martes, 11 de octubre de 2016

La Venganza: Capítulo 28

Margarita tenía  dieciséis  años  cuando  Paula la  vió  por  última  vez;  era  una  chiquilla  mimada, que no se preocupó en ocultar la aversión que sentía hacia la novia de David. Tampoco a Paula le cayó bien la que iba a ser su futura cuñada.

El ataque verbal de Margarita cuando tuvo la oportunidad de estar a solas con ella abortó toda posibilidad de amistad entre ellas. Pero  de  eso  hacía  cinco  años,  y  la  promesa  de  belleza  de Margarita  había  florecido;  era  muy  atractiva,  tenía  el  pelo  rubio  como  su  hermano,  y  los ojos azules,  muy  alegres. Sí, se había convertido en una hermosa mujer, y podía hacer mucho daño a Paula.  Con  sólo  unas  palabras,  aquella  mujer,  podía  revelarle  a  Pedro su  verdadera identidad, y echar por tierra todos sus planes.

-¡Me alegro mucho de verte!  -Margarita miraba a Pedro  ignorando por completo a la mujer que le acompañaba-. ¿Cuándo volviste de los Estados Unidos?

-El mes pasado -contestó Pedro, poniendo a Paula frente a él.

Margarita la miró con curiosidad, sin mostrar el menor signo de reconocimiento.

 -Margarita -le dijo el hombre que tenía a su lado-, ya se van los demás.

Le miró enfadada y volvió la cabeza hacia la mesa donde se estaban levantando varias  personas decididas  a  irse.  Paula  miró  al  grupo  con  horror,  temía  que  David fuera uno de ellos. Pero no, él estaba de luna de miel.

-Tengo que irme -le dijo Margarita con pena, lanzándole a Paula una fría mirada-. Llámame. ¿Tienes nuestro número?

-Sí -sonrió Pedro.

 Margarita le besó en los labios una vez más. -¡Me alegro de que estés de regreso, Pepe! -exclamó antes de permitirle a su pareja que la acompañara hasta afuera.

Paula sintió las manos sudorosas cuando volvió a  mirar  a  Pedro;  le  sugirió  con  timidez  que  se fueran,  poniendo  de  excusa  que  tenía  que  ir  a  trabajar  al  día  siguiente.

 -Margarita no te ha gustado, ¿Verdad? -preguntó, arrugando la frente al notar el silencio de ella durante el regreso a casa.

 -No digas eso...

-La conozco desde que éramos niños -le explicó Pedro.

Eso era lo que ella temía. ¿Cómo no se le había ocurrido pensar que Pedro podía conocer a los Phillips?

-Estuve en la facultad con su hermano David-añadió-. Éramos muy buenos amigos en aquellos tiempos.

Aquello se iba complicando. También era un buen amigo de David. Paula pensó que se había metido ella sola en una trampa de la que le iba a resultar muy difícil salir.

-Se casó hace un par de semanas, yo no fui. ¿No lo viste en los periódicos?

-No -negó con la voz ahogada.

-Parece  que  todos  mis  amigos  se  están  casando  cuando  yo  pensaba  que  eran  solteros empedernidos. David estuvo a punto de casarse hace años -apretó la boca-, pero rompió su compromiso antes de la boda  ¡E hizo bien!

 Paula se puso pálida al oírle hablar de su fracasado matrimonio. De las palabras de Pedro se desprendía dureza indicando que él aprobaba lo que había hecho David.

-¿Por qué? -preguntó con frialdad.

-No tengo la menor idea.

 Paula se dió cuenta de que Pedro estaba mintiendo. Él sabía muy bien por qué no llegó a celebrarse aquel matrimonio.

-Me ha costado trabajo reconocer a Margarita. Debía tener como catorce años la última vez que la ví. ¡Qué hermosas se ponen las mujeres!

 -Sí -dijo, celosa por su elogio a Margarita.

Pedro rió suavemente.

-Margarita es para mí una niña, Pau.

-También Melisa.

Paula tenía la certeza de que él estaba muy contento, pues suponía que ella estaba celosa y eso le halagaba.

-No todas son niñas, Pedro. Y Melisa no actuaba como una niña. Tampoco Margarita, por eso...

-¡Ojalá fueras tú así de impetuosa! -exclamó con voz exaltada.

