¿Como explicarles esto? Los dos meses pasaron extremadamente lentos pero aun así muy rápido. Un día faltaban tres semanas (Ni si quiera entendía como había pasado tan lento). Y luego, al abrir los ojos me di cuenta de que era el día de viajar.
No me fijé en esto hasta que me subí al asiento de atrás de la camioneta de papá, cuando llego de trabajar en la Imprenta.
Oh mi Dios. Estaba volviendo a Seabrook después de cinco meses.
Me pasé el par de horas de viaje pensando en que haría de tener a Pedro al frente? Que palabras decir? Seguíamos siendo novios o se suponía que ya no?
Y si él se estaba viendo con alguien?
Y si ya se había olvidado de mi?
Llegamos a casa en la noche. Estaba agotada, y mañana era el día de la boda.
Ni Mónica ni yo nos atrevimos a ir a la casa de los Alfonso.
Las dudas eran demasiadas.
Por supuesto esa noche no dormí nada. Como iba a dormir sabiendo que mañana vería a Pedro? Como iba a dormir con el simple hecho de estar a solo unas calles de su casa?
Lo bueno de la casa de la abuela es que a pesar de estar en la playa era gigante y pude dormir en la misma habitación que utilice en el verano.
A la mañana siguiente baje a desayunar con un dolor de cabeza terrible por no poder dormir en toda la noche.
-Hermana, ¿que estuviste haciendo anoche?
-Intentando dormir.
-¡Oh mi Dios, mira tus ojeras!
-¡Deja el drama!
-¿Drama? Paula, somos las damas de honor,¿Recuerdas?
-Lo sé, pero no fue mi culpa.
-Lo sé hermana, yo también he pensado mucho.
-No sería anoche ya que solo escuchaba tus ronquidos.
-Aja, todo bien pero hay que correr.
La ceremonia era al atardecer, así que aun había mucho tiempo.
Me llené de maquillaje para tapar los restos de mi noche sin sueño. Arreglé mi cabello, recogiendo solo un poco y dejando mis rulos fabricados por Mónica a la vista.
Era tarde, muy tarde, así que corrí a mi habitación a ponerme el vestido lavanda que Isabella había elegido para nosotras.
Era hecho a medida, así que no me preocupaba de que me quedara bien o no.
Como les mencione, Mónica y yo teníamos vestidos lavandas, aunque cada uno era diferente. Cada uno con su estilo.
Me puse mis zapatos altos y bajé las escaleras cuidando no dañarme el maquillaje o el peinado.
Papá me sonrió al verme, aunque no entendí por que.
Aun no había visto a ningún miembro de la familia Alfonso por eso de, “no se debe ver a la novia antes de la boda.”
La gente había comenzado a llegar. Isabella ya estaba lista, al igual que Mónica y yo, y por supuesto todos los invitados. Equivalentes a la población entera de Seabrook.
Cuando comenzó el atardecer había llegado la hora de empezar.
El Sr Alfonso tocaba el piano. Ya veo por que sus hijos amaban la música.
Cuando llegó la hora de la marcha nupcial Mónica y yo comenzamos a caminar por el pasillo creado con la alfombra de satín blanca.
Había flores, cientos de ellas que adornaban aun más el jardín de la gigantesca casa de la abuela.
Deje de ver la decoración y mira al frente, todavía no entiendo como fui capaz de seguir de pie.
Por supuesto, Lucas no había elegido un solo padrino, sino que Federico y Pedro estaban junto a el en el altar.
Mi corazón se aceleró como un caballo salvaje, o mejor, como un colibrí.
Sentí como la sangre corría a mis mejillas.
Él estaba ahí, al frente de mí y yo caminaba hasta su encuentro.
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