Margarita tenía dieciséis años cuando Paula la vió por última vez; era una chiquilla mimada, que no se preocupó en ocultar la aversión que sentía hacia la novia de David. Tampoco a Paula le cayó bien la que iba a ser su futura cuñada.
El ataque verbal de Margarita cuando tuvo la oportunidad de estar a solas con ella abortó toda posibilidad de amistad entre ellas. Pero de eso hacía cinco años, y la promesa de belleza de Margarita había florecido; era muy atractiva, tenía el pelo rubio como su hermano, y los ojos azules, muy alegres. Sí, se había convertido en una hermosa mujer, y podía hacer mucho daño a Paula. Con sólo unas palabras, aquella mujer, podía revelarle a Pedro su verdadera identidad, y echar por tierra todos sus planes.
-¡Me alegro mucho de verte! -Margarita miraba a Pedro ignorando por completo a la mujer que le acompañaba-. ¿Cuándo volviste de los Estados Unidos?
-El mes pasado -contestó Pedro, poniendo a Paula frente a él.
Margarita la miró con curiosidad, sin mostrar el menor signo de reconocimiento.
-Margarita -le dijo el hombre que tenía a su lado-, ya se van los demás.
Le miró enfadada y volvió la cabeza hacia la mesa donde se estaban levantando varias personas decididas a irse. Paula miró al grupo con horror, temía que David fuera uno de ellos. Pero no, él estaba de luna de miel.
-Tengo que irme -le dijo Margarita con pena, lanzándole a Paula una fría mirada-. Llámame. ¿Tienes nuestro número?
-Sí -sonrió Pedro.
Margarita le besó en los labios una vez más. -¡Me alegro de que estés de regreso, Pepe! -exclamó antes de permitirle a su pareja que la acompañara hasta afuera.
Paula sintió las manos sudorosas cuando volvió a mirar a Pedro; le sugirió con timidez que se fueran, poniendo de excusa que tenía que ir a trabajar al día siguiente.
-Margarita no te ha gustado, ¿Verdad? -preguntó, arrugando la frente al notar el silencio de ella durante el regreso a casa.
-No digas eso...
-La conozco desde que éramos niños -le explicó Pedro.
Eso era lo que ella temía. ¿Cómo no se le había ocurrido pensar que Pedro podía conocer a los Phillips?
-Estuve en la facultad con su hermano David-añadió-. Éramos muy buenos amigos en aquellos tiempos.
Aquello se iba complicando. También era un buen amigo de David. Paula pensó que se había metido ella sola en una trampa de la que le iba a resultar muy difícil salir.
-Se casó hace un par de semanas, yo no fui. ¿No lo viste en los periódicos?
-No -negó con la voz ahogada.
-Parece que todos mis amigos se están casando cuando yo pensaba que eran solteros empedernidos. David estuvo a punto de casarse hace años -apretó la boca-, pero rompió su compromiso antes de la boda ¡E hizo bien!
Paula se puso pálida al oírle hablar de su fracasado matrimonio. De las palabras de Pedro se desprendía dureza indicando que él aprobaba lo que había hecho David.
-¿Por qué? -preguntó con frialdad.
-No tengo la menor idea.
Paula se dió cuenta de que Pedro estaba mintiendo. Él sabía muy bien por qué no llegó a celebrarse aquel matrimonio.
-Me ha costado trabajo reconocer a Margarita. Debía tener como catorce años la última vez que la ví. ¡Qué hermosas se ponen las mujeres!
-Sí -dijo, celosa por su elogio a Margarita.
Pedro rió suavemente.
-Margarita es para mí una niña, Pau.
-También Melisa.
Paula tenía la certeza de que él estaba muy contento, pues suponía que ella estaba celosa y eso le halagaba.
-No todas son niñas, Pedro. Y Melisa no actuaba como una niña. Tampoco Margarita, por eso...
-¡Ojalá fueras tú así de impetuosa! -exclamó con voz exaltada.
