David cerró la puerta y se dirigió hacia donde ella estaba. Casi no había cambiado; llevaba el pelo muy corto, como antes, y seguía estando muy delgado, sólo unas finas arrugas en su frente evidenciaban el paso de los años. Le pareció un extraño. ¿Cómo habla sido posible que el amor que sintiera por él en el pasado la empujara a tomar aquella extraña revancha contra Pedro? Era guapo, pero tenía un aire se sumisión que le hacía parecer mediocre.
-¡David! -asintió distante.
-Paula-su tono de voz era cortante-. ¿Sabes por qué estoy aquí?
La chica hizo una mueca, aunque no quiso dejarle entrever la pena que había en su corazón.
-No es difícil adivinarlo -y era verdad. David se había sentido humillado cinco años atrás y no era un hombre que olvidara fácilmente.
-No -comentó mirando de manera insolente su cuerpo-. Estás más bella que nunca -le dijo como si el haberlo descubierto le causara sorpresa.
Ella se asombró al ver brillar en sus ojos una emoción que le era muy familiar. David seguía amándola y, sin embargo, había ido allí. con el único propósito de arruinarle la vida.
-¿Fuiste tú quien me fue a buscar ayer?
-Sí -asintió-. Habías salido con Alfonso, eso me dijo tu compañera. ¿Alfonso, Paula? -se burló-. ¡Jamás imaginé que elegirías a Pedro! En una ocasión me dijiste muy claramente lo que pensabas de él.
Sus mejillas se tiñeron de rojo al recordar la conversación. Fuera de sí Paula le había dicho a David y a su padre que siempre odiaría a Horacio Alfonso.
-Ahora pareces estar enamorada de su hijo -se burló David-. Y me resulta muy difícil creerlo. ¡Y también a él!
Paula palideció tan rápidamente como se había ruborizado minutos antes.
-¿Qué le has contado?
-Sólo la verdad -dijo David, sentándose en el borde de la mesa-. Tu único propósito era vengarte de su padre.
-¿Y te ha creído? -escuchó el murmullo de Pedro en la oficina, hablando con alguien por teléfono. Probablemente la echaría.
-Por supuesto -le confirmó David con desprecio-. Es la verdad, ¿O no?
-Sí. ¿Margarita me reconoció? -preguntó en voz baja.
-Sí. Me lo dijo cuando regresé de mi viaje de bodas el fin de semana pasado.
-Tu esposa es muy bella -comentó, consciente de que Pedro seguía hablando por teléfono en la otra habitación.
-Sí. Su padre es Lord Maughan.
-Eso leí.
Paula se preguntó en qué estaría pensando Pedro en esos momentos, por qué no había salido a pedirle una explicación, lo que hubiera sido propio de su carácter. Pero la puerta que había entre las oficinas permanecía firmemente cerrada.
-Es un juez, sabes -agregó David.
No, no lo sabía, pero sí sabía que se casaría por interés. Paula se daba cuenta de que ella había sido una de sus debilidades. David era ambicioso y el tener un juez como suegro, le daría gran impulso a su carrera. Era posible que estuviera encaminando ya los pasos de su profesión en esa dirección.
-Me alegro por tí-exclamó con indiferencia.
Él asintió, sin darse cuenta del sarcasmo de ella.
-Carla es una esposa excelente.
-¡Qué bien!
-¿De verdad te alegra? -la miró fríamente-. Me hiciste mu cho daño hace cinco años.
-Y quieres devolverme el golpe.
-Sí -David se levantó arreglándose los puños de la camisa.
-Ya has encontrado tu felicidad.
-Sí -se inclinó para mirarle el rostro-, pero no sabes los deseos que tengo de que hubiera sido contigo-. Te amo,Pau como nunca amé a nadie, incluyendo a Carla. Quizá cuando estés libre de Alfonso.
-¿Sí? No podía creer lo que estaba escuchando. No podía creer que quisiera humillarla de esa manera.
-No hay razón para que tú y yo no nos veamos -dijo David suave-. Si a los dos nos apetece.
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