban  las profundas  arrugas  que  surcaban  su  rostro.  Llevaba puesto un elegante traje negro que le sentaba a la perfección y resaltaba su corpulenta figura.

 -Café -fue lo primero que le dijo cuando pasó junto a ella, rumbo a su oficina.

Paula se quedó intrigada. Ni siquiera se había fijado en ella, ni mucho menos en su precioso  vestido verde,  se  lo  había  puesto  para  deslumbrarle  y  él  ni  se  daba  cuenta.  No podía ser posible tanta indiferencia. él tenía que estar rendido a sus pies cuando ella accediera a concederle la primera cita... Unos minutos después le llevó el café. Al mirarle esbozó una amplia sonrisa.

-Pareces muy contenta -le dijo él. bromeando. La sonrisa permaneció fija en los labios de la chica.

-¿Hay alguna razón para estar triste?

 -¿Has llamado al hospital? -preguntó tenso.

-¿Al hospital? Yo... Claudio. Recordó que la operación iba a hacerse ese mismo día. ¿Le habría pasado algo a su antiguo jefe.

-Pues... no ha llamado nadie. Sólo los recados que he dejado sobre su escritorio, varios eran de Melisa.

-Puedes irte a comer -contestó Pedro con frialdad-. Yo me las arreglaré solo.

Paula abandonó  la  oficina  con  la  certeza  de  que  su  aprecio  por  ella  había  disminuido.  Sabía que  la  operación  de  Claudio  era  esa  misma  mañana,  pero  la  felicidad  de  saber  que  su venganza  estaba  a  punto  de  realizarse  le  había  hecho  olvidar todo lo demás. Se  enfadó  consigo misma.  No  debía  permitir  que  su  batalla  privada  con Pedro y su padre empañara sus relaciones con otras personas. Claudio y Rosa siempre habían sido muy buenos con ella.

Cuando regresó  a su  escritorio,   llamó  al  hospital,  donde  le  dijeron  que  Hammond seguía en la sala de operaciones. Fue la hermana de Rosa quien se puso al teléfono y le aseguró que llamaría cuando hubiese noticias. Paula se sintió mejor después de haber llamado, era como volver a la normalidad. No  podía  permitir  que  la  venganza  la  agobiara.  La  fotografía  de  David y  su  novia la  había deprimido, pero debía olvidarse de todo. Tenía un propósito, una venganza que intentaba llevar a cabo hasta sus últimas y amargas consecuencias. Comió con Laura , como de costumbre; de hecho era la única hora en la que veía a su amiga. Ya casi nunca estaba en el apartamento y eso le preocupaba. No porque   Laura necesitara   sus   cuidados;   parecía   encantada   y  charlaron animadamente, mientras se  comían sus  bocadillos  en  el  comedor del personal.

-¿Qué se siente al trabajar para Superman? -preguntó Laura.

-Es muy eficiente.

-También muy guapo -Laura sonrió-. ¿Todavía no te ha invitado a salir?

-¡No!

-No  te  pongas  así  -rió  Laura-.  Ví  que  te  devoraba  con  los  ojos  durante  la  boda,  habría  sido muy  tonta  si  no  me  hubiese  dado  cuenta  de  que  le  gustas.  Estaba segura de que ya te habría llevado a alguna parte.

-Bueno... sí, lo intentó -reconoció Paula después de dar un sorbo al té.

-¡Y le dijiste que no! -exclamó la amiga, incrédula-. ¿Cómo es posible que hayas rechazado tal oferta?

Paula torció la boca al recordar los métodos persuasivos de Pedro. Sin duda, su encanto y sus besos, habían vencido a las mujeres más fuertes, sin embargo con ella sería distinto.

 -No fue difícil -contestó sinceramente.

-¡Estás loca! -exclamó Laura.

Paula arqueó un ceja.

-¿Me estás diciendo que, si te hubiera invitado a tí, habrías aceptado?

-Bueno no, yo no aceptaría. Es diferente. Tengo a Lucas, pero tú no sales con ningún muchacho en serio -parecía apenada.

 -Bueno, ¿Hasta qué punto es serio Lucas? -preguntó Paula tranquilamente.

Laura se ruborizó.

-Me pidió que me fuera a vivir con él -anunció con cierta desgana.

Paula no hizo ningún gesto. Había aprendido a ocultar sus sentimientos cuando su padre estaba procesado y la prensa, ansiosa de noticias, buscaba cualquier cambio de  expresión  en  su  rostro.  Los  periodistas  la  llamaban  la  muchacha  de  hielo  y  ella,  exceptuando  el  tiempo  que  estuvo enamorada  de  David,  siempre  hizo  honor  a  ese  calificativo.

-¿Sí?

-¿Crees que debo aceptar? -le preguntó la amiga mordiéndose el labio, parecía infantil y muy vulnerable en ese momento.

Paula se encogió de hombros.

-Es una decisión que sólo tú debes tomar. ¿Quiere casarse contigo?

-Dice que más adelante -de nuevo, Laura volvió a sonrojarse.

-No está seguro.

