martes, 4 de octubre de 2016

La Venganza: Capítulo 15

Paula  se   agitó   en   su   asiento  mientras  la muchacha le   besaba  apasionadamente  en  la  boca: Melisa  olvidó  los  celos  cuando  él  dijo  que  la  llevaría  a  cenar  al  día  siguiente.  Pobre  chica. Muchachas  como  aquélla  no  lograban  mantener  interesado a un hombre como Pedro durante mucho tiempo. Le estuvo estudiando con detenimiento toda la mañana. Quería conocerle bien antes de poner  en  marcha  su  venganza.  Conocer  al  enemigo,  ése  era  su  empeño.  Y  Pedro era indudablemente su enemigo.

 -Adiós   señorita  Schulz -la sonrisa de  Melisa era triunfal,  se fue contoneando las caderas de manera descarada impregnando el aire con el aroma de su sofisticado perfume. Paula procuró mantener la calma.

-Es una chica muy guapa -comentó ella.

-Mucho -asintió él.

-Su último jefe debe de estar encantado con su trabajo,  está deseando que usted vuelva, incluso ha mandado a su hija para que le convenza -comentó burlona.

Pedro  hizo un gesto con las manos.

-No.  Melisa  tenía  programadas  estas  vacaciones  mucho  antes  de  que  yo  pensara venir a Inglaterra. Alberto pudo decirle que me viera. pero nada más. Es una jovencita muy imaginativa y muy mentirosa.

-Claro -hizo un gesto con la boca y miró su cuaderno de notas.

-¿Y qué opinas de mi capacidad de persuasión?

Paula no se había dado cuenta de que él estaba a su lado. Al notar su proximidad se puso nerviosa. Pero, con mucho esfuerzo, logró controlarse y le miró con frialdad.

-La verdad es que no he pensado en ello, ni siquiera me había percatado de que la tenía -agregó.

Él se irguió, riendo.

-Tengo que reconocer que no ha funcionado muy bien contigo, todavía. Pero no pierdo la esperanza.

Paula se dio cuenta de que Pedro había decidido cambiar de táctica. Volvió a ser un ejecutivo serio y eficaz. Su buen humor desapareció por completo. Ella sabía,  por  los  informes  que  Claudio  le había  dado,  que  Pedro  era  un  buen  abogado  y  había  comprobado,  por  propia  experiencia, que era  capaz  de  hacer  bien  cualquier cosa, incluso manejar a mujeres como Melisa. Al parecer, la única debilidad que tenía era ella misma. Tenía que aprovecharse de  las  circunstancias.  Pero  debía esperar  el  momento  oportuno.  No  le  conocía  lo  suficiente como para comenzar su plan. También ella se puso seria y volvió a concentrarse en su trabajo.

-Tiene una cita dentro de diez minutos -le recordó, distante-. Y, si de verdad necesita que trabaje horas extras, lo haré.

-¿No vas a salir con Javier?

-Ya le he dicho que no.

-Sólo quería estar seguro -afirmó-. Puede que haya estado fisgoneando por aquí mientras he estado fuera.

Ella le miró furiosa.

-Javier no tiene necesidad de andar fisgoneando por ningún lugar.

-Lo hace en mi oficina -gruñó Pedro, enfadado.

Paula se alegró íntimamente por aquella explosión de celos.

-Somos compañeros de trabajo –lijo con voz suave y firme-.Es natural que hablemos e intercambiemos ideas.

Su rostro se oscureció.

-Supongo que Anderson no te hablaría de asuntos confidenciales.

-¡Por supuesto que no! -exclamó indignada-. Javier es un abogado muy responsable.

Pedro abrió los ojos.

-¿Le admiras?

–Como abogado, sí. -Yo... -interrumpió la conversación porque comenzó a sonar el teléfono de Paula-.

-Te salvó la campana -musitó mientras se dirigía a su oficina.

La chica contestó a la llamada, e inmediatamente se concentró en su trabajo. El cliente citado a las dos y media estaba esperando en la recepción. Trabajó mucho durante toda la tarde. Pedro le pidió que mecanografiara un informe confidencial que necesitaba para el día siguiente.

Eran casi las ocho de la noche cuando sacó de la máquina la última hoja de papel, y la colocó a un lado de la mesa, junto a las demás. Pedro salió de su oficina, en mangas de camisa. Parecía muy cansado. Se inclinó sobre los papeles y tomó la última hoja mecanografiada para leerla, como había hecho con las anteriores.

-¿Ya has terminado?

-Sí.

Paula se estiró, intentando relajarse. Había acumulado mucha tensión durante el trabajo.

-¿Te duele? -Pedro vio cómo movía el cuello, cansada.

-Un poco -reconoció.

Él colocó la hoja en el escritorio y se colocó detrás de ella para darle un masaje en el cuello y en los hombros.

-¿Estás mejor? -le preguntó segundos después.

Estaba  demasiado  obsesionada  por  deshacerse  de  aquellas  manos  como  para  apreciar  las ventajas  del  masaje.  Si  reaccionaba  violentamente  lo  echaría  todo  a  perder.  Mantenerle  a  raya era  una  cosa;  pero  demostrarle  total  aversión  era  muy  peligroso y debía tratar de evitarle. Las acariciadoras manos de Pedro le decían que no sería fácil.

-Sí, gracias -se hizo a un lado sin brusquedad, para ponerse en pie-. ¿Ya hemos terminado por hoy?

Pedroasintió.

-¿Te llevo a tu casa?

-He traído mi coche.

-Entonces, ¿Quieres cenar conmigo? -preguntó en voz baja. Esperaba que ella se negara, lo vió en la resignada expresión que puso.

Le hubiera encantado aceptar, pero pensó que sería mejor mantenerle a distancia un poco más.

-Esta noche no. Creo que lo que necesito es darme un baño caliente y acostarme temprano.

-Buena idea.

Ella se puso tensa ante el tono seductor de él.

-¿Verdad que sí? Ahora, si me disculpa...

-¡Paula! -la detuvo en la puerta.

La frialdad de su mirada le dejó sorprendido.

-¿Sí?

Pedro movió la cabeza.

-Nada -arrepentido, se dió la vuelta-. Te veré mañana.

Se dirigió a casa más despacio que de costumbre, deteniéndose en todos los semáforos, aunque estuvieran en ámbar. La expresión de su rostro no mostraba en absoluto, los planes que urdía su mente. Pedro acostumbraba  a  utilizar  a  las  mujeres,  sin  duda  había  usado  a  Melisa para obtener un puesto en la empresa de su padre. Y ahora quería utilizarla  a  ella,  para  satisfacer  su apetito  sexual.  Pero  Paula  tenía  otros  planes.  Aunque se casaran, nunca sentiría el placer de poseerla. Un  escalofrío  recorrió  su  espalda  al  imaginar  el  día  en  que  le  dijera  a Pedro quién era  ella.  Se  sentiría  humillado  cuando  se  enterase  de  que  estaba  casado  con  la  hija  de  un supuesto  ladrón,  un  hombre  a  quien  su  padre  acosó  hasta el suicidio. Ésa sería su venganza.

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