martes, 18 de octubre de 2016

La Venganza: Capítulo 37

La  siguiente  semana  fue  la  peor  de  su  vida.  Cuando  rompió  con  David sufrió  mucho y pensó que nunca volvería a sufrir de la misma manera. Sin embargo, esa semana  se  dió  cuenta  de  que  el dolor  que  le  había  causado  su  antiguo  novio  no  era nada comparado con lo que sentía por Pedro.

Pedro no era más que una figura arrogante que paseaba por el edificio, sin tomarla en cuenta para nada, sin devolverle una sola de las miradas que ella le dirigía. Pasaba   los   días   y   las   noches   en un   terrible   sufrimiento.  Laura  notó  su desesperación,  aunque  jamás  hizo  ningún  comentario. Las  dos  salían  juntas,  y  se  consolaban mutuamente. El  día  que  comió  con  Andrea,  la  chica  le contó  que Pedro tenía  muy  mal  humor,  reconocía sus méritos como abogado. pero era insoportable. Los dos sufrían por una situación que ella había creado. Una situación sin salida, ya que no tenía solución.

 -¿Qué te pasa? -le preguntó su tía, preocupada, el domingo que llegó a visitarla-. ¡Estás espantosa!

-Por eso he venido, para que me des ánimos -sonrió burlona.

 -No me vengas con sarcasmos, jovencita -dijo la tía Juana-. ¿En dónde está Pedro?

No se andaba con rodeos; así era la tía Juana.

-Hemos terminado -contestó Paula con igual franqueza.

- ¿Por que?

-Yo tuve la culpa.

La tía frunció el ceño.

-¡Me lo imaginaba! -gruñó-, él no sabía que tú eras la hija de Miguel.

-¿Quieres decir que sabías quién era Pedro? -Paula se quedó sin aliento a causa de la sorpresa.

-Por supuesto que lo sabía. ¡No soy tonta, niña! Lo supe cuan do escuché su apellido. Supuse que habías decidido olvidar tu odio hacía los Alfonso, pero ya veo que me equivoqué.

-No -confirmó Paula.

-Eres boba, Paula -la tía movió la cabeza-. El pasado es el pasado,  y no hay que removerlo. Le amas, ¿no es así?

-Sí.

-Y él también te ama. Entonces... ¿Por qué no olvidan el pasado?

-Yo lo he hecho, él no puede. Ve en mí la culpa de mi padre...

-Te das cuenta –la interrumpió la tía con suavidad-, de que es la primera vez que reconoces que tu padre pudo ser culpable?

Paula asintió.

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