jueves, 20 de octubre de 2016

Un Amor Inocente: Capítulo 1

Recuerda Paula... Paula Chaves... Oír aquel nombre de labios de su hermano Federico, casi en su último suspiro, fue una sorpresa para Pedro Alfonso. ¿Por qué recordaba aquello ahora? ¿Por qué perder el tiempo cuando el tiempo era tan precioso?
En unos minutos,  Federico saldría de la unidad de cuidados intensivos para ser trasladado a un quirófano en el que podrían o no salvar su vida. Tenía un cincuenta por ciento de posibilidades, le habían dicho los médicos. Sus padres estaban en la sala de espera con el cura y la mujer de Federico, angustiados todos. Y le parecía una locura hablar de aquella chica, Paula Chaves, una vieja herida entre los dos que Pedro  había intentado olvidar para preservar la armonía familiar.

—Eso es agua pasada —dijo, para que Federico no se sintiera culpable—. Ya está olvidado.

—No, Pepe —insistió su hermano, haciendo un terrible, doloroso, esfuerzo para hablar—. Te mentí. No era Paula... en las fotos. Nunca estuvo conmigo... fue una trampa... para alejarla de tu vida.

¿No era Paula?

Pedro apretó los dientes. No podía ser cierto. Eso sería monstruoso. Pero si no fuera cierto, ¿Por qué iba Federico a hacer esa confesión en un momento tan delicado como aquél? A menos que quisiera limpiar su conciencia... Y si lo que decía era cierto...

Los fantasmas del pasado aparecieron de repente. Las fotografías que provocaron su ruptura con Paula... Federico en la cama con ella, la marca de nacimiento en forma de fresa que Paula tenía en el muslo, el largo cabello rubio cayendo sobre la almohada, la pulserita, tan peculiar, tres círculos en blanco, rosa y dorado, en su muñeca. Su rostro, aquel precioso rostro de brillantes ojos azules, los labios generosos, siempre sonrientes, los fascinantes hoyitos en la mejilla... escondidos por la cabeza de Federico que, inclinado, parecía decirle algo al oído.

Pero Pedro no había dudado que fuera Paula. El pelo, las largas piernas, la marca en el muslo, la pulsera... Además, su hermano le confesó haber mantenido una aventura con ella. ¿Por qué no iba a acostarse con Paula si ella estaba dispuesta?

Paula se reía con Federico, tonteaba con él... Pedro había pensado que, al menos, se sentía cómoda con un miembro de su familia. Incluso agradeció a su hermano que se lo pusiera un poco más fácil... hasta que esas fotos le abrieron los ojos. Cegado por esas imágenes, no imaginó que pudiera ser una trampa, no aceptó las protestas de Paula, no quiso creer que había perdido la pulsera y que luego laencontró milagrosamente. No encontró razones para no pensar que Paula era una fulana que se acostaba con los dos hermanos Alfonso.

—¿Por qué? —consiguió preguntar, con la voz rota, intentando a duras penas contener su rabia—. Yo la quería, Fede.

Si su hermano no estuviera medio muerto, tumbado en aquella camilla, tan pálido como la sábana que lo cubría, lo habría matado.

—¿Por qué? —repitió, intentando entender aquella maldad. Su propio hermano, la persona en la que más confiaba, la persona a la que decidió creer por encima de Paula... porque era de su familia—. ¿Qué satisfacción pudiste obtener de esa mentira? ¿Por qué destruir mi amor por Paula?
«Me clavaste un cuchillo en el corazón, tan hondo que no he podido amar a otra mujer».

—Papá quería... que se fuera. Paula no era la mujer... adecuada. Él había elegido... a Ivana para tí.

Ivana Luzzani, que jamás le había gustado. Ivana, con quien Fedrico se había casado para conseguir la aprobación de su padre. Un matrimonio que lo colocó al frente de la constructora Luzzani, el negocio perfecto para complementar la inmobiliaria Alfonso. La ironía fue que los nietos, tan deseados por ambas familias, no llegaron nunca. Ivana había sufrido dos abortos por el momento y si Federico moría...

—Yo tenía celos de tí... El hermano mayor, el hijo favorito. Yo quería que papá... confiara en mí.

Pedro sacudió la cabeza, sin saber qué decir.

—No importa —murmuró por fin, haciendo un esfuerzo.

La vida siguió adelante. Habían pasado seis años y sería imposible volver con Paula. No querría ni mirarlo después de cómo la había tratado.

Y frente a él estaba su hermano, que podría morir en el quirófano. ¿De qué valdría enfadarse con él cuando sabía que el culpable de todo era su padre? Su padre, el poderoso Horacio Alfonso, siempre decidido a salirse con la suya, como fuera. Pedro decidió que lo importante en aquel momento era que Federico estuviera tranquilo.

—Siento habértelo puesto difícil, Fede. Siendo el hermano mayor...

—No es culpa tuya. Era doloroso ver cómo su hermano se esforzaba por respirar. Las costillas aplastadas, heridas internas por el accidente de coche... era increíble que siguiera vivo.
Y consciente.

—Tengo que decirte...

—Ya has dicho suficiente —lo interrumpió Pedro, decidido a evitar que su hermano sufriera inútilmente—. No pasa nada. Ya hablaremos de ello.

—Escucha... Paula, estaba... embarazada.

—¿Qué?

Pedro se quedó atónito. Paula embarazada... embarazada. Pero ella no le había dicho que lo estuviera. Y tomaba la píldora.

—¿Cómo lo sabes?

—Su padrastro fue a hablar con papá... y tenía pruebas.

—¿Por qué no habló conmigo?

—Porque... quería dinero.

—¿Y lo consiguió?

—Sí, papá le pagó. No sé si Paula... tuvo el niño... pero es posible que tengas... un
hijo en alguna parte —contestó su hermano, con lágrimas en los ojos—. Yo no dejo ninguno.

—No te rindas, Fede—lo animó Pedro, con el corazón en la garganta—. No te atrevas a rendirte. Eres mi hermano y me da lo mismo lo que hayas hecho, tienes que salir de ésta.

Federico Alfonso intentó sonreír.

—Me gustaba... cuando éramos niños... y tú eras el líder, Pepe.

—Lo pasábamos muy bien, sí.

—Siento que... ya no lo pasemos bien.

—Podemos seguir haciéndolo —le prometió Pedro, apretando su mano, intentando contagiarle su fuerza—. Saldrás de ésta, ya lo verás. No pienso dejar que te vayas, Fede.

Los enfermeros entraron en ese momento para llevárselo al quirófano. Pedro tuvo que soltar su mano, apartarse. No sabía qué decir ante aquella separación... quizá una separación final. Fue Federico quien dijo las últimas palabras:

—Busca... a Paula.

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