Al día siguiente, cuando Paula llegó a la oficina, él no estaba. Como tenía mucho que hacer, se puso a trabajar. Poco después de las doce entró Pedro. Parecía cansado, lo revelaban las profundas arrugas que surcaban su rostro. Llevaba puesto un elegante traje negro que le sentaba a la perfección y resaltaba su corpulenta figura.
-Café -fue lo primero que le dijo cuando pasó junto a ella, rumbo a su oficina.
Paula se quedó intrigada. Ni siquiera se había fijado en ella, ni mucho menos en su precioso vestido verde, se lo había puesto para deslumbrarle y él ni se daba cuenta. No podía ser posible tanta indiferencia. él tenía que estar rendido a sus pies cuando ella accediera a concederle la primera cita... Unos minutos después le llevó el café. Al mirarle esbozó una amplia sonrisa.
-Pareces muy contenta -le dijo él. bromeando. La sonrisa permaneció fija en los labios de la chica.
-¿Hay alguna razón para estar triste?
-¿Has llamado al hospital? -preguntó tenso.
-¿Al hospital? Yo... Claudio. Recordó que la operación iba a hacerse ese mismo día. ¿Le habría pasado algo a su antiguo jefe.
-Pues... no ha llamado nadie. Sólo los recados que he dejado sobre su escritorio, varios eran de Melisa.
-Puedes irte a comer -contestó Pedro con frialdad-. Yo me las arreglaré solo.
Paula abandonó la oficina con la certeza de que su aprecio por ella había disminuido. Sabía que la operación de Claudio era esa misma mañana, pero la felicidad de saber que su venganza estaba a punto de realizarse le había hecho olvidar todo lo demás. Se enfadó consigo misma. No debía permitir que su batalla privada con Pedro y su padre empañara sus relaciones con otras personas. Claudio y Rosa siempre habían sido muy buenos con ella.
Cuando regresó a su escritorio, llamó al hospital, donde le dijeron que Hammond seguía en la sala de operaciones. Fue la hermana de Rosa quien se puso al teléfono y le aseguró que llamaría cuando hubiese noticias. Paula se sintió mejor después de haber llamado, era como volver a la normalidad. No podía permitir que la venganza la agobiara. La fotografía de David y su novia la había deprimido, pero debía olvidarse de todo. Tenía un propósito, una venganza que intentaba llevar a cabo hasta sus últimas y amargas consecuencias. Comió con Laura , como de costumbre; de hecho era la única hora en la que veía a su amiga. Ya casi nunca estaba en el apartamento y eso le preocupaba. No porque Laura necesitara sus cuidados; parecía encantada y charlaron animadamente, mientras se comían sus bocadillos en el comedor del personal.
-¿Qué se siente al trabajar para Superman? -preguntó Laura.
-Es muy eficiente.
-También muy guapo -Laura sonrió-. ¿Todavía no te ha invitado a salir?
-¡No!
-No te pongas así -rió Laura-. Ví que te devoraba con los ojos durante la boda, habría sido muy tonta si no me hubiese dado cuenta de que le gustas. Estaba segura de que ya te habría llevado a alguna parte.
-Bueno... sí, lo intentó -reconoció Paula después de dar un sorbo al té.
-¡Y le dijiste que no! -exclamó la amiga, incrédula-. ¿Cómo es posible que hayas rechazado tal oferta?
Paula torció la boca al recordar los métodos persuasivos de Pedro. Sin duda, su encanto y sus besos, habían vencido a las mujeres más fuertes, sin embargo con ella sería distinto.
-No fue difícil -contestó sinceramente.
-¡Estás loca! -exclamó Laura.
Paula arqueó un ceja.
-¿Me estás diciendo que, si te hubiera invitado a tí, habrías aceptado?
-Bueno no, yo no aceptaría. Es diferente. Tengo a Lucas, pero tú no sales con ningún muchacho en serio -parecía apenada.
-Bueno, ¿Hasta qué punto es serio Lucas? -preguntó Paula tranquilamente.
Laura se ruborizó.
-Me pidió que me fuera a vivir con él -anunció con cierta desgana.
Paula no hizo ningún gesto. Había aprendido a ocultar sus sentimientos cuando su padre estaba procesado y la prensa, ansiosa de noticias, buscaba cualquier cambio de expresión en su rostro. Los periodistas la llamaban la muchacha de hielo y ella, exceptuando el tiempo que estuvo enamorada de David, siempre hizo honor a ese calificativo.
-¿Sí?
-¿Crees que debo aceptar? -le preguntó la amiga mordiéndose el labio, parecía infantil y muy vulnerable en ese momento.
Paula se encogió de hombros.
-Es una decisión que sólo tú debes tomar. ¿Quiere casarse contigo?
-Dice que más adelante -de nuevo, Laura volvió a sonrojarse.
