martes, 4 de octubre de 2016

La Venganza: Capítulo 13

-Te  prometo  que  cuando  Gabriel regrese  de  su  luna  de  miel  podrás  ir  a  trabajar con él. No creo que a Andrea le  importe trabajar conmigo.

La muchacha sabía que en esos momentos Pedro era sincero y decidió confiar en él.

-Creo que será lo mejor.

-Está bien, si así lo quieres -arrastró las palabras-. Y te ase guro que de ahora en adelante nuestras relaciones serán estrictamente profesionales.      

Le miró con frialdad.

-Por mi parte nunca han sido de otra manera.

-Si yo tuviera tiempo... -se interrumpió enfadado.

-¿Qué haría? -preguntó desafiante.

La miró fijamente.

-Si  tuviera  tiempo  te  arrancaría  esa  capa  de  frialdad  -respondió  molesto-.  Pero, mientras tanto, me dedicaré a conservar a mi secretaria.

-El señor Hammond nunca se ha quejado -afirmó con altanería.

 -No soy Claudio, tengo mi propio estilo de hacer las cosas.

-Le aseguro que mi aversión hacia usted no alterará en lo más mínimo mi eficiencia.

-No estoy muy seguro de eso. En fin, el tiempo lo dirá.

Y así sería. El tiempo alteraría muchas cosas. Hora y media después, Pedro salió de la oficina de Claudio y se detuvo junto a la mesa de ella.

-Nos vemos el lunes por la mañana -dijo en tono cortante-. A las nueve.

 -Aquí estaré -respondió entre dientes.

 -¡Estoy seguro de que sí! -se burló-. ¡La eficiente señorita Linares!

Al ver que Paula no tenía intenciones de seguir hablando con él, Pedro se marchó. Al  cabo  de  unos segundos  Claudio  la  llamó  a  su  despacho.  La  joven  entró  con  un  cuaderno y un lápiz en mano, preparada para el dictado.

-No  vas  a  necesitarlos,  querida  -manifestó sonriendo-. Pedro me ha dicho que ya te lo ha contado todo. Así que no es necesario que finjamos.

La sonrisa se borró de su rostro.

 -¡Oh señor Hammond!

 -Lo sé, lo sé... y agradezco tu preocupación. Pero pronto estaré fuera del hospital y entonces  me  llevaré  a  Rosa  a  esas  vacaciones.  Y  cuando  regrese,  vendré  por  aquí  a  echar un vistazo. ¡Todavía puedo enseñarles a estos jóvenes un par de cosas!

-Claro que sí.

Paula hizo un gran esfuerzo por contener las lágrimas.

-Ahora, lo que yo quería decirte es que me complace que hayas decidido quedarte con Pedro. Es un hombre muy inteligente, es una suerte que haya aceptado quedarse entre nosotros.

 -Supongo que sí.

-No  tenía  que  incorporarse  a  nuestra  compañía  hasta  el  año  próximo  -hablaba  casi  consigo mismo-.  Pero  ha  sido  muy  amable;  ha  rechazado  un  buen  trabajo  en  los  Estados  Unidos.  No puedo  decir te   lo  mucho  que eso significa para mí.

No tenía que decírselo, lo veía en sus ojos. Pero algo le intrigaba. Claudio se encogió de hombros.

-No  conozco  la  historia  completa.  lo  que  sí  sé  es  que  Pedro y  su  padre  son  muy  distintos. Si trabajasen juntos estarían todo el tiempo discutiendo. Además, Horacio ya está retirado.

Si Pedro Alfonso no se llevaba bien con su padre,  quizá no fuera tan terrible como él. Pero eso no cambiaba el hecho de quién era. Eran igual de crueles. La  noche  siguiente,  Paula salió  con  Javier y,  aunque  trató  de  fingir,  él se dió  cuenta de que estaba preocupada. Pero no le dió importancia. Paula estaba guapísima esa  noche,  levantaba  exclamaciones  de  admiración,  y  Javier  estaba encantado  de ser su acompañante.

-¿Te  molesta  que  Alfonso pase  a  formar  parte  de  la  firma?  -le  preguntó  finalmente, sabiendo que era ése el motivo de su preocupación.

Los pendientes de oro brillaron al mover la cabeza en su dirección, al igual que el  elegante  collar. Eran  sus  únicas  joyas.  Nunca  llevaba  anillos,  aunque  Javier  intuía que estaba muy lejos de ser el hombre que pusiera uno en sus dedos.

-Lo siento, no te he oído -se disculpó la chica.

-Te preguntaba si te molesta trabajar para Alfonso.

