sábado, 15 de octubre de 2016

La Venganza: Capítulo 33

Se quitó toda la ropa y se dirigió al baño. Pedro reprimió una exclamación de deseo al verla desnuda.

Paula sonrió satisfecha ante la excitación de Pedro.

-Ven conmigo -dijo, cuanto estuvo bajo el agua tibia.

Pedro se  metió  sin  desnudarse  del  todo.  Tenía  la  mirada  fija  en  los  labios  de  la  chica,  sus  pantalones  se  empaparon  en  cuestión  de  segundos  y  su  pelo  también  cuando inclinó la cabeza para besarla.

-Quítate la ropa -le pidió temblorosa mientras Luke le besaba la suave piel del cuello.

 -Quítamela -gimió él-. Ámame, gatita.

Jamás  había  desvestido  a  un  hombre.  Le  besó  los  hombros,  abrió  la  cremallera  de sus pantalones y se los bajó. quitándole a la vez los calzoncillos negros. Pedro quedó desnudo frente a ella.

 -Hazme tuya Pedro-le rogó. ¡Ahora! -estaba demasiado excitada para esperar más, el deseo le quemaba la piel.

-¿Querida...?

-¡Ahora! Le rodeó el cuello con sus brazos. Sería Paula la que tendría que llevar la iniciativa hasta el final. Le abrazó con fuerza.

-Oh Pepe... Gimió, a medida que él hacía temblar todas y cada una de las fibras de su cuerpo; el placer aumentaba y la joven se dio cuenta de que Pedro conocía muy bien el juego erótico previo al acto amoroso.

El corazón de Pedro latía cada vez más deprisa. La chica gimió cuando una ola de placer recorrió todo su cuerpo Sintió un calambre cuando Pedro abrió el grifo de agua fría y ésta comenzó a caerle encima.

-¡No, Pepe! -las lágrimas brillaron en sus ojos ante aquella inesperada crueldad-. -¿Pepe...? -comenzó a temblar,  sentía las gotas de agua como pequeños pinchazos sobre la piel. La llevó hasta la cama y la tapó con las sábanas. inmediatamente se unió a ella. Estaba mojada. Comenzó a hacerle el amor de nuevo, la frialdad del agua había despertado sus sentidos de tal manera, que ahora cada caricia parecía quemar, y la unión fue tan ardiente como la anterior.

-Eres terrible -susurró ella después.

-¡Bruja! -exclamó Pedro frotándose un cardenal del hombro. que ella le había hecho con los dientes-. ¡Tendré que soportar las heridas de tu pasión durante toda la vida!

-También yo. El dulce tono de voz de ella contrastaba con el ronco de él, de nuevo sus ojos se encendieron.

Pertenecía a Pedro en cuerpo y alma, aunque sabía que él no tardaría en  dejar  de  quererla.  Se  volvió  hacia  él  con  un  deseo  desesperado  en  los  labios.

-Por favor, hazme el amor de nuevo.

 Él sonrió con regocijo.

-Si  cuando  nos  casemos  eres  así  de  exigente,  nunca  llegaré  al  trabajo,  y  si  llego  no  tendré fuerzas  para  hacer  nada.  ¿Bueno  y  a  quién  le  importa  ahora  el  trabajo? -preguntó mientras la besaba.

Pasadas  las  ocho,  Pedro  la  llevó  al  departamento.  Paula insistió  en  irse  sola  al  trabajo,  sabiendo  que  le  tendría  que  dar  alguna  explicación  a  Laura  por  lo  de  la  noche anterior.

 -Otro tonto que cae -le dijo brevemente a la muchacha cuando entró en el apartamento y encontró a su amiga sentada en la cocina desayunando.

 -No lo creo -Laura se levantó-. Pedro te ama, eso se nota; cualquiera podría darse cuenta. ¿Quieres una tostada?

Paula no sintió la más mínima pena, y en parte se debió a la actitud de Laura, que le pareció demasiado distante.

-No, gracias -se dirigió a la habitación para cambiarse de ropa-. Ya he desayunado.

Laura asintió, y se quedó parada en la puerta, mientras Paula se vestía.

-¿Cómo te fue con su padre? ¿Es tan formidable como dicen? -preguntó interesada.

 -No. No es más que un triste anciano. ¿Qué tal el sábado con Germán? -no habían tenido muchas ocasiones de hablar.

Laura encogió los hombros.

-Bien,  ayer  volví  a  salir  con  él.  No  creo  que  vaya  a  ser  la  gran  pasión  de  mi  vida, pero es agradable. A propósito, ayer vinieron a buscarte.

-¿A mí? -Paula buscaba afanosamente en el armario el zapato negro que le faltaba.

-Sí.

-¿Quién? -preguntó.

 -Él no dijo quién era -respondió encogiéndose de hombros.

 -¿Él? -repitió Paula interesada.

-Sí. Sólo preguntó por tí y cuando le dije que no estabas aquí, aseguró que te buscaría.

 -Espero que no me encuentre cuando Pedro esté presente -sonrió-. Es muy posesivo.

-¡Ya me dí cuenta! -exclamó Laura riendo.

Paula miró el reloj.

-Será mejor que nos vayamos o llegaremos tarde. Andrea y Gabriel regresan hoy -sonrió. -Andrea no podría estar más feliz de lo que te encuentras tú hoy. -Estás muy guapa, Pau.

-Gracias -se sonrojó a sabiendas de que la noche pasada en brazos de Pedro era lo que le había hecho adquirir aquel magnífico aspecto.

Cuando llegó a la oficina, la puerta de Pedro estaba cerrada, pero no le importó. Un rato a salvo de la apasionada mirada de él le per mitiría al menos abrir la correspondencia, pues sabía que sería incapaz de hacerlo cuando estuviera cerca de ella, mirándola. La noche anterior había vivido la experiencia más hermosa de su vida, sobre todo cuando despertó y se encontró entre los brazos de él. La besó con ternura y le dijo que la amaba y la necesitaba, pidiéndole que se fuera a visir con él hasta que pudieran casarse el fin de semana siguiente. Ella sabía que no habría boda, pero estaba dispuesta a disfrutar lo más que pudiera antes de que la felicidad le fuera arrebatada una vez más. La puerta de la oficina de Pedro se abrió. Levantó la vista con una sonrisa encantadora, sonrisa que se congeló al reconocer al hombre que estaba allí. David Phillips. ¡Y había visto a Pedro! ¿Qué le habría dicho?Supo la respuesta. Le habían arrebatado la felicidad mucho antes de lo que esperaba.

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