-Piensa que debemos vivir juntos primero durante un tiempo -comentó avergonzada-. Como un ensayo de matrimonio.

-Ya veo. ¿Y qué te parece eso?

 -Lo estoy meditando -respondió-. Es una decisión muy importante.

Paula deseaba decirle a Laura lo que realmente pensaba: que cometería una tontería si accedía a las pretensiones de Lucas. Era obvio que él no tenía la más mínima intención de comprometerse. Pero si se lo decía. y él rompía con ella por esa razón, su amiga la culparía. Sólo Laura debía decidir.    


 -Estás muy pensativa -le dijo Pedro cuando entró en la oficina.      

Paula se sentó sin prisas. Vió que Pedro, por fin, le prestaba atención.

-¿A cuál prefieres? -preguntó la chica-. ¿A la alegre o a la pensativa?

-La verdad es que a ninguna de las dos -dijo en tono burlón, sentándose en el borde de la mesa.

 -¿No? -preguntó mirándole de frente.

-No -sonrió él, la frialdad había desaparecido-. Prefiero verte entre mis brazos.

Quería  ponerla  nerviosa  y  lo  logró.  No  podía  controlar  el  color  de  sus  mejillas  y  la  mirada que  le  dirigió  fue  bastante  severa.  Pedro no  se  movió,  sus  ojos  se  oscurecieron  al  posarse descaradamente  en  el  escote  de  ella.

 -Me temo que eso no va a ser posible -contestó con voz suave.

-¿Tienes miedo, Paula? -preguntó-. Eso ya es un paso adelante.

-¡No me digas! -procuró sostener la mirada de los acerados ojos. Él rió.

-De nuevo te cierras en banda -comentó burlándose.

Lo  sabía,  también  sabía  que  si  él  pudiese  leer  sus  pensamientos, caería  fulminado. No podía soportar que la mirara; era casi como si la tocara.

-¿En qué piensas? -le preguntó él levantándose.

Paula respiró aliviada cuando él se apartó, recuperada la tranquilidad.

-En nada, señor Alfonso-la voz era fría-. ¿En qué podría estar pensando?

El  abogado  sonrió,  con una mezcla de desprecio  y altanería.  Por  lo  general,  trataba a las mujeres de forma mucho más sutil, pero siempre era él el cazador y la mujer la presa. Ese hombre siempre sería quien llevase la iniciativa, y no parecía posible que ninguna mujer invirtiera los términos.

-No sé... -movió la cabeza-. Desde aquella primera semana no he podido volver a leer ni uno solo de tus pensamientos.

Ella trató de esbozar una sonrisa maliciosa, aunque más bien resultó triunfal.

-A lo mejor tengo algo que ocultar -la voz parecía alegre.

 -A lo mejor -musitó él-. Bueno. me voy a comer. Ah, Paula-se detuvo frente a la puerta, con la mano en el picaporte.

-¿Sí? -preguntó tensa.

-Llamaron del hospital.

Se alarmó. Tenían que ser buenas noticias, Pedro no era capaz de bromear estando  Claudio en peligro.  Su  cambio  de  humor  daba  a  entender  que  su  jefe  estaba bien. Era obvio que quería al viejo, y se preocupaba por él.

-¿Está bien? -preguntó tranquila.

 -Sí -rió Pedro-. Necesitará un tratamiento intensivo durante bastante tiempo, pero esperan que no hayan complicaciones.

-¡Gracias a Dios! -exclamó aliviada.

-Sí -dijo Pedro sombrío-. Iré a verle mañana por la noche, cuando ya se le haya pasado un poco el efecto de la anestesia, supongo que no te importaría venir conmigo.

Esperaba una negativa, y se tomó su tiempo para decidir. Deseaba visitar a  Claudio,  quería  verle; pero  si  aceptaba  esa  invitación  le  estaría  dando  esperanzas, haciéndole pensar que podría aceptar otras. ¡Qué pensara lo que quisiera!

 -Sí, iré.

Pese a su habitual aplomo, Pedro se quedó sorprendido por la rápida aceptación de la muchacha.

-¿Has dicho que sí? -preguntó, incrédulo.

Ella rió al ver el asombrado rostro de él.

-Sí.

-¿Iremos a cenar después? Trataba de forzar la situación.

-No creo.

Pedro suspiró.

-¡Supongo  que  un  sí  ya  es  algo!  Está  bien,  Paula.  iremos  a  ver  a  Claudio,  juntos,  mañana por  la  noche.  Juntos...  me  gusta  el  sonido  de  esa  palabra  cuando está aplicada a tí y a mí. Sonrió pícaramente. Con un poco de suerte, puede que salgan bien las cosas. Creo que tú y yo vamos a pasar muchos momentos juntos.

Una luz de esperanza brillaba en sus ojos cuando abandonó la habitación. Juntos. Sí, estarían juntos y cada momento sería una tortura para Pedro Alfonso.

1 comentario:

  1. Muy buenos capítulos! Pobre Pedro, está esperanzado cuando en realidad Paula le está tejiendo las redes! que mala!

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