sábado, 15 de octubre de 2016

La Venganza: Capítulo 34

David  cerró  la  puerta  y  se  dirigió  hacia  donde  ella  estaba.  Casi  no  había  cambiado;  llevaba el  pelo  muy  corto,  como  antes,  y  seguía  estando  muy  delgado,  sólo  unas  finas  arrugas  en  su frente  evidenciaban  el  paso  de  los  años. Le pareció un extraño. ¿Cómo habla sido posible que el amor que sintiera por él en  el  pasado  la  empujara  a  tomar  aquella  extraña  revancha  contra Pedro?  Era  guapo, pero tenía un aire se sumisión que le hacía parecer mediocre.

-¡David! -asintió distante.

-Paula-su tono de voz era cortante-. ¿Sabes por qué estoy aquí?

La chica hizo una mueca, aunque no quiso dejarle entrever la pena que había en su corazón.

-No es difícil adivinarlo -y era verdad. David se había sentido humillado cinco años atrás y no era un hombre que olvidara fácilmente.

-No  -comentó  mirando  de  manera  insolente  su  cuerpo-.  Estás  más  bella  que nunca -le dijo como si el haberlo descubierto le causara sorpresa.

Ella  se  asombró  al  ver  brillar  en  sus  ojos  una  emoción  que  le  era  muy  familiar.  David seguía  amándola  y,  sin  embargo,  había  ido  allí.  con  el  único  propósito  de  arruinarle la vida.

-¿Fuiste tú quien me fue a buscar ayer?

-Sí -asintió-. Habías salido con Alfonso, eso me dijo tu compañera. ¿Alfonso, Paula? -se burló-. ¡Jamás imaginé que elegirías a Pedro! En una ocasión me dijiste muy claramente lo que pensabas de él.

Sus  mejillas  se  tiñeron  de  rojo  al  recordar  la  conversación.  Fuera de sí Paula le había dicho a David y a su padre que siempre odiaría a Horacio Alfonso.

-Ahora pareces estar enamorada de su hijo -se burló David-. Y me resulta muy difícil creerlo. ¡Y también a él!

Paula palideció tan rápidamente como se había ruborizado minutos antes.

-¿Qué le has contado?

 -Sólo la verdad -dijo David, sentándose en el borde de la mesa-. Tu único propósito era vengarte de su padre.

 -¿Y te ha creído? -escuchó el murmullo de Pedro en la oficina, hablando con alguien por teléfono. Probablemente la echaría.

-Por supuesto -le confirmó David con desprecio-. Es la verdad, ¿O no?

-Sí. ¿Margarita me reconoció? -preguntó en voz baja.

-Sí. Me lo dijo cuando regresé de mi viaje de bodas el fin de semana pasado.

-Tu esposa es muy bella -comentó, consciente de que Pedro seguía hablando por teléfono en la otra habitación.

-Sí. Su padre es Lord Maughan.

-Eso leí.

Paula se preguntó en qué estaría pensando Pedro en esos momentos, por qué no había  salido  a pedirle  una  explicación,  lo  que  hubiera  sido  propio  de  su  carácter. Pero la puerta que había entre las oficinas permanecía firmemente cerrada.

-Es un juez, sabes -agregó David.

No, no lo sabía, pero sí sabía que se casaría por interés. Paula se daba cuenta de que  ella  había sido una de sus  debilidades.  David era  ambicioso  y  el  tener  un  juez  como   suegro,   le daría gran impulso a su carrera.   Era posible que  estuviera encaminando ya los pasos de su profesión en esa dirección.

-Me alegro por tí-exclamó con indiferencia.

Él asintió, sin darse cuenta del sarcasmo de ella.

-Carla es una esposa excelente.

-¡Qué bien!

-¿De verdad te alegra? -la miró fríamente-. Me hiciste mu cho daño hace cinco años.

 -Y quieres devolverme el golpe.

 -Sí -David se levantó arreglándose los puños de la camisa.

-Ya has encontrado tu felicidad.

 -Sí  -se  inclinó  para  mirarle  el  rostro-,  pero  no sabes los deseos  que  tengo  de  que  hubiera sido contigo-.  Te  amo,Pau  como  nunca  amé  a  nadie,  incluyendo a Carla. Quizá cuando estés libre de Alfonso.

-¿Sí? No podía creer lo que estaba escuchando. No podía creer que quisiera humillarla de esa manera.

-No hay razón para que tú y yo no nos veamos -dijo David suave-. Si a los dos nos apetece.

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