-Ya  te  lo  dije  -le  contó  que  cambiaría  el  puesto  con  Andrea cuando  ella  regresara  de  su  viaje  de  bodas-.  Al  señor  Alfonso  no  le  gusta  que  los  matrimonios trabajen juntos.

-Ni a mí tampoco -dijo Javier, notando el sarcasmo de ella-. No es la mejor manera de conducir un negocio y le puede hacer mucho daño al matrimonio.

 -Quizá tengas razón, pero lo dudo -respondió ella, resentida al notar que su acompañante pensaba lo mismo que Pedro-. ¿No te parece que es muy pronto para que esté dando órdenes?

Él se encogió de hombros.

 -No, si lo cree conveniente.

Paula prefirió   no   responder.   Javier  no  era  capaz  de  razonar. estaba deslumbrado  por  Pedro y nada  de  lo  que  ella  pudiese  decirle le haría cambiar de opinión. Declinó  la  invitación  que  le hizo  para  el  domingo,  no  quería  comprometerse tanto  con  él.  Había  aceptado  aquella  segunda invitación sólo  para  quitarse  de encima a Pedro, acto del que no se sentía orgullosa. No estaba bien utilizar a Javier de esa manera. Se despidieran con cierta frialdad.

-Ha sido una noche encantadora. Que te diviertas durante el fin de semana -le dijo, antes de entrar en el departamento.

Laura estaba durmiendo en su cama. A la mañana siguiente, su amiga la despertó llevándole una taza de café.

-Me tengo que ir y quería saber cómo te lo pasaste anoche -se sentó en el borde de la cama, a los pies de Paula.

-Muy bien -respondió, evasiva-. ¿Saldrás con Lucas?

-Sí -asintió su amiga.

-¿Va en serio su relación?

Laura  se ruborizó.

 -Me gusta mucho.

-¿Y tú a Lucas?

Laura  se levantó, preocupada.

-También le gusto. Vamos, te prepararé el desayuno antes de irme, hoy me siento servicial.

Paula  se dió  cuenta  de  que  Laura quería  hablar  de  Lucas tanto  como  ella  de  Javier, es decir, nada. Aunque presentía que era por razones diferentes. No importaba cuántas veces viera a Lucas, no acababa de gustarle, pero Laura era ya  una  mujer  y a  lo mejor  el  Lucas que  ella  conocía  era  muy  diferente al de Paula. Quizá...

-¿Saldrás hoy con Javier? -las dos ya habían desayunado, y Laura regresaba de la habitación, preparada para salir.

-Hoy no -y no pensaba volver a hacerlo. Javier,  finalmente, querría casarse y ella no deseaba herirle.

-Pues insisto en que te sientes a tomar otra taza con café y te pongas a leer el periódico -Laura acompañó sus palabras con la acción, depositando en sus manos una taza y el periódico-. Tienes que acumular fuerzas para enfrentarte a tu nuevo jefe -agregó burlona. -¡Que te diviertas!

Laura rió con sarcasmo.

-No me esperes despierta -le dijo, sonrojándose-. Llegaré tarde.

Paula supuso  que  su  amiga  pasaría  fuera  la  noche,   pero   no   pensó   hacer   comentarios  y  se despidió  cariñosamente  de  ella,  justo  en  el  momento  en  que  Lucas llamó a la puerta. Era  agradable  recostarse  en  el  sofá  y  estirar  cómodamente  las  piernas.  Había  sido  mucha  la tensión  de  aquella  noche.  A  ese  ritmo  acabaría  extenuada  en  tres  semanas. Su único consuelo era que Pedro también había sufrido la tensión, pero por razones completamente diferentes. La miraba constantemente; sabía que tenía  la  obsesión  de  acostarse  con  ella.  Le  gustaba  castigarle con  su  indiferencia y, sin embargo, hubiera deseado no conocerle jamás. Volvía a ser la de tiempos pasados. La amargura y la frialdad, tomaban nuevamente posesión de su vida. En  ese  momento  una noticia  del  periódico  le  llamó  la  atención.  Un  dolor  como   el que sintió algunos años atrás volvió a apoderarse de ella. Era  una  fotografía  de  David.  Y  junto  a  él,  mirándolo  extasiada  y felíz  ¡Su  novia!  La  fotografía  lo  decía  todo.  David con  traje  de  etiqueta,  y  la  novia  con  un vestido  blanco de seda. Los dos sonreían felices. Paula leyó el pequeño pie de página y los detalles sobre el matrimonio de David, el día anterior, con Nadia Maughan, una vieja amiga de la familia, la hija de Lord Maughan. Se quedó sin aliento. Un día antes habría sido el aniversario de su propia boda con David, cinco años atrás debió ser ella la que se casara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario