La siguiente semana fue la peor de su vida. Cuando rompió con David sufrió mucho y pensó que nunca volvería a sufrir de la misma manera. Sin embargo, esa semana se dió cuenta de que el dolor que le había causado su antiguo novio no era nada comparado con lo que sentía por Pedro.
Pedro no era más que una figura arrogante que paseaba por el edificio, sin tomarla en cuenta para nada, sin devolverle una sola de las miradas que ella le dirigía. Pasaba los días y las noches en un terrible sufrimiento. Laura notó su desesperación, aunque jamás hizo ningún comentario. Las dos salían juntas, y se consolaban mutuamente. El día que comió con Andrea, la chica le contó que Pedro tenía muy mal humor, reconocía sus méritos como abogado. pero era insoportable. Los dos sufrían por una situación que ella había creado. Una situación sin salida, ya que no tenía solución.
-¿Qué te pasa? -le preguntó su tía, preocupada, el domingo que llegó a visitarla-. ¡Estás espantosa!
-Por eso he venido, para que me des ánimos -sonrió burlona.
-No me vengas con sarcasmos, jovencita -dijo la tía Juana-. ¿En dónde está Pedro?
No se andaba con rodeos; así era la tía Juana.
-Hemos terminado -contestó Paula con igual franqueza.
- ¿Por que?
-Yo tuve la culpa.
La tía frunció el ceño.
-¡Me lo imaginaba! -gruñó-, él no sabía que tú eras la hija de Miguel.
-¿Quieres decir que sabías quién era Pedro? -Paula se quedó sin aliento a causa de la sorpresa.
-Por supuesto que lo sabía. ¡No soy tonta, niña! Lo supe cuan do escuché su apellido. Supuse que habías decidido olvidar tu odio hacía los Alfonso, pero ya veo que me equivoqué.
-No -confirmó Paula.
-Eres boba, Paula -la tía movió la cabeza-. El pasado es el pasado, y no hay que removerlo. Le amas, ¿no es así?
-Sí.
-Y él también te ama. Entonces... ¿Por qué no olvidan el pasado?
-Yo lo he hecho, él no puede. Ve en mí la culpa de mi padre...
-Te das cuenta –la interrumpió la tía con suavidad-, de que es la primera vez que reconoces que tu padre pudo ser culpable?
Paula asintió.
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