Dos semanas más pasaron volando.
Mi verano estaba llegando a su tenebroso final.
Cada día lo disfrutaba como si fuese el último, y cada noche deseaba que el tiempo fuera mas despacio.
Mañana era mi cumpleaños. Había decidido no hacer nada este año. Mis padres no estaban en el país. Mi hermana no se separaba de Federico (cosa que me hacía pensar en que no solo iban a salir rotos dos corazones sino cuatro) y no iba a hacer nada en la casa sin él. Y simplemente este año no quería una de las fiestas que organizaba mi madre en Charleston.
Pedro no comentó nada más sobre mi cumpleaños, lo que me parecía extremadamente sospechoso.
Isabella me sermoneó durante días hasta que accedí a que ellos, "Hicieran algo especial."
No sabía que iban a hacer, ni donde, ni quieres estarían, y mientras Pedro dibujaba con calma y una sonrisa en su rostro, me preguntaba que había dentro de su cabeza.
Estábamos en casa, mientras los abuelos habían salido a visitar a un familiar el pueblo vecino.
Federico tocaba la guitarