—¿Estás intentando seducir a la testigo? —preguntó ella, casi sin respiración.
—Eso no sería ético —musitó a menos de un milímetro de sus labios.
Por un instante, Paula pareció sorprenderse, pero al segundo siguiente, se estaba inclinando relajadamente contra él. Y le echó el resto del vaso de limonada helada en la pierna.
—¡Maldita sea! — Pedro retrocedió al instante, intentando evitar el frío y pegajoso líquido.
—Oh, lo siento. Se me había olvidado que tenía el vaso en la mano. ¿Estás bien? — Paula dejó el vaso en la mesa y se acercó a él—. Aquí fuera no tengo servilletas, pero si quieres puedo ir a casa a buscar algo para limpiarte —lo miraba intentando disimular su diversión.
—No te molestes.
Paula lo miró fijamente, intentando adoptar una expresión de absoluta inocencia.
—Lo siento, ha sido un accidente.
—Estoy seguro. Porque si por un momento pensara que lo has hecho intencionadamente, soy capaz de tirarte el resto de la jarra de limonada encima —replicó, mirando disgustado sus vaqueros empapados. Alzó la mirada y cambió de expresión—. Pero puedes arreglar este desastre cenando conmigo esta noche.
Paula frunció el ceño. Ya no tenía ninguna gana de reír.
—Por Dios, ¿es que nunca te das por vencido? No voy a cenar contigo, Pedro. Le he dicho a Leticia que saldría con ella y es eso lo que pienso hacer.
—Leticia es tu prima, no creo que le importe.
—Pero a mí sí. Y no pienso cambiar de opinión.
Pedro asintió en silencio. Inesperadamente, estiró la mano, la tomó del cuello y la empujó delicadamente contra él para atrapar sus labios en un beso ardiente y demandante. Paula abrió los labios en respuesta y él profundizó su beso, saboreándola y acariciando su lengua. El tiempo pareció detenerse en ese instante.
En el interior de Paulase produjo una explosión de sensaciones. La sorpresa fue inmediatamente sustituida por un inmenso deseo. Quería más, mucho más. Pero antes de que hubiera tenido tiempo de formular cualquier tipo de pensamiento, Pedro retrocedió.
—Quizá no puedas anular tus citas, pero por lo menos piensa en mí mientras tanto —dijo Pedro. Rozó sus labios una vez más, giró sobre sus talones y se dirigió hacia la casa.
Paula permaneció mirándolo sorprendida. Desde que lo conocía, aquella era la primera vez que la besaba. Ella había intentado hacerlo una vez, pero Pedro la había puesto inmediatamente en su lugar. Se había reído de ella, se había burlado. Pero jamás la había besado.
¡Y menos de aquella forma!
Se pasó la lengua por los labios, disfrutando del sabor que el beso de Pedro había dejado. Pero todo había sido demasiado rápido. Y no le habían hecho ninguna gracia las razones de su beso. Entrecerró los ojos y lo fulminó con la mirada.
—Qué tipo más arrogante. Lo último que necesito ahora es enredarme con alguien que reniega de las mujeres.
Se dirigió hacia la casa, intentando convencerse a sí misma de que la atracción que sentía hacia Pedro era puramente física. No tenía nada que ver con el amor, ni el futuro, ni el respeto mutuo. Y le bastaba recordar las burlas de las que había sido víctima durante todos aquellos años para saberlo.
Pero algo parecía haber cambiado. Aunque no estaba segura de qué. ¿Por qué se habría acercado Pedro a ella? Incluso la había presionado para que tuvieran una cita. No, no estaba segura de lo que se proponía, pero tenía que reconocer que tanto su insistencia como su beso le habían resultado gratificantes. Y, maldita fuera, iba a ser muy difícil dejar de pensar en él durante la noche.
