—No creas que acostarme contigo significa nada.
—No vas a hacerme creer que te acuestas con cualquiera, Pau. Lo creí una vez y cometí el mayor error de mi vida.
—Esta vez es diferente.
—¿Por qué?
Ella buscó una explicación convincente.
—Estar embarazada no te hace muy deseable a ojos de los hombres. Y tener un hijo te roba mucho tiempo... Además, tuve que cuidar a mi madre cuando se puso enferma. No me había acostado con nadie desde la última vez que lo hice contigo y me has pillado en un momento de debilidad. Eso es todo.
—Porque era yo —insistió él, con arrogante seguridad—. Vuelve aquí. Deja que...
—¡No! Quiero te que vayas, Pedro.
Él se levantó de un salto y Paula, asustada, dio un paso atrás.
—Perdí la fé en tí y por eso no me crees —dijo Pedro, con expresión dolida—. ¿Se te ha ocurrido pensar lo que me dolió ver esas fotografías? Pensé que eras tú, que te habías acostado con mi hermano...
—¡Nunca me acosté con tu hermano!
—Lo sé, pero no eran sólo las fotos. Tú siempre eras muy simpática con Federico. Cada vez que estábamos los tres juntos, no te separabas de él.
—Porque era muy agradable conmigo. Tus padres me miraban como si fuera una basura... tu hermano era el único que me trataba bien.
—Fede me juró que eras tú la chica de las fotos, que estaba haciendo el amor contigo... ¡Era mi hermano, Paula! ¿Por qué iba a confesarme algo así si no era verdad? Tú eras la luz de mi vida y mi hermano la apagó de golpe. Ya no podía verte, ya no podía ver quién eras...
Paula se mordió los labios. ¿Debía seguir culpándolo por lo que pasó? ¿No había sufrido ya suficiente, tanto como ella?
—No tengas miedo de mí —siguió Pedro, mientras recogía su ropa del suelo—. Yo no quiero hacerte daño. Nunca he querido hacértelo.
Paula ya no estaba segura de nada. Sólo podía pensar en cuánto había amado a aquel hombre y cuánto podría amarlo. Pero Nico... no debía olvidar a Nico sólo porque Pedro seguía afectándola, seguía haciéndola sentir...
Cuando lo vió poniéndose los pantalones, sintió un escalofrío, no de miedo, sino de deseo. El recuerdo de lo que había pasado en aquella cama, en la que ahora tendría que dormir sola... Tenía a Nico, pero ser madre no colmaba todos sus deseos de mujer.
—La química que hay entre nosotros no va a desaparecer, Pau. Estará ahí la semana que viene, el mes que viene, el año que viene.
Era verdad y ella lo sabía.
—No puedo devolverte los años que nos robaron, pero podemos construir un futuro.
Tenía que ser así... por Nico. Pero ¿Podrían hacerlo?
—Ningún matrimonio es perfecto, pero te prometo una cosa —siguió él—. Haré todo lo posible para que funcione. Piénsalo, Pau. Volveré el sábado, como habíamos quedado.
Unos segundos después, había desaparecido. Paula dejó escapar un largo suspiro de alivio mientras se apoyaba en la pared, mirando la cama donde tan voluptuosamente había renunciado a su independencia. ¿Sería posible recuperarla? ¿Quería hacerlo? ¿Debía hacerlo? Tenía que encontrar las respuestas antes del sábado. Como habían quedando. Porque Pedro era el padre de Nico.
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