-A lo mejor te sorprendo un día.
-Me muero por que llegue ese día.
Le sorprendería, y pronto. Pero no iba a ser la sorpresa que él deseaba.
Paula salió con Pedro tres noches durante aquella semana, se negó a verle todos los días. Una vez se fue al cine con Laura y la otra se quedó en casa lavando ropa. Pedro rió cuando se negó a salir con él porque tenía que lavar; sin embargo la noche que salió con Laura. no se quedó muy convencido. Parecía creer que ella iba a ver a otro hombre. El martes fueron a visitar a Claudio, prometiéndole volver el sábado, antes de ir al teatro a ver la última obra de Tom Stoppard, después irían a cenar. Pedro bebía su vino despacio mirando a Paula por encima del borde de la copa.
-He llamado a mi padre esta mañana.
Le tembló la mano al llevarse la copa a la boca. Pedro no había vuelto a hablar de su padre y ella pensó que había olvidado la promesa que le hizo de presentárselo. Desde hacía unos días estaba muy fría con Pedro, él se había dado cuenta y por eso estaba de mal humor. El domingo por la noche comprobó que efectivamente, perdía su presencia de ánimo cuando él la besaba, estuvo a punto de ir a su departamento, aunque reaccionó a tiempo. Su debilidad ante aquel hombre la asustaba, y evitaba, sabiamente, estar a solas con él en situaciones peligrosas. Pero con Pedro todas las situaciones eran peligrosas.
-¿Qué dijo? -preguntó en tono pausado.
-Poca cosa -suspiró Pedro colocando el vaso en la mesa-. Nunca lo hace.
-¿Le hablaste de mí? -Paula contuvo la respiración la idea de encontrarse con su enemigo después de tantos años le causaba un leve escalofrío en la espalda.
-Claro que sí -dijo Pedro cortante-. Eres la única razón por la que lo llamé.
Pedro había estado de muy, mal humor los últimos días, y Paula sabía que era la causa de su actitud. Estaba segura de que era la primera vez que una muchacha se le resistía. Él nunca había pensado establecer relaciones serias con ninguna mujer. las mujeres que había tratado antes eran para divertirse. Y la abstinencia sexual no mejoraba en nada su carácter.
-Iremos a verle mañana --exclamó Pedro rompiendo el silencio.
-No recuerdo que me lo hayas pedido.
-Y no lo voy a hacer -comentó enfadado-. Fue idea tuya, lo menos que puedes hacer es acompañarme.
-Yo...
-Vámonos -la interrumpió bruscamente y pagó la cuenta.
- Pedro...
-No aguanto más.
El camarero se acercó, preocupado, al ver que los dos clientes se marchaban antes de acabar la cena. El pobre hombre se detuvo a medio camino, al ver la fría mirada que Pedro le envió. Paula abandonó el restaurante ruborizada, estaba segura de que todos habrían adivinado la razón por la que salían del lugar con tanta rapidez. Jamás se había sentido tan apenada en su vida.
-¡Es imperdonable! ¡Nunca me habían humillado de esta manera! -exclamó entrando en el coche.
Pedro estaba tenso cuando se sentó junto a ella.
-Pedro, me has oído...
-Sí -exclamó con fastidio.
Paula sintió que, esa noche, no era ella quien controlaba la situación. Pedro había llegado a su límite y, al parecer, aquella visita no deseada a su padre era la causa.
-Si no quieres, no visitamos a tu padre -contuvo el aliento y esperó la respuesta, sabía que tenía que decirlo, no le quedaba otro remedio.
-Ya he quedado con él -le dijo sin mirarla-. Le he hablado de tí, y quiere conocerte.
También ella quería conocerle. Era el hombre al que le temía le pequeña, al que odió cuando creció y en su imaginación él había adquirido proporciones gigantescas. Le recordaba como una versión mayor de Pedro, pero de eso hacía doce años.
Muy buenos capítulos! Cada y más difícil Seguir con su plan! Que cerca está de descubrirse todo!
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