sábado, 22 de octubre de 2016

Un Amor Inocente: Capítulo 7

Ya nada podría ser igual. Paula se dijo a sí misma que ésa era otra razón para ver a Pedro Alfonso esa mañana. Desde que llegó el abogado para mostrarle los documentos legales y el informe del investigador privado sobre el paradero de su padrastro, tenía la sensación de que el largo brazo de los Alfonso se cerraba sobre ella para quedarse con Nico. Tenía que averiguar cuál era su objetivo.

Estaba asustada desde su primer encuentro con Pedro dos semanas antes y ahora sabía que se había enfrentado con su padre y que había movido hilos para demostrar que su padrastro la había engañado. Pero eso no libraba de culpa a los Alfonso.

Su pulso se aceleró al comprobar que ya eran las nueve y media. Tenía que marcharse. Una última mirada al espejo del dormitorio le hizo ver que el carmín de labios había desaparecido; seguramente ella misma se lo había comido por los nervios. Le temblaban las manos mientras volvía a pintárselos. Aunque era absurdo preocuparse por su apariencia.

La madre de Pedro probablemente mostraría claramente su desaprobación por su barato vestido de algodón, pero no pensaba ver a la madre de Pedro.

Era el verano más caluroso en Australia y, aunque estaban en marzo, aún no había refrescado. Tenía un paseo de media hora por delante y ese vestido tan ligero evitaría que sudase antes de verse con Pedro. Se hizo una coleta, se colocó un sombrero de paja, unas cómodas sandalias y unas gafas de sol y salió de la casa, intentando controlar los latidos de su corazón al pensar que iba a ver al padre de su hijo. Al menos, no le había pedido que fuera con Nico. De hecho, había sido una amable petición hecha a través de su abogado. Ella misma había elegido el sitio y la hora.

Era una reunión necesaria dado el terrible fraude que había perpetrado su padrastro, que incluía falsificar su firma y usar su embarazo como excusa para extorsionar una enorme cantidad de dinero. ¡Cien mil dólares! Aún no podía creerlo. El cheque le estaba quemando en el bolso. Había llegado junto con los demás papeles que le envió el abogado, pero no podía quedárselo. Para empezar, porque su padrastro se había apropiado de ese dinero y ella no tenía intención de hacer lo mismo. Además,  quería ser independiente, como lo había sido hasta aquel momento. Tenía que devolver el cheque y encontrarse con Pedro era la forma más directa de hacerlo. Quería dejarle claro que ella no le había pedido dinero y no lo necesitaba.

No pensaba usar el dinero del fideicomiso porque, de esa forma, Pedro se sentiría con derecho a visitar a Nico y ella estaba convencida de que debía alejar a su hijo de la familia Alfonso. Mejor no deberles nada. Podía sacar adelante a su hijo sin ayuda de nadie.

Había quedado con Pedro en un parque, un sitio público, lleno de gente. Y lo vió de inmediato, sentado en un banco bajo la sombra de un árbol. Estaba mirando hacia la pista del aeropuerto de Mascot, donde despegaban y aterrizaban aviones constantemente. Por eso los alquileres allí eran tan baratos. Parecía tranquilo, aunque ella no lo estaba en absoluto. Pero era importante mostrarse tranquila, segura de sí misma.

Era totalmente irrelevante que Pedro siguiera siendo el hombre más atractivo que había visto nunca. Pedro Alfonso y todo lo que iba con él debía ser expulsado de su vida de inmediato. Con esa resolución en mente, Paula se puso en marcha. Pedro se levantó al verla llegar, sus oscuros ojos clavados en ella, observando cada detalle.

Paula se alegraba de llevar gafas de sol porque no sólo escondían sus pensamientos sino que, además, permitían que le devolviera el escrutinio. De nuevo, llevaba ropa de sport: pantalones de color beige, camisa blanca. Muy informal. Imaginó que habría elegido el atuendo a propósito... ¿O estaría preparado? ¿Querría que bajase la guardia mientras él se preparaba para atacar? ¿Sería posible que aún la encontrase deseable? Se le encogió el estómago al pensarlo. Pero su pulso se aceleró al verlo sonreír.

—Encantado de volver a verte, Pau—la saludó, con lo que parecía un tono sincero.

Pero daba igual. ¿Creía que iba a olvidar lo que le había hecho? ¿Que iba a perdonarlo por echarla de su vida la misma noche que iba a decirle que estaba embarazada?

—Yo no puedo decir lo mismo —replicó—. Sólo he venido a devolverte el cheque. A ponerlo directamente en tus manos para que no se pierda o aparezca en un sitio que no es o...

—Pau, te debo la manutención del niño desde hace cinco años —la interrumpió Pedro—. Cualquier juez te diría que ese dinero es tuyo.

—No lo quiero. No te lo he pedido —replicó ella, abriendo el bolso con manos temblorosas—. No sabía que mi padrastro le hubiera pedido dinero a tu padre hasta que me dió esos mil dólares...

—Sí, eso fue muy inteligente por su parte. Te dió mil dólares para convencerte de que mi padre quería que abortaras. Lo tenía todo bien preparado. Desaparecido el niño, no habría más lazos con la familia Alfonso y tú no te enterarías del fideicomiso.

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