La cena fue muy agradable. Matías era un hombre divertido y un gran conversador. Era tan alto como Pedro, aunque más fornido y con el pelo más claro. No parecía prestar especial atención a su prima, mientras que ésta prácticamente lo devoraba con la mirada. Paula se preguntaba si los sentimientos hacia ella serían recíprocos. Y, en el caso de que así fuera, cuánto tardaría Leticia en cansarse de Matías.
Cuando después de la cena Leticia se disculpó para ir al baño, Matías se volvió sonriente hacia Paula.
—Había oído hablar mucho de tí —le comentó.
—¿De verdad?
—A Pedro Alfonso.
—Oh — Paula se sonrojó y tragó saliva—. ¿ Pedro te ha hablado de mí?
—Estuvimos juntos en la universidad.
—Ah, bueno, en ese caso espero que no te creyeras todo lo que decía —contestó ella riendo. Se imaginaba perfectamente las cosas que Pedro podía decir de ella diez años atrás.
—Cuando volvía de las vacaciones se quejaba de que había una mocosa que no lo dejaba ni a sol ni a sombra.
—Y tenía razón. Estaba loca por él —pero ya lo había superado, se aseguró a sí misma.
—Sí, eso nos contaba —rió Matías—. Pero yo a veces pensaba que, a pesar de sus quejas, en el fondo le gustaba. Hablaba muchísimo de tí.
—Estoy segura — Paula dio un largo sorbo a su bebida y miró atentamente a Matías—. Matías, ¿conocías a la chica de la que se enamoró Pedro cuando estaba en la universidad?
Matías cambió completamente de expresión y asintió lentamente.
—Selena Canfield.
—¿Cómo era? ¿Qué sucedió entre ellos?
—Quizá deberías preguntárselo a Pedro.
—Quizá, pero ya sabes que no me contará nada. ¿Realmente estaba enamorado de ella?
Matías se encogió de hombros.
—Por lo menos eso era lo que él pensaba.
—¿Y ella no estaba enamorada de él?
—Lo fingió. Pero sólo fue una elaborada estrategia para atrapar al hombre con el que una vez había estado comprometida. Y en cuanto su prometido volvió a acercarse a ella, abandonó a Pedro, y de la forma más humillante. Siempre he pensado que Selena fue especialmente cruel con él para demostrarle a su prometido que ya no tenía nada que ver con Pedro.
Paula suspiró. No le extrañaba que Pedro fuera tan cínico con las mujeres después de una experiencia como aquélla.
— Paula, ¿has aprovechado mi ausencia para revelar mis más oscuros secretos? —preguntó Leticia alegremente cuando volvió a reunirse con ellos.
—Tú no tienes nada que ocultar, Leticia—contestó Paula.
—¿Y de qué estabas hablando entonces?
—De Pedro.
—¿De Pedro Alfonso? ¿Qué ha pasado con él?
—Nada. Como me habías comentado que Matías había estado con él en la universidad, hemos estado hablando de eso.
— Pedro mencionaba a Paula alguna que otra vez —intervino Matías.
—Estoy segura de que hacía algo más que mencionarla —dijo Leticia, mirando a su prima con los ojos entrecerrados—. Paula lo seguía a todas partes, quería convencerlo de que fuera su novio.
—Gracias, prima, yo te defiendo y tú me arrojas a los lobos.
—Pero si es verdad. Yo no podía entender lo que veías en él. Era mucho mayor que tú y no parecía tener ningún interés por las chicas. Hasta que se enamoró. Pero desde que su novia lo dejó, no volvió a interesarle ninguna mujer. Y no porque ellas no lo hayan intentado. No sabes la cantidad de amigas mías que me han pedido que se lo presentara durante todos estos años.
Muy buenos capítulos!!!! Muy linda esta novela!
ResponderEliminarQué geniales los 4 caps Naty, me gusta que ahora Pau no le de tanta bola y se haga rogar jajaja. Así Pedro va a caer rendido a sus pies.
ResponderEliminarguuuuuuuuuuuuuaaaa ya me enganche ... volvi a mis lecturas Naty
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