sábado, 8 de octubre de 2016

La Venganza: Capítulo 23

-Cuatro para ser exacta.

-Para entonces ya habrá hecho un agujero en la alfombra. Espero que tengas dinero para comprar una nueva.

Paula sonrió  a  su  amiga,  pero su buen humor desapareció tan pronto como se cerró la puerta. Le agradaba que Pedro estuviera  impaciente,  y esperaba que lo estuviera mucho más cuando ella hubiera llevado a cabo su venganza. Sin embargo, el sentimiento de inseguridad que la había invadido la noche anterior,  apareció  de  nuevo.  Había  respondido  a  sus  besos por  instinto  y  había  encontrado placer en sus brazos. Sabía que cualquier hombre experimentado  habría provocado  esa  respuesta  hasta en la mujer más  fría.  Sin  embargo,  la  sensación  persistía,  y  sus ojos  se  volvieron cautelosos cuando se encontraron con los de él. Pedro la  miró  fijamente, desnudándola con la mirada.  Él  también estaba muy  atractivo. Llevaba unos pantalones negros y una chaqueta del mismo color. Laura, que estaba en un   rincón, murmuró  unas palabras ininteligibles  y  desapareció de la habitación. Pedro ni siquiera se dió cuenta de que la muchacha estaba allí; miró a Paula y se acercó a ella.

- ¿Lo has hecho a propósito? -preguntó deteniéndose a unos cuantos centímetros de ella.

-¿El qué? -preguntó con voz suave.

-Tardar -levantó las manos para tocar los brazos desnudos de ella-. Sabes que estoy impaciente por tenerte a mi lado.

-¿Sí? -Bien sabes que sí. Gatita -dijo antes de besarla. Le apartó después de unos segundos.

 -Laura está en la otra habitación -murmuró mientras Pedro la seguía estrechando.

-Sí. Vamos a llegar tarde -afirmó separándose de ella.

-¿Tarde? -repitió extrañada.

 -Pensé que podíamos pasar a ver a Claudio antes de cenar.

Se sintió culpable por haberle hecho esperar.

-Le diré adiós a Lau.

-¿Cómo está? -le preguntó Pedro en el coche cuando iban rumbo al hospital.

-Muy desmoralizada -respondió la chica enfadada.

 -¿Ha roto con su novio?

-Sí.

-Oye -la regañó tomándole una mano entre las suyas-. Yo no he sido quien ha dejado plantada a tu amiga.

Apartó su mano.

-Lo siento. No me gusta ver a Lau así.

-Yo también estoy desmoralizado.

Ella sabía que a Pedro le costaba mucho trabajo reconocer sus propias debilidades, y le extrañó su sinceridad.

- Lo siento.

-¿En serio? ¿A qué estás jugando conmigo, Pau?

-¿Juego? No entiendo -preguntó cautelosa.

Parecía molesto.

-Tú sabes que te quiero, sabes lo que siento por tí. Me estás utilizando, aprovechándote de mis sentimientos.

 -¿Qué quieres decir? -se humedeció los labios nerviosamente.

-No interpretes mi amor como una debilidad, gatita -le advirtió Pedro, con voz suave pero amenazadora.

-¿Amor, Pedro? -preguntó arqueando una ceja.

-Sabes perfectamente que es amor -gritó.

Era la primera vez que le hablaba de amor, y se sintió satisfecha de que lo hubiese hecho en ese momento.

-Lo sabes, ¿O no? -preguntó mirándola a los ojos.

-Es la primera vez que me lo dices.

-Pero yo pensé que lo sabías.

-¿Cómo voy a saberlo?

-¡Por Dios! Ya hemos llegado al hospital -se volvió para mirarla-. ¿Hablaremos después?

 -Si quieres.

 -Sí quiero -confirmó algo enfadado, acariciándole la mejilla.

La cara se le iluminó a Claudio cuando les vió llegar  juntos.  Parecía  mucho  mejor que la última vez que le habían visto, se encontraba sentado en la cama y el color había vuelto a sus mejillas.

-Rosa se acaba de ir a descansar -les dijo, apagando la televisión.

-Queríamos  llegar  más  temprano  -pasó el brazo por la cintura de Paula en  ademán  posesivo-.  Pero ya sabe cómo son las mujeres, les gusta ponerse hasta el último adorno,  no    saben que  cuanto menos se pongan, mejor -añadió burlonamente.

 -¡Ah! Pero Paula está preciosa -sonrió Claudio bromista-. Y está empezando a enfadarse. ¿Sabes que tiene muy mal genio?

 -Sí. No sólo tiene muy mal genio, además es muy testaruda -agregó pensativo.

Paula le miró asombrada;  aquel hombre la estaba analizando y  parecía  haber  llegado  a  una conclusión  acertada.  Debía  tener  cuidado  para  que  no  descubriera  toda la verdad antes de lo previsto. Claudio sonrió.

-¿Pero es que siempre están juntos?

-Sí.  ¡Y eso que  Pedro no  está  de  acuerdo  con  que  las  parejas  que  trabajan  juntas mantengan relaciones! -exclamó Paula burlándose de él.

Pedro le clavó los dedos en la cintura, en señal de advertencia.

-¿Cuándo  he  dicho  yo  eso?  Me refería a que los esposos no deben  trabajar  juntos  -Pedro  rió  al ver  que  ella  se  sonrojaba-.  Aunque  estoy  solucionando  eso -le dijo al otro hombre en forma confidencial.

-¿En serio? -preguntó Claudio interesado.

 -Sí. Pero es muy terca.

-¿De verdad piensas que soy terca? -preguntó ella esa misma noche más tarde, cuando él la acompañó a su departamento.

Cuando salieron del hospital fueron a un restaurante tranquilo donde la comida era  excelente  y  la conversación  lo  fue  más.  Pedro se  propuso  entretenerla  y  lo  consiguió una vez más. Cuando llegaron al club, Paula estaba de muy buen humor, bailaron en silencio durante casi dos horas, sin moverse apenas; de vez en cuando. los labios de Pedro se posaban en su cuello, recorriendo todo el contorno de su rostro. Hablaba poco y cuando lo hacía,  lo único que le decía era que la deseaba con todas sus fuerzas. Paula estaba segura de que la deseaba, pero quería mucho más, quería que se enamorase de ella.

-¿Qué dices, mi amor?

Pedro la estrechó entre sus  brazos, los  ojos se le  oscurecieron  por  el deseo,  y por los  besos  que intercambiaban.  Paula le  explicó  que  sería mejor que él  no fuese al departamento  porque Laura no se encontraba bien.  También sabía que Pedro nunca le haría el amor, estaba protegida.

-Te preguntaba si en realidad crees que soy muy terca.

Estaba muy hermosa en ese momento. El cabello le caía suavemente sobre los hombros y sus ojos brillaban en la oscuridad.

-Sí -respondió echándose para atrás-. La verdad es que me lo estás poniendo todo muy difícil.

 -¿Eso crees? -le tocó el pecho desnudo, se había desabrochado la camisa poco antes.

-Sí. Nunca le había pedido a una mujer que se casara conmigo, y es muy irritante comprobar que ni siquiera le toman a uno en serio.

-Fuiste muy poco correcto al principio,  Pedro.  Pero estoy comenzando a tomarte en serio  ahora  -los  labios de ella besaron el duro pecho.  Él  respondió  inmediatamente a la caricia.

 -¿Ahora sí?

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