sábado, 1 de octubre de 2016

La Venganza: Capítulo 12

-Sí -contestó mirándole a los ojos.

 Él apretó la boca; Paula notó el cambio que se había operado en él. Su expresión era la de un hombre duro, decidido a no detenerse ante nada. En ese momento se parecía mucho a su padre.

-¿Serías capaz de dejar este trabajo que tanto te gusta, sólo por que no quieres trabajar conmigo?

Él se puso de pie y la miró atentamente, esperando su respuesta.

-Sí -contestó con seguridad.

-¿Tanto te desagrado? -preguntó levantando la voz.

-Sí. Contuvo el aliento. Su expresión era furiosa.

-¿Y si te pidiera que no lo hicieras?

Ese  no  era  el  Pedro Alfonso que  conoció  en  la  boda  de  Andrea,   se  comportaba  como  un eficiente  ahogado,  e  intuyó  que  ante  un  tribunal  debía  ser  formidable,  más impresionante que el padre en el punto culminante de su carrera.

-Sería lo mismo. Fui contratada como secretaria del señor Hammond y prefiero irme si ya no voy a seguir trabajando para él.

-Tu empleo jamás fue motivo de discusión entre Claudio y yo. Él tiene fe en tu lealtad hacia la firma. Pero si prefieres trabajar para Gabriel, creo que eso podría arreglarse.

-La secretaria de Gabriel es Andrea.

-Otro motivo para que haya un cambio. No creo que sea buena idea que un matrimonio trabaje junto.

-¿No lo cree así? -Paula se mostró indignada. Salió en defensa de su amiga.

 -Creo que no has entendido la situación con claridad, Paula.

Él  había  notado  su  falta  de  atención  durante  la  junta.  Sabía  que  Paula,  después  de  la  primera  noticia,  no  se  había  enterado  de  nada  de  lo  que  allí  se  había  dicho.

-Soy el nuevo socio y director. Y en el futuro la firma se llamará Alfonso,  Hammond y Hammond.

-Gabriel...

-Lo sabe todo. Desde hace mucho tiempo. Aunque no sé qué tiene eso que ver contigo. A no ser que Gabriel sea para tí algo más que el marido de tu amiga.

-¿Cómo se atreve? -preguntó la chica furiosa-. ¿Cómo se atreve a decirme eso?

-Muy fácil, te lo aseguro -dijo muy exaltado-. Aunque por tu reacción creo que esta vez me he equivocado.

-¡Por supuesto que sí! -exclamó.

-Sí, lo veo. ¿Pero estarías, cuando menos, dispuesta a resignarte sólo durante unos meses?

 -Yo...

-Pedro, querido -dijo Claudio Hammond mientras entraba-, Paula, espero que me perdones por haberlo anunciado de repente y en este momento. Pero estoy seguro de que estarás de acuerdo conmigo en que Pedro es una buena adquisición para la firma.

Pedro sonrió burlonamente.

-Creo que Paula no comparte tu opinión, Claudio.

-Estoy segura de que es usted un excelente abogado -dijo rapidariamente.

 -Claro que lo es -confirmó Claudio-. Casi no puedo creer que hayas aceptado unirte a nosotros.

-Es que todo ha sido tan repentino... -se humedeció los labios nerviosa-, pensé que usted no se retiraría hasta el año que viene.

Claudio hizo un gesto de indiferencia.

-Pedro pudo llegar antes. Y bueno, Rosa desde hace mucho desea hacer un viaje y he decidido llevarla la próxima semana.

-¿La proxi...? Pero... Se interrumpió al ver una mirada de advertencia en los ojos de Pedro. Este le hizo un gesto con la cabeza y Paula no tuvo más remedio que volverse para observar a su jefe. Claudio  parecía  cansado,  tenía  la  cara  demacrada y había perdido  peso, ella no lo había notado, había estado muy preocupada con sus propios problemas durante la última semana.

 -¿A dónde irá? -le preguntó con interés.

-Hemos pensado hacer un crucero por las islas griegas -dijo—. Y ahora voy a terminar mi trabajo en la oficina antes de irme. ¿Pedro?

-Ahora mismo voy --contestó, todavía estoy tratando de convencer a Paula de que soy irresistible -añadió divertido.

Claudio rió.

-Buena suerte muchacho. ¡Tengo el presentimiento de que vas a necesitarla! -le dió una palmada en la espalda, y se dirigió, sonriente a la oficina.

El buen humor de Pedro desapareció en el momento en que volvió a quedarse solo con Paula.

-Gracias.

Paula se acomodó en la silla muy seria.

-No es cierto lo de las vacaciones, ¿Verdad? -preguntó la chica angustiada.

-No. Por lo menos durante algún tiempo -confirmó él. -Claudio está enfermo, ¿No es así?

-Sí -suspiró Pedro-el corazón.

-Pero eso fue hace algunos años -dijo preocupada.

Él la miró fijamente.

-¿Lo sabías?

 Ella asintió.

-Con  frecuencia  tengo  que  recordarle  que  se  tome  las  pastillas.  Claudio  va  al  médico  con  regularidad.  Hace  como  dos  o  tres  semanas  lo  hizo.  ¿Qué  tiene?  -preguntó visiblemente alterada.

-Le encontraron muy mal la última vez -le explicó Pedro-. Tiene que operarse. -Y entonces, la próxima semana...

-¡Oh Dios! -exclamó preocupada. Estimaba mucho a Claudio  Hammond-. Andrea y Gabriel...

-No   lo   saben   -terminó   de   decir   Pedro-.   En   caso   de   que   lo   supieran   cancelarían  su  viaje.  Y  Claudio  no  quiere  que  lo  hagan.  Pero  la  operación  es  vital,  así que...

-Le mandó a buscar a usted -terminó Paula.

-Sí,  me  mandó  a  buscar.  Y no me gusta que te lo  tomes a la  ligera.  Me  resultó muy difícil dejarlo todo y regresar a Inglaterra con tanta prisa.

-Lo siento -se sonrojó-. Supongo que no debió ser fácil para usted.

-Lo dudo -dijo con cierto desprecio-. Pero tu comprensión no me interesa. Lo  que  me  importa  es  Claudio,  su  tranquilidad  y  su  salud.  Estoy  aquí  porque  me  necesita. Siempre he estado muy unido a él y a Gabriel, no podía defraudarles.

-Yo tampoco podré hacerlo -comentó, pensando en lo que tenía que hacer-. Debo quedarme aquí, ¿No cree?

Él asintió con la cabeza. parecía más viejo cuando se ponía serio.

 -Creo  que  sí.  Pero  claro,  la  decisión  es  tuya.  Si  te  vas  ahora,  Claudio  se  llevaría un disgusto, pero ni él ni nadie puede obligarte a que te quedes.

Estaba  atrapada,  y  él  lo  sabía.  Claudio  era  hombre  que  no  podía  dejar  las  cosas  a  medias,  le gustaba  tenerlo  todo  bien  organizado.  Paula conocía  los  casos  como  el  mismo Claudio. Si ella se iba, era muy probable que su jefe se negara a ir al hospital. Y eso no lo podía permitir. Pero tampoco podía trabajar con el hijo del asesino indirecto de su padre. En su rostro se reflejó la duda, y el conflicto interno por el que estaba pasando en esos momentos.

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