jueves, 13 de octubre de 2016

La Venganza: Capítulo 29

-¡Cuánto me alegro! -exclamó hipócritamente.

-Entonces, ¿vendrás mañana conmigo?

 -Si es eso lo que quieres...

-Lo que yo quiero no parece importar mucho en este asunto. ¿Está Laura en casa? -preguntó de repente.

-No  -contestó  con  cautela,  sabía  la  razón  de  la  pregunta.  Pero  no  podía  mentirle, además él lo averiguaría-. Salió con un amigo de su hermano.

Estaba contenta de que Laura hubiera aceptado la invitación de un viejo amigo de su hermano. No era una cita formal. pero al menos hacía el esfuerzo por salir, prueba de que podía rehacer su vida. Había utilizado a Laura como  pretexto para  impedir que  Pedro fuera  al departamento durante toda la semana, pero esa noche tendría que invitarle.

-¿Quieres venir a tomar una taza de café? -preguntó la chica.

 -No, si no ofreces nada más -contestó cortante.

Era  una  advertencia.  Si  aceptaba  la  invitación  de  ella  era  porque  pretendía  hacerle  el  amor.  ¡Lo tomaba o lo  dejaba!  Pero si  lo dejaba  corría  el  riesgo  de  perderlo.

-Si tanto trabajo te cuesta decidirte, no me molestaré -comentó en voz alta al detener  el  coche  frente  a la  casa-.  Quizá  debamos  posponer  la  visita  a  mi  padre,  hasta  que  estés  más  segura  de  tus  pensamientos. El hecho de que te lleve a verle me compromete,  y  quedaría  muy  mal  si  le  digo, dentro de unas cuantas semanas,  que todo ha terminado entre nosotros.

-Sabes que eso no sucederá.

-¿Lo sé? Ni siquiera sé si estás enamorada de mí. No estoy acostumbrado a luchar tanto por lo que deseo, Pau -confesó con desgana-, y comienzo a cansarme...

Eso era lo que ella temía. Sin embargo, si aceptaba sus exigencias, sabía que, después de hacerla suya, él ya no querría casarse con ella.

-Creo que tienes razón, Pedro. Debemos cancelar la visita a tu padre -le dijo con frialdad, abriendo la puerta del coche-. Hasta que tú estés más seguro de tus sentimientos. En este momento ellos parecen estar sólo concentrados entre tus piernas.

Dió un portazo al salir, dirigiéndose al edificio sin volver la cabeza. Pasaron unos minutos antes de que él llamara al timbre. Paula supo enseguida que tenía que ser Pedro. su coche seguía estacionado en la puerta.

-Quizás sea verdad eso de que sólo pienso en el sexo. Fue lo primero que dijo cuando ella le abrió la puerta. -Pero  estoy  obsesionado,  ni  siquiera  sé  qué  día  de  la  semana  es...  Claro  que  te  quiero gatita.  No  podría  estar  enamorado de  tí  y  no  desear  hacerte  el  amor.  Me  has  estado  tentando toda  la  semana,  negándome  el  placer  de  tocarte.  Necesito tocarte, Pau. Necesito hacerlo todo el tiempo.

De  pronto,  sin  saber  cómo,  se  encontró  tendida  en  el  sofá,  con  Pedro junto a ella, él se había quitado la chaqueta y su vestido yacía sobre el suelo. Sus ágiles dedos lograron desabrocharle la camisa. Pedro apartó  el  sujetador  y  comenzó  a  acariciar  los  senos,  con  tal  suavidad  que  casi la  dejó  sin  respiración.  Su  piel  ardía  por  el  contacto  de  sus  manos,  que  siguieron recorriendo todo su cuerpo sin recato. Ella empezó a besar su pecho. le oyó gemir cuando le acarició una pierna, todas las partes de su cuerpo. Las manos de Pedro se posaron sobre sus suaves muslos y una fiebre arrolladora la envolvió haciéndola estremecerse. Estaba  inmersa  en una nube de pasión, cuando él la levantó para llevarla a la habitación.  Paula colocó  los  brazos  alrededor  de su cuello para acariciarle y atraerle hacia sí. Pero en vez de acostarse junto a ella, él le besó la frente con suavidad y después se irguió, mirándola con ojos de pasión.

-¡Que duermas bien, mi amor! -dijo con voz emocionada.

-¿Te vas...? -no podía admitir que el deseo, la pasión que la abrasaba no fuera satisfecha. Asintió. -Tengo que demostrarte que es amor lo que siento por tí y no sólo deseo.

Le dirigió una mirada compasiva, mientras se sentaba en el borde de la cama.

 -No  hay  rosa  que  desee  más  que  perderme  en  tu  cuerpo  y  hacerte  el  amor.  Pero tengo que dejar claro que no sólo deseo tu cuerpo sino también tu amor -se levantó  para  abrocharse  la camisa-.  Te  amo Pau  y  si  esto  no  es  prueba  suficiente, me doy por vencido.

Sabía el esfuerzo que le había costado no consumar el acto sexual, podía verlo en sus ojos.

 -Es prueba suficiente -aseguró ella conmovida.

Se le hizo un nudo en la garganta al ver los hermosos senos desnudos. pero, con esfuerzo, dió un paso atrás.

-Quiero tu respuesta ahora, Paula. No puedo esperar más. ¿Te casarás conmigo?

-Sí -no dudó sabiendo que él la amaba tanto como ella había deseado para llevar a cabo su venganza. Entonces, ¿Por qué se sentía deprimida, cuando debería estar contenta?

Pedro cerró  los  ojos,  un  hondo  suspiro  fue  la  prueba  de  su  alivio  ante  la  respuesta  de ella y se inclinó junto a  la cama para darle un  dulce beso en  la  boca.

 -Dime -la instó.

Sabía  lo  que  él  quería  que  ella  dijera,  sin  embargo  se  negaba  a  mentir,  dándose cuenta de que Pedro era mucho más inocente de lo que ella pensaba. Había decidido vengarse de Horacio Alfonso a través de su hijo, pero nunca se le había ocurrido pensar en los sentimientos de Pedro. Él  era  un hombre  que  no  se  enamoraba  con  facilidad:  sin  embargo,  nunca  ocultó su amor por  ella.  La amaba,  y  sufriría  un  golpe  muy  duro  cuando  tuviera  que terminar. ¿Por qué no lo habría pensado antes de meterse en eso? No tuvo en cuenta a Pedro. En ningún momento le interesó lo que pudiera su cederle al vengarse ella de su padre. Pero le importaba. Más de lo que había imaginado.

-Te amo -le dijo y supo que era la verdad.

Se había enamorado de Pedro sin darse cuenta: amaba al hijo de la persona que más odiaba. Pedro no era un hombre que perdonara fácilmente. Cuando supiera la verdad, la destruiría con la misma fuerza que ella quiso destruir a su padre.

-¡Te amo Pedro! -levantó los brazos y le atrajo hacia sí.

Tenía los ojos llenos de lágrimas mientras le besaba con dulzura. ¿Qué podía hacer? ¿Cómo podría detener sus planes de venganza, que estaban volviéndose contra ella de la manera más cruel.

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