-No está seguro.
-Piensa que debemos vivir juntos primero durante un tiempo -comentó avergonzada-. Como un ensayo de matrimonio.
-Ya veo. ¿Y qué te parece eso?
-Lo estoy meditando -respondió-. Es una decisión muy importante.
Paula deseaba decirle a Laura lo que realmente pensaba: que cometería una tontería si accedía a las pretensiones de Lucas. Era obvio que él no tenía la más mínima intención de comprometerse. Pero si se lo decía. y él rompía con ella por esa razón, su amiga la culparía. Sólo Laura debía decidir.
-Estás muy pensativa -le dijo Pedro cuando entró en la oficina.
Paula se sentó sin prisas. Vió que Pedro, por fin, le prestaba atención.
-¿A cuál prefieres? -preguntó la chica-. ¿A la alegre o a la pensativa?
-La verdad es que a ninguna de las dos -dijo en tono burlón, sentándose en el borde de la mesa.
-¿No? -preguntó mirándole de frente.
-No -sonrió él, la frialdad había desaparecido-. Prefiero verte entre mis brazos.
Quería ponerla nerviosa y lo logró. No podía controlar el color de sus mejillas y la mirada que le dirigió fue bastante severa. Pedro no se movió, sus ojos se oscurecieron al posarse descaradamente en el escote de ella.
-Me temo que eso no va a ser posible -contestó con voz suave.
-¿Tienes miedo, Paula? -preguntó-. Eso ya es un paso adelante.
-¡No me digas! -procuró sostener la mirada de los acerados ojos. Él rió.
-De nuevo te cierras en banda -comentó burlándose.
Lo sabía, también sabía que si él pudiese leer sus pensamientos, caería fulminado. No podía soportar que la mirara; era casi como si la tocara.
-¿En qué piensas? -le preguntó él levantándose.
Paula respiró aliviada cuando él se apartó, recuperada la tranquilidad.
-En nada, señor Alfonso-la voz era fría-. ¿En qué podría estar pensando?
El abogado sonrió, con una mezcla de desprecio y altanería. Por lo general, trataba a las mujeres de forma mucho más sutil, pero siempre era él el cazador y la mujer la presa. Ese hombre siempre sería quien llevase la iniciativa, y no parecía posible que ninguna mujer invirtiera los términos.
-No sé... -movió la cabeza-. Desde aquella primera semana no he podido volver a leer ni uno solo de tus pensamientos.
Ella trató de esbozar una sonrisa maliciosa, aunque más bien resultó triunfal.
-A lo mejor tengo algo que ocultar -la voz parecía alegre.
-A lo mejor -musitó él-. Bueno. me voy a comer. Ah, Paula-se detuvo frente a la puerta, con la mano en el picaporte.
-¿Sí? -preguntó tensa.
-Llamaron del hospital.
Se alarmó. Tenían que ser buenas noticias, Pedro no era capaz de bromear estando Claudio en peligro. Su cambio de humor daba a entender que su jefe estaba bien. Era obvio que quería al viejo, y se preocupaba por él.
-¿Está bien? -preguntó tranquila.
-Sí -rió Pedro-. Necesitará un tratamiento intensivo durante bastante tiempo, pero esperan que no hayan complicaciones.
-¡Gracias a Dios! -exclamó aliviada.
-Sí -dijo Pedro sombrío-. Iré a verle mañana por la noche, cuando ya se le haya pasado un poco el efecto de la anestesia, supongo que no te importaría venir conmigo.
Esperaba una negativa, y se tomó su tiempo para decidir. Deseaba visitar a Claudio, quería verle; pero si aceptaba esa invitación le estaría dando esperanzas, haciéndole pensar que podría aceptar otras. ¡Qué pensara lo que quisiera!
-Sí, iré.
Pese a su habitual aplomo, Pedro se quedó sorprendido por la rápida aceptación de la muchacha.
-¿Has dicho que sí? -preguntó, incrédulo.
Ella rió al ver el asombrado rostro de él.
-Sí.
-¿Iremos a cenar después? Trataba de forzar la situación.
-No creo.
Pedro suspiró.
-¡Supongo que un sí ya es algo! Está bien, Paula. iremos a ver a Claudio, juntos, mañana por la noche. Juntos... me gusta el sonido de esa palabra cuando está aplicada a tí y a mí. Sonrió pícaramente. Con un poco de suerte, puede que salgan bien las cosas. Creo que tú y yo vamos a pasar muchos momentos juntos.
Una luz de esperanza brillaba en sus ojos cuando abandonó la habitación. Juntos. Sí, estarían juntos y cada momento sería una tortura para Pedro Alfonso.
Muy buenos capítulos! Pobre Pedro, está esperanzado cuando en realidad Paula le está tejiendo las redes! que mala!
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