-¡Dios mío! exclamó al verla salir de la habitación.
Paula se inclinó para colocarse una pulsera en la muñeca, su única joya.
-¿Estoy muy exagerada? -preguntó con una sonrisa.
Laura la examinó durante unos momentos.
-No, no lo creo -dijo despacio-. Si nada más fueras a visitar al señor Hammond, quizá, pero como vas a salir después, no.
Paula quería ir arreglada, pero sin que se notara demasiado.
-Quizá deba cambiarme...
-¡No hagas tal cosa! -exclamó Laura con firmeza.
-Pero si el vestido ya es viejo...
-No creo que Pedro Alfonso se dé cuenta de eso. De todos modos, si no le gusta el vestido, ya se encargará de quitártelo -sonrió-. No, en serio, estás muy guapa. Aunque para ir a ver al señor Hammond con un vestido de algodón hubiera sido suficiente.
-Tú no sabes que voy a ver al señor Hammond -le recordó Paula, ya que le había confiado lo de la operación de Claudio-. Se supone que está de vacaciones, ¿Recuerdas?
-Casi todo el mundo sabe que está en el hospital -indicó Laura-. Esas cosas no se pueden mantener en secreto. Y creo que hiciste bien. Al señor Hammond le vendrá bien alegrarse el ojo.
-¡Siempre y cuando no vaya a subirle la temperatura!
-Eso es -sonrió Laura.
Pedro pareció aprobar su apariencia cuando llegó.
-¿Vas a venir a cenar? -preguntó mirándola con admiración-. Si no vienes, me da igual. Soy capaz de comerte aquí mismo.
-Entre, voy a presentarle a mi compañera -habló en voz alta, abriendo un poco más la puerta.
-¡Perdón! -exclamó él al entrar en el departamento.
Pedro no se había arreglado con tanto esmero como ella. Llevaba unos pantalones vaqueros y una chaqueta deportiva de color marrón. Laura, al verle, tembló de pies a cabeza, mirándole con admiración.
-La otra madrina -sonrió Pedro estrechándole la mano cariñosamente-. ¡Y la secretaria de Kevin Mitchell!
-¡Así es! -Laura buscó a Lori con la mirada. -No sabía que compartían un departamento.
-Ya llevamos varios años -le informó Laura; era evidente que disfrutaba hablando con él.
Paula, al ver que su amiga estaba encantada con Pedro, hizo un gesto de desprecio. Volvió a sonreír cuando Pedro le miró para decirle que podían marcharse cuando ella dijera. No se sorprendió al ver el coche de Pedro, un Jaguar plateado, modelo deportivo.
-Tu amiga es muy simpática -comentó él en el camino.
-Sí. -¿Todavía sale con el hombre que estuvo con ella en la boda?
-Sí. -No sé... -se quedó pensativo-. No me gusta, me da la impresión de que no le hace mucho caso.
Paula se quedó pensativa; Pedro era muy observador, más de lo que ella había imaginado. Tendría que ser muy cuidadosa esa noche, si no que ría que él se diera cuenta de cuáles eran sus planes.
-No tengo idea -no iba a comentar la vida íntima de Laura con él. Después de todo, era su nuevo jefe.
-Sí la tienes -le contestó-, pero piensas que a mí eso no me importa. Me cae bien y no me gustaría verla sufrir.
-Es una mujer adulta -dijo Paula-. Y las mujeres deben cometer sus propios errores.
-¿Como tú?
Se quedó sin aliento.
-¿Cómo dice?
-Bueno, como pareces tener muchos amigos y te relacionas bien con gente mayor, como Rosa y Claudio, supongo que es de los hombres de quienes desconfías, sobre todo de los relativamente jóvenes. ¿No es así Paula? ¿Has tenido algún desengaño amoroso?
-Se olvida de Javier -dijo sorprendida de nuevo por su capacidad de observación.
-Tú dijiste que no era nada tuyo.
Los ojos de él brillaron.
-Es un amigo del sexo opuesto.
-No es lo mismo -insistió Pedro-. ¿Alguna vez te han dado un beso apasionado, unos de esos besos que uno desea que no acaben nunca?
-No se meta en lo que no le interesa.
-¿Has tenido novio?
-¡Claro que sí!
-¿Cuándo?
Paula se quedó sin aliento, sabía que la tenía atrapada. No permitiría que la pusiera nerviosa aunque no había conocido a ningún hombre tan perspicaz como él. La quería, se lo había dicho, y deseaba saber si había habido otros hombres en su vida. No tenía ninguna delicadeza. Pensó que en el remoto caso de que ella llegara a interesarse por él, no se atrevería a hacerle preguntas tan personales.
-Estuve comprometida una vez -dijo con frialdad.
-Y por qué no te casaste con él?
-Porque me arrepentí -mintió-. Ésa es la ventaja que tenemos las mujeres, ¿No cree?
Pedro dirigió el coche hacia las puertas del hospital y redujo la velocidad al llegar al hermoso jardín que rodeaba el pabellón donde se encontraba Claudio.
-Yo no te hubiera dejado cambiar de opinión -dijo mientras aparcaba el coche y apagaba el motor-. ¿Cuánto tiempo hace?
La miró a los ojos, tenía el brazo extendido por detrás del asiento de ella.
-¿Cuánto hace Paula?
La chica se encogió de hombros y se inclinó hacia adelante para tomar el bolso, que había colocado en el suelo del coche. No quería responderle, pero tampoco le convenía que se enfadara con ella.
-Hace un par de años.
Abrió la puerta del coche y la falda se le levantó al salir; por un momento, sus muslos quedaron a la vista de él: ella no se dió cuenta de ese detalle y le preguntó con toda tranquilidad.
-¿No cree que debemos entrar ya? Hay un horario de visitas.
Pedro salió del coche para reunirse con ella.
-Por ahora, sí. Aunque Rosa ha estado con él la mayor parte del tiempo.
La tomó del brazo para conducirla hacia la habitación de Claudio. Sus pisadas resonaban con fuerza en el pasillo.
-¿Cuántos años has dicho, Paula? -insistió.
No pudo reprimir la sorpresa. Pensó que el asunto de su compromiso estaba olvidado, debió haber imaginado que Pedro no iba a aceptar su evasiva como respuesta.
-Cuatro o cinco -contestó-. Realmente no puedo recordarlo muy bien.
La miró burlonamente.
-¿En serio?
-No.
-Entonces no le amabas.
La chica estaba aparentemente muy tranquila, su fría expresión no revelaba su verdadero estado de ánimo.
-Supongo que en aquel momento, sí.
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