-A lo mejor te sorprendo un día.

 -Me muero por que llegue ese día.

Le sorprendería, y pronto. Pero no iba a ser la sorpresa que él deseaba.

 Paula salió con Pedro tres noches durante aquella semana, se negó a verle todos los días. Una vez se fue al cine con Laura y la otra se quedó en casa lavando ropa. Pedro rió cuando se negó a salir con él porque tenía que lavar; sin embargo la noche que salió con Laura. no se quedó muy convencido. Parecía creer que ella iba a ver a otro hombre. El martes fueron a visitar a Claudio, prometiéndole volver el sábado,  antes de ir al teatro a ver la última obra de Tom Stoppard, después irían a cenar. Pedro bebía su vino despacio mirando a Paula por encima del borde de la copa.

-He llamado a mi padre esta mañana.

Le tembló la mano al llevarse la copa a la boca. Pedro no había vuelto a hablar de su padre y ella pensó que había olvidado la promesa que le hizo de presentárselo. Desde hacía unos días estaba muy fría con Pedro, él se había dado cuenta y por eso estaba de mal humor. El domingo por la noche comprobó que efectivamente, perdía su presencia de ánimo cuando él la besaba, estuvo a punto de ir a su departamento,  aunque  reaccionó  a  tiempo.  Su  debilidad  ante  aquel  hombre  la  asustaba,  y evitaba,  sabiamente,  estar  a  solas  con  él  en  situaciones  peligrosas.  Pero con Pedro todas las situaciones eran peligrosas.

-¿Qué dijo? -preguntó en tono pausado.

-Poca cosa -suspiró Pedro colocando el vaso en la mesa-. Nunca lo hace.

 -¿Le  hablaste  de  mí?  -Paula  contuvo  la  respiración  la  idea  de  encontrarse  con su enemigo después de tantos años le causaba un leve escalofrío en la espalda.

-Claro que sí -dijo Pedro cortante-. Eres la única razón por la que lo llamé.

Pedro había  estado  de  muy,  mal  humor  los  últimos  días,  y  Paula sabía  que  era  la  causa de su actitud. Estaba segura de que era la primera vez que una muchacha se le  resistía.  Él  nunca  había pensado  establecer  relaciones  serias  con  ninguna  mujer.  las  mujeres  que  había  tratado  antes eran  para  divertirse.  Y  la  abstinencia  sexual  no mejoraba en nada su carácter.

-Iremos a verle mañana --exclamó Pedro rompiendo el silencio.

-No recuerdo que me lo hayas pedido.

-Y no lo voy a hacer -comentó enfadado-. Fue idea tuya, lo menos que puedes hacer es acompañarme.

-Yo...

-Vámonos -la interrumpió bruscamente y pagó la cuenta.

 - Pedro...

-No aguanto más.

El camarero se  acercó,  preocupado,  al  ver  que  los  dos  clientes  se  marchaban  antes de acabar la cena. El pobre hombre se detuvo a medio camino, al ver la fría mirada que Pedro le envió. Paula abandonó  el  restaurante  ruborizada,  estaba  segura  de  que  todos  habrían  adivinado  la  razón por la que  salían  del  lugar  con  tanta  rapidez.  Jamás  se  había  sentido tan apenada en su vida.

 -¡Es imperdonable! ¡Nunca me habían humillado de esta manera! -exclamó entrando en el coche.

Pedro estaba tenso cuando se sentó junto a ella.

-Pedro, me has oído...

-Sí -exclamó con fastidio.

Paula sintió que, esa noche, no era ella quien controlaba la situación. Pedro había llegado a su límite y, al parecer, aquella visita no deseada a su padre era la causa.

-Si  no quieres, no visitamos  a  tu  padre  -contuvo  el  aliento  y  esperó  la  respuesta, sabía que tenía que decirlo, no le quedaba otro remedio.

-Ya he quedado con él -le dijo sin mirarla-. Le he hablado de tí, y quiere conocerte.

También ella quería conocerle. Era el hombre al que le temía le pequeña, al que odió cuando creció y en su imaginación  él había adquirido proporciones gigantescas. Le recordaba como una versión mayor de Pedro,  pero de eso hacía doce años.

1 comentario:

  1. Muy buenos capítulos! Cada y más difícil Seguir con su plan! Que cerca está de descubrirse todo!

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