-Pero no lo fue.
-Sí -le dijo la tía Juana en voz baja-, sí fue culpable.
Paula parpadeó, asombrada, creyendo que había escuchado mal.
-Tía Juana ...
La anciana suspiró.
-No puedo seguir engañándote, Paula, tienes que saber la verdad. Alejandra debió decírterlo, pero no quiso.
-¿Decirme qué?
-Tu padre, sobrina mía, era culpable de todas las acusaciones que le hizo el padre de Pedro. Se suicidó porque Horacio Alfonso iba a presentar al día siguiente un testigo que le condenaría. La amante de tu padre testificaría en contra de él.
Paula tragó saliva, estaba pálida.
-¿A...mante?
-Tu padre tenía una amante, querida -asintió la tía-. El dinero que había robado les serviría para establecerse una vez que las hubiera abandonado a tu madre y a tí.
-Pero y... la carta. Siempre dijo que era inocente -Paula movió al cabeza incrédula.
-Esa carta nunca existió. Paula. Al menos tu padre nunca escribió ninguna.
-Mamá...
-Ella la escribió -le confirmó la tía.
-Pero, ¿Por qué? -preguntó confundida-. ¿Por qué me mintió?
-Tenías doce años, habías sufrido mucho y tu madre no quiso que supieras la clase de hombre que era tu padre y la verdadera razón por la que se suicidado.
-Sin embargo, mamá se vino abajo cuando papá murió.
-Ella le apoyó durante todo el juicio, creía en su inocencia. Pero después se enteró de lo de la amante, y de sus planes para dejarla. Aquello quebrantó su espíritu Paula, ya no tenía por qué luchar: ni siquiera por tí.
La anciana cerró los ojos, cansada. Le costaba trabajo recordar lo que había sucedido hacía tanto tiempo, lo que creía completamente olvidado.
-Yo te dejé creer todas esas mentiras acerca de tu padre demasiado tiempo -continuo--. Ni siquiera sentí remordimiento cuando el joven Judas te dejó, era muy poco para tí. Pero Pedro es un buen hombre, y no toleraré que le pierdas a él por la misma razón.
-Pero el que yo sepa la verdad no cambia las cosas -murmuró Paula-. ¿Es que no te das cuenta de eso, tía Juana? Sólo prueba que el padre de Pedro siempre tuvo razón.
-¿No te das cuenta? Ya va siendo hora de que Pedro le perdone. Claro que sí...
La tía Juana se interrumpió. y ambas mujeres se miraron durante algunos segundos.
-Yo sé que entre ellos no hay buenas relaciones. Él me dijo que no se llevaba bien con su padre, aunque no me explicó por qué, ni por supuesto, quién era su padre. Pero el hecho de que viva confinada en este asilo, no quiere decir que no me dé cuenta de lo que pasa en el mundo, o que no pueda saber lo que tiene que hacerse para poner las cosas en su lugar.
La tía Juana estaba muy excitada, Paula se asustó, nunca la había visto en ese estado.
-Esto hay que arreglarlo, Paula. Ya te he dicho la verdad, y ahora quiero que vayas con Pedro y se la cuentes a él.
-Tía Juana -dijo Paula asustada-, si Horacio Alfonso tuvo siempre la evidencia de que mi padre era culpable, y sabía lo de la otra mujer, y el dinero ¿Por qué no se lo contó a Pedro?
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