Él sonrió y me llevó de la mano hasta el bote. Remó hasta el faro, nuestro faro, nuestro escondite.
Y hasta el último nervio de mi cuerpo reaccionó cuando abrió la puerta de la habitación y me besó como si no existiera un mañana.
Estaba medio dormida. Abrí los ojos y me conseguí con un ángel caído del cielo, solo que este ángel estaba medio desnudo frente a mí, donde solo lo cubría la misma sabana blanca que lo hacía conmigo.
No sabia si estaba dormido, pero teníamos que irnos. Se escuchaban truenos, y no quería quedar atrapada acá en una tormenta.
Con mis labios delineé su pecho desnudo, luego su cuello, su barbilla y terminé en sus labios.
-Tenemos que irnos. - Susurré apenas.
Él se dió la vuelta y esta vez quedó totalmente encima de mí. Sus manos sostenían mi cara como si fuese cristal.
Mientras sus ojos estudiaban mi expresión.
-No quiero irme. - Dijo apenas.
-Tampoco yo, pero va a comenzar la tormenta.
Con un beso rápido, y antes de que pudiera seducirme de nuevo y llevarme a hacerlo mío una vez, mas me alejé de él y comencé a vestirme.
Nos dió tiempo de llegar a la orilla, pero apenas tuvimos tiempo de dejar el bote cuando comenzó a llover a cantaros.
-No! Y ahora que!? - Pregunté a gritos ya que la lluvia sonaba muy fuerte.
-¡A correr!
-Espera, antes quiero hacer algo.
Me lancé hacia Pedro y lo besé con la misma pasión de hace algunas horas.
Tenía que disfrutar de nuestro último momento solos por esta noche. Hacer el amor con él solo me había llevado a desearlo con una pasión mas ardiente y mucho mucho mas dolorosa. Ahora el final iba a ser mucho mas difícil. Pero juro no arrepentirme de haber disfrutado el mejor momento de mi vida junto al hombre que amo.
Él sonrio después de besarme y corrimos hacia la casa.
Las luces estaban encendidas a pesar de ser mas de las 12 a.m.
Le dí un beso rápido, pero lleno de ansias de mas y corrí hacia la puerta.
Cuando volteé él ya no estaba.
Abrí la puerta y me llevé una gran sorpresa.
Mamá y papá habían vuelto de Europa.
Papá me miraba con recelo, pero mamá… con desaprobación.
Se lo que veía... Veía mi sonrisa, vía el brillo de mis ojos, veía mi cabello empapado y mi ropa chapoteando, y sobre todo… vió el beso que Pedro y yo compartimos hace menos de un minuto.
No dije nada.
Su regreso solo significaba algo.
Mañana volveríamos a Charleston.
Me había quedado petrificada en la puerta. La cerré y me recosté en ella.
-Ve a tu habitación. - Dijo mi madre.
-No tengo 10 años mamá.
-¡Ve a tu habitación!
No tenía ganas de discutir, mi día no podía arruinarse mas. Así que, subí a la maldita habitación.
Me acosté en la cama y tapé mi cara con la almohada antes de escuchar como mamá entraba y cerraba la puerta detrás de ella.
-¿Como puedes ser tan irresponsable, te das cuenta de lo que estas haciendo? ¿Te parece adecuado llegar a estas horas toda mojada con un chico a tu casa? ¿Sabes lo que dirá la gente?
-No me importa lo que diga la gente.
-¡Estas manchando el nombre de la familia!
-Y?
-¿Que te pasa Paula, te volviste loca?
-¡No me volví loca, pero no soy una niña!
-¡Tienes 18 años! ¿Que te crees, que tienes 50? ¡Eres una mocosa todavía. no tienes edad para lo que estas haciendo!
-¿Alguna vez escuchaste que el amor no tiene edad? ¡Es así mamá!
-Lo tuyo no es amor, por Dios Paula, ¡es un romance de verano que terminará mal!Con corazones rotos, habladurías del pueblo y hasta un embarazo.
-Es todo. Me voy.
-¿A donde te vas, a la casa de él ,es menor de edad también, recuerdas?
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