martes, 18 de octubre de 2016

La Venganza: Capítulo 41

-Porque necesitaba saber la verdad.

-¿Acerca de qué?

 -Acerca de por qué había ocultado el comportamiento  de  mi  padre.  Esto  le  hizo  adquirir  mala  reputación,  y  perder  tu  respeto.  ¿Alguna  vez  le  pediste que te dijera la verdad, Pedro?

-Ya la sabía.

 -Mi padre era culpable, ahora lo sé. Tía Juana me lo ha contado todo.

-Ya te he dicho que no me importa si tu padre era culpable o no -se dirigió al mueble bar y se sirvió un vaso de whisdy-. ¡Hasta logró que se suicidara!

Paula  movió la cabeza.

-Estás equivocado.

-No,  no  lo  estoy  -se  tomó  el  contenido  del  vaso  de  un  solo  trago  -.  No  sé  qué te habrá dicho mi padre, pero te advierto que es un gran mentiroso. Engañó a mi madre durante treinta y cinco años.

Paula levantó la mano y le estampó una fuerte bofetada en la mejilla sin inmutarse ante la fiereza que mostraron los ojos masculinos.

-Sírvete otro trago, Pedro, creo que vas a necesitarlo -le aconsejó.

-Eres una...

-Siéntate, Pedro -gritó enfadada-. Y escúchame un momento.

-Paula...

Antes de que él pudiera añadir algo más,  comenzó a hablar  y  pronto  se  esfumaron  sus  airadas protestas cuando la joven empezó su relato,  escuchando  con atención. Pedro se sentó en el sofá. Al llegar al final, Paula estaba tan pálida como él, habían sido demasiadas emociones.

-Siéntate -la voz de Pedro era mucho más amable.

Le ofreció un vaso de coñac.

 -Gracias -dió un sorbo, e inmediatamente desapareció su inquietud-. Así que ya  lo  ves,  Pedro.  Tu padre tuvo mucho cuidado de no permitir que se supiera la verdad, aunque ello significara que le culparas para siempre. Le perdonas ahora, ¿No es así? -preguntó ansiosa.

 -Sí – En su voz se traslucía una gran emoción.

-¡Gracias a Dios! -exclamó felíz.

-¿Por qué me has contado todo esto, Paula? -preguntó ansioso.

-Para que te reconcilies con tu padre.

-¿No hay otra razón?

Ella se sonrojó.

 -No.

-¿Ninguna?

Paula colocó el vaso sobre la mesa y se levantó con intención de marcharse.

-Será mejor que me vaya.

-¿No abrigas también la  esperanza de que al contarme todo esto,  pudiera  aclararse el malentendido entre nosotros? -preguntó con voz alterada.

Ella se aferró a su respuesta.

-No...

-Si no dices que sí, Paula, te juro que soy capaz de cualquier cosa -le dijo, tembloroso.

Le miró con ojos enternecidos.

 -¡Pedro... !

 -Te amo, Paula-musitó-. Y creo que tú también me amas -Tu plan se volvió contra tí, ¿Verdad mi amor? La rodeó con sus brazos, temblando. -Te enamoraste de mí a pesar de todo.

Le apoyó la cabeza en su pecho.

-Mi pobre niña. Así que te entregaste a mí por amor.

-Sí -apenas podía creer que su sueño se estuviera convirtiendo en realidad.

Pedro rió tiernamente.

-No tienes que decir que sí a todo, cariño -le tomó el rostro con las manos, mirándola fijamente-. Soy incapaz de hacerte el más mínimo daño.

 A Paula se le hizo un nudo en la garganta.

-Te amo.

Dejó escapar un grito triunfal, y sus labios buscaron los de ella.

-Borraremos la amargura del pasado con nuestro amor, Pau-comentó. besándola.

-¿Y tu padre? -sumida en su inmensa felicidad recordó a Horacio y el sacrificio que había hecho durante tantos años.

-Iré a verle.

-Mañana -le urgió ella.

-Bueno, mañana no. Voy a llamarle por teléfono, y los dos iremos a verle otro día. Tengo otros planes para mañana.

-¿Cuáles?

-Por ejemplo, hacer los arreglos necesarios para casarnos. Por que te casarás conmigo, ¿No es así, Pau? -preguntó.

-¡Oh, sí! --exclamó radiante.

-Pero no irás a dejarme esta noche, ¿O sí? -el deseo hacía brillar los ojos masculinos.

Ella sonrió.

-Si me quedo puede que no salgamos mañana a buscar los papeles y...

-Iremos el martes -susurró besándola apasionadamente.

-Sí -gimió ella entre sus brazos-. Iremos el martes. O quizá el miércoles... o el jueves....



FIN

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