Dejé la cartelera a un lado y toqué el contorno de un cuaderno que había sobre la mesa. Pedro estuvo a punto de protestar pero yo levanté un dedo para callarlo, si me había traído aquí no me iba a privar de nada.
Cuando abrí el cuaderno no pude evitar sorprenderme. Pedro me miraba inseguro desde el otro extremo de la habitación. La primera hoja del cuaderno era un dibujo tan perfectamente hecho que parecía una fotografía. El pintor había capturado exactamente la esencia del lago, los árboles, las rocas, todo. Era hermoso.
Los dibujos seguían quitandome la respiración, hasta que uno me impactó por completo.
Era yo.
-No es muy bueno, tú eres mucho mas bonita.
-Pedro... - Solo eso alcancé a decir.
-Te dije que no es bueno.
-¡Callate Pedro! ¡Eres muy bueno en esto!
Ver mi imagen era como verme en un espejo. Pedro había capturado uno de los momentos que habiamos pasado juntos en su memoria y lo había plasmado con la máxima precisión en el papel. En mi dibujo, yo estaba sentada en la arena, con mi cara suavemente recostada en mis rodillas, mientras que con mis brazos abrazaba mis piernas. Ese fue el momento en que admití que lo quería mas de lo que debía y mas rápido de lo que había pensado.
En el extremo inferior de la hoja decía:
Paula Chaves, Julio 7. 1941.
Y mas abajo, la firma de Pedro.
Había muchísimas mas cosas en la habitación, pero aun no me reponía de este detalle. Pedro me tomó del brazo y me llevó hasta una puerta, que por sorpresa no era la de la salida.
Pedro abrió la puerta de dos ejes, similar a las de un armario, y el sol entro radiante por la habitación.
Me cortó la respiración. Caminé con cuidado hacia el balcón del faro. La vista no tenía nombre. Era excesivo. Mis ojos se llenaron del azul del mar. Que era absolutamente todo lo que estaba frente a mí, ni siquiera veía la costa, pero por supuesto solo tendría que caminar hacia el otro lado del balcón que rodeaba el faro. Era hermoso, sofocantemente hermoso. Había cientos de tonalidades de azul que se iban degradando mientras mas profundo estabas. En ese instante no pude decirle a Pedro lo que pensaba, asi que con un movimiento instantáneo, lo tomé por el cuello y lo atraje con fuerza hacia mí.
Una semana. Solo una semana basto para enamorarme perdidamente de Pedro Alfonso… Es increíble, pero cierto, no fue precisamente un "amor a primera vista." Cuando lo ví por primera vez, solo quería matarlo. Fue algo así como un "amor a segunda vista." Fue como una explosión de neutrones. Como si ahora mi mundo girara en torno a él, y eso me asustaba.
Una vez leí que los amores de verano se parecen. Son como una estrella fugaz en el horizonte, con un brillo tan hermoso que casi te cega por completo. Pero llega a su final, y despues de ese titilante resplandor de luz, el horizonte vuelve a ser el mismo.
Lo nuestro era eso? Un amor de verano? Una simple estrella fugaz en el horizonte de nuestras vidas? No lo se, y realmente me aterra averiguarlo.
Ya pasaron dos meses desde mi llegada a Seabrook. Dos meses llenos de atardeceres, risas y besos llenos de ternura.
Recuerdo la tarde en que Pedro me llevó a cenar a su casa..
-Me veo bien? - Pregunté dudosa.
-Siempre te ves bien. - Aseguro regalándome una de sus sonrisas perfectas.
Entramos a la casa de la playa donde Pedro había crecido. El lugar era tan acogedor que me hacia sentir un poco mas tranquila. Pero solo un poco ya que mis nervios eran evidentemente notables.
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