Laura estaba en la habitación acostada en la cama, llorando.
- ¿Lau? se sentó al borde de la cama-. ¿Lau, qué pasa?
La chica continuó llorando durante varios minutos, cuando levantó la cabeza tenía el rostro hinchado de tanto llorar.
-¿Está enfermo Lucas? -preguntó.
-¿Enfermo?
Laura se incorporó para limpiarse las lágrimas de las mejillas.
-Ojalá lo estuviese, y yo fuera la causa de ello.
-Cuéntame -le pidió Paula con suavidad.
-Lucas tiene otra chica y la veía mucho antes de empezar a salir conmigo.
Era peor de lo que ella imaginaba, aunque ya sabía que para Lucas, Laura no era la mujer de su vida. Se compadeció de su amiga.
-¿Cómo te enteraste?
Laura rió con amargura y se puso de pie.
-Me lo dijo -le confesó irónica, con lágrimas en los ojos-. ¿Te conté que me pidió que me fuera a vivir con él? Bueno, cuando anoche le dije que no estaba segura, dijo que ya no importaba, que existía esta otra muchacha, Jesica, quien había aceptado irse a vivir con él este fin de semana. Había quedado conmigo sólo para decirme adiós -comenzó a llorar de nuevo.
Paula se levantó para abrazar a su amiga y dejarla llorar. La insensibilidad de Lucas sólo le confirmó lo que ya sabía, que no debía fiarse de los hombres. Había algunos en los que sí se podía confiar, como Claudio y Javier, pero eran la excepción que confirma la regla y sin duda, Lucas no pertenecía a esa clase. Laura se hizo a un lado sonriendo brevemente.
-Lo paradójico es que si yo hubiese aceptado hace dos días, yo sería la que se estaría mudando y esta muchacha, Jesica, sería la que lloraría ahora.
-¿Y te gustaría estar en su lugar?
-¡No! Estoy triste porque todo acabó. yo creía amarle. ¿Te has dado cuenta de que hablo en pasado? -se burló con amargura-. He sido tan tonta... Sí, estoy muy afectada, pero piensa que estaría peor si me hubiese cambiado y después me hubiera dado cuenta de que se estaba burlando de mí. ¿Sabías que fuimos amantes?
-Sí -asintió Paula.
-Claro que lo sabes. ¡Que tonta soy! -exclamó Laura suspirando.
Paula se encogió de hombros.
-Estabas enamorada.
-Y ahora creo que le odio. Es más fácil odiarle que amarle -expresó Laura, triste.
También ella pensó así una vez, pero esa noche se había dado cuenta de que podía volver a gustarle un hombre, por ejemplo Pedro, se lo había pasado bien con él, hablando de cine y de música, y había descubierto que, en ese aspecto, tenían gustos muy parecidos. Pero pronto mostró lo que era, su actitud fue totalmente machista cuando habló sobre Laura. Todos eran iguales, Pedro no podía ser la excepción.
Laura se pasó llorando toda la noche, pero como pretendía esconder sus sollozos, Paula fingió no escucharlos. Se sentía muy humillada y no quería que nadie supiera lo destrozada que estaba. Al día siguiente, Laura se levantó pálida y ojerosa. Paula insistió en que desayunara y comiera algo.
-¡No sé cómo fui tan estúpida! -exclamó, rompiendo el silencio después de la comida, antes sólo le había contestado a Paula con monosílabos-. Debí suponer que lo único que quería era sexo. Es lo que buscan todos los hombres.
Paula no tuvo fuerzas para rebatirle aquella afirmación. Sabía muy bien que era lo único que Pedro deseaba de ella. Si se dejaba convencer, cualquier idea de matrimonio se desvanecería. Pero ella no iba a permitir que él se olvidara de sus promesas.
-Lo siento. No he querido decir eso... después de todo, yo acepté encantada ¿O no? -Laura sonrió con amargura.
-Creíste amarle.
-Sí. No es exactamente una excusa. ¿O sí? -preguntó.
-No necesitas una excusa para amar y eso era lo que estabas
-Mis padres se habrían escandalizado. No sabes lo afortunada que eres Pau, al no tener padres como los míos que te piden cuentas. Bueno, ya estoy harta de hablar de mí. ¿Cómo te fue con Pedro anoche?
Paula pensó que su amiga era digna de admiración. Lo lógico era que estuviera molesta con todos los hombres, sin embargo no era así, pues le había preguntado por Pedro con mucho interés. La verdad era que la chica no sabía muy bien cómo le había ido. Le gustó que él la estrechara entre sus brazos. Pero Pedro no debía pensar igual, porque eran casi las dos de la tarde y aún no había llamado por teléfono, como le prometió la noche anterior.
-Muy bien.
-¿Vas a volver a verle?
-No quedamos en nada -contestó la verdad.
-Es maravilloso, ¿No crees? -Laura le dirigió una mirada de envidia.
-Pensé que estarías molesta con todos los hombres -bromeó paula, sin contestarle a Laura.
Su amiga sonrió.
-No con los de esa clase, tiene su propio estilo -dijo la chica levantándose inquieta-. Vámonos de compras. No hay nada que me haga más ilusión que probarme ropa cara y luego decirle a la dependienta que no me gusta cómo me sienta.
Paula no sabía si ir o no. Si se iba con Laura, Pedro podría llamar y ella no estaría. Sin embargo, si llamaba y no estaba le demostraría que no siempre se encontraba a su disposición.
-Sí. vamos -aceptó de buen grado la proposición de su amiga..
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