-Porque necesitaba saber la verdad.
-¿Acerca de qué?
-Acerca de por qué había ocultado el comportamiento de mi padre. Esto le hizo adquirir mala reputación, y perder tu respeto. ¿Alguna vez le pediste que te dijera la verdad, Pedro?
-Ya la sabía.
-Mi padre era culpable, ahora lo sé. Tía Juana me lo ha contado todo.
-Ya te he dicho que no me importa si tu padre era culpable o no -se dirigió al mueble bar y se sirvió un vaso de whisdy-. ¡Hasta logró que se suicidara!
Paula movió la cabeza.
-Estás equivocado.
-No, no lo estoy -se tomó el contenido del vaso de un solo trago -. No sé qué te habrá dicho mi padre, pero te advierto que es un gran mentiroso. Engañó a mi madre durante treinta y cinco años.
Paula levantó la mano y le estampó una fuerte bofetada en la mejilla sin inmutarse ante la fiereza que mostraron los ojos masculinos.
-Sírvete otro trago, Pedro, creo que vas a necesitarlo -le aconsejó.
-Eres una...
-Siéntate, Pedro -gritó enfadada-. Y escúchame un momento.
-Paula...
Antes de que él pudiera añadir algo más, comenzó a hablar y pronto se esfumaron sus airadas protestas cuando la joven empezó su relato, escuchando con atención. Pedro se sentó en el sofá. Al llegar al final, Paula estaba tan pálida como él, habían sido demasiadas emociones.
-Siéntate -la voz de Pedro era mucho más amable.
Le ofreció un vaso de coñac.
-Gracias -dió un sorbo, e inmediatamente desapareció su inquietud-. Así que ya lo ves, Pedro. Tu padre tuvo mucho cuidado de no permitir que se supiera la verdad, aunque ello significara que le culparas para siempre. Le perdonas ahora, ¿No es así? -preguntó ansiosa.
-Sí – En su voz se traslucía una gran emoción.
-¡Gracias a Dios! -exclamó felíz.
-¿Por qué me has contado todo esto, Paula? -preguntó ansioso.
-Para que te reconcilies con tu padre.
-¿No hay otra razón?
Ella se sonrojó.
-No.
-¿Ninguna?
Paula colocó el vaso sobre la mesa y se levantó con intención de marcharse.
-Será mejor que me vaya.
-¿No abrigas también la esperanza de que al contarme todo esto, pudiera aclararse el malentendido entre nosotros? -preguntó con voz alterada.
Ella se aferró a su respuesta.
-No...
-Si no dices que sí, Paula, te juro que soy capaz de cualquier cosa -le dijo, tembloroso.
Le miró con ojos enternecidos.
-¡Pedro... !
-Te amo, Paula-musitó-. Y creo que tú también me amas -Tu plan se volvió contra tí, ¿Verdad mi amor? La rodeó con sus brazos, temblando. -Te enamoraste de mí a pesar de todo.
Le apoyó la cabeza en su pecho.
-Mi pobre niña. Así que te entregaste a mí por amor.
-Sí -apenas podía creer que su sueño se estuviera convirtiendo en realidad.
Pedro rió tiernamente.
-No tienes que decir que sí a todo, cariño -le tomó el rostro con las manos, mirándola fijamente-. Soy incapaz de hacerte el más mínimo daño.
A Paula se le hizo un nudo en la garganta.
-Te amo.
Dejó escapar un grito triunfal, y sus labios buscaron los de ella.
-Borraremos la amargura del pasado con nuestro amor, Pau-comentó. besándola.
-¿Y tu padre? -sumida en su inmensa felicidad recordó a Horacio y el sacrificio que había hecho durante tantos años.
-Iré a verle.
-Mañana -le urgió ella.
-Bueno, mañana no. Voy a llamarle por teléfono, y los dos iremos a verle otro día. Tengo otros planes para mañana.
-¿Cuáles?
-Por ejemplo, hacer los arreglos necesarios para casarnos. Por que te casarás conmigo, ¿No es así, Pau? -preguntó.
-¡Oh, sí! --exclamó radiante.
-Pero no irás a dejarme esta noche, ¿O sí? -el deseo hacía brillar los ojos masculinos.
Ella sonrió.
-Si me quedo puede que no salgamos mañana a buscar los papeles y...
-Iremos el martes -susurró besándola apasionadamente.
-Sí -gimió ella entre sus brazos-. Iremos el martes. O quizá el miércoles... o el jueves....
FIN
Hermoso final! Hasta lo último se aclaró todo! Gracias por compartirla!
ResponderEliminarBuenísima!!
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