Claudio en el hospital, y tú y yo comprometidos.
-¿Podríamos mantenerlo en secreto un poco más? –preguntó Paula suplicante. Frunció el ceño.
- ¿Por que?
-Porque, bueno, no llevamos mucho tiempo saliendo juntos -sonrió nerviosa-. Pensé que quizá podríamos...
-Quiero que todos sepan que me perteneces. Una persona en particular -agregó, sonriendo. Comprendió inmediatamente a quién se refería.
-Javier. Pero si tú sabes que no significa nada para mí, Pepe -afirmó la chica.
-No estaré seguro de eso hasta que haya eliminado todo vestigio de otro hombre en tu corazón. ¡Y lo voy a hacer, Pau! -exclamó-. Me cueste lo que me cueste.
-Pepe -se humedeció los labios con la punta de la lengua, tragando saliva-. No hay ningún hombre, nunca lo ha habido, ni en mi corazón.
Descubrió que nunca había amado a David; lo que sentía ante la posibilidad de perder a Pedro no podía compararse lo más mínimo con lo que sintió cuando David decidió abandonarla.
-Te mentí con respecto a eso.
- ¿ Por que? - preguntó.
- Porque yo... yo...
-Porque fui un arrogante -contestó él de inmediato-. Pero quizá no debiste decirme la verdad, gatita -sonrió con una mueca.
Ella abrió los ojos.
-¿Por qué no?
La miró apasionadamente.
-Porque intentaba llevarte a casa conmigo para demostrarte cuánto te amo. Ahora creo que debemos esperar.
-¡No! No, Pepe. Quiero ir a tu casa -las mejillas de ella se encendieron al ver la cara de sorpresa de él.
Pedro se quedó sin aliento.
-¿Estás segura? -preguntó emocionado.
-Muy segura.
Paula pensó que nunca volvería a ser la misma mujer, fría y calculadora, de antes. Se había enamorado, sus planes de venganza se habían vuelto contra ella, y sabía que tendría que sufrir las consecuencias de su propia debilidad. Pedro pisó el acelerador hasta el fondo.
-Espero que no me pongan una multa por exceso de velocidad -musitó conduciendo con rapidez.
Paula rió complacida a su lado, sus ojos brillaron con una felicidad jamás conocida por ella. No se sentía nerviosa, ni siquiera cuando entró en el departamento de Pedro. Era enorme, cuatro veces mayor que su departamento. Pero no le importó; lo único que deseaba era sentir el amor de Pedro; sabía que su felicidad no iba a durar mucho tiempo. Él tomó su rostro con las manos y la besó. La chica se puso de puntillas y entreabrió los labios, le acarició el cabello que le caía sobre la nuca, apretando los senos contra su pecho. Pedro se dió cuenta de que las mejillas de Paula estaban algo irritadas.
-Necesito afeitarme. No quiero marcar todo tu hermoso cuerpo -tomó una de sus manos y la llevó hasta la habitación, la luz de la luna entraba por la ventana-. Dos minutos... después toda la noche sera nuestra.
Se quedó observando cómo él se quitaba la camisa antes de comenzar a afeitarse. De pronto, le dieron ganas de darse un baño que la relajara después de todas las emociones del día, antes de que ella y Pedro hiciesen el amor.
Muy buenos capítulos! Pero se me hace que están pasando la calma antes de la tormenta...
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar