sábado, 8 de octubre de 2016

La Venganza: Capítulo 21

Laura estaba en la habitación acostada en la cama, llorando.

- ¿Lau?  se sentó al borde de la cama-.  ¿Lau, qué  pasa?

 La  chica continuó  llorando  durante  varios   minutos,  cuando levantó la cabeza tenía el      rostro hinchado de tanto llorar.

-¿Está enfermo Lucas? -preguntó.

 -¿Enfermo?

Laura se incorporó para limpiarse las lágrimas de las mejillas.

 -Ojalá lo estuviese, y yo fuera la causa de ello.

-Cuéntame -le pidió Paula con suavidad.

-Lucas tiene otra chica y la veía mucho antes de empezar a salir conmigo.

Era peor de lo que ella imaginaba, aunque ya sabía que para Lucas, Laura no era la mujer de su vida. Se compadeció de su amiga.

-¿Cómo te enteraste?

Laura  rió con amargura y se puso de pie.

-Me lo dijo -le confesó irónica, con lágrimas en los ojos-. ¿Te conté que me pidió que me fuera a vivir con él? Bueno, cuando anoche le dije que no estaba segura,  dijo que ya no  importaba,  que  existía  esta  otra  muchacha,  Jesica,  quien  había  aceptado  irse  a  vivir  con él  este fin de semana. Había quedado conmigo sólo para decirme adiós -comenzó a llorar de nuevo.

Paula  se  levantó  para  abrazar  a  su  amiga  y  dejarla  llorar.  La  insensibilidad  de Lucas sólo le confirmó lo que ya sabía, que no debía fiarse de los hombres. Había  algunos  en  los  que  sí  se  podía  confiar,  como  Claudio  y  Javier,  pero  eran la excepción que confirma la regla y sin duda, Lucas no pertenecía a esa clase.  Laura se hizo a un lado sonriendo brevemente.

-Lo paradójico es que si yo hubiese aceptado hace dos días, yo sería la que se estaría mudando y esta muchacha, Jesica, sería la que lloraría ahora.

-¿Y te gustaría estar en su lugar?

-¡No! Estoy triste porque todo acabó. yo creía amarle. ¿Te has dado cuenta de que  hablo  en pasado?  -se  burló  con  amargura-.  He  sido  tan  tonta...  Sí,  estoy  muy afectada, pero piensa que estaría peor si me hubiese cambiado y después me hubiera  dado  cuenta  de  que  se  estaba  burlando  de  mí.  ¿Sabías  que  fuimos  amantes?

-Sí -asintió Paula.

-Claro que lo sabes. ¡Que tonta soy! -exclamó Laura suspirando.

Paula se encogió de hombros.

-Estabas enamorada.

-Y ahora creo que le odio. Es más fácil odiarle que amarle -expresó Laura, triste.

También ella pensó así una vez, pero esa noche se había dado cuenta de que podía volver a gustarle un hombre, por ejemplo Pedro, se lo había pasado bien  con  él,  hablando  de  cine  y  de  música,  y había  descubierto  que,  en  ese  aspecto, tenían gustos muy parecidos. Pero pronto mostró lo que era, su actitud fue totalmente machista cuando habló sobre Laura. Todos eran iguales, Pedro no podía ser la excepción.

Laura se  pasó  llorando  toda  la  noche,  pero  como  pretendía  esconder  sus  sollozos,  Paula fingió  no  escucharlos.  Se sentía muy  humillada y no quería  que  nadie supiera lo destrozada que estaba. Al día siguiente, Laura se levantó pálida y ojerosa. Paula insistió en que desayunara y comiera algo.

-¡No sé cómo fui tan estúpida! -exclamó, rompiendo el silencio después de la comida,  antes  sólo  le  había  contestado  a  Paula con  monosílabos-.  Debí  suponer  que lo único que quería era sexo. Es lo que buscan todos los hombres.

Paula no tuvo fuerzas para rebatirle aquella afirmación. Sabía muy bien que era lo único que Pedro deseaba de ella. Si se dejaba convencer, cualquier idea de matrimonio se desvanecería. Pero ella no iba a permitir que él se olvidara de sus promesas.

-Lo siento. No he querido decir eso... después de todo, yo acepté encantada ¿O no? -Laura sonrió con amargura.

-Creíste amarle.

-Sí. No es exactamente una excusa. ¿O sí? -preguntó.

-No necesitas una excusa para amar y eso era lo que estabas

-Mis padres se habrían escandalizado. No sabes lo afortunada que eres Pau, al no tener padres como los míos que te piden cuentas. Bueno, ya estoy harta de hablar de mí. ¿Cómo te fue con Pedro anoche?

Paula pensó que su  amiga era digna de admiración.  Lo lógico  era  que  estuviera  molesta con todos los hombres, sin embargo no era así, pues le había preguntado por Pedro con mucho interés. La verdad era que la chica no sabía muy bien cómo le había ido. Le gustó que él  la  estrechara  entre sus  brazos.  Pero  Pedro no  debía  pensar  igual,  porque  eran  casi  las  dos de la tarde y aún no había llamado por teléfono, como le prometió la noche anterior.

-Muy bien.

-¿Vas a volver a verle?

-No quedamos en nada -contestó la verdad.

-Es maravilloso, ¿No crees? -Laura le dirigió una mirada de envidia.

 -Pensé que estarías molesta con todos los hombres -bromeó paula,  sin contestarle a Laura.

Su amiga sonrió.

-No  con  los  de  esa  clase,  tiene  su  propio  estilo  -dijo  la  chica  levantándose  inquieta-.   Vámonos   de   compras.   No hay nada que me haga más ilusión que probarme ropa cara y luego decirle a la dependienta que no me gusta cómo me sienta.

Paula no sabía si ir o no. Si se iba con Laura, Pedro podría llamar y ella no estaría. Sin embargo, si llamaba y no estaba le demostraría que no siempre se encontraba a su disposición.

-Sí. vamos -aceptó de buen grado la proposición de su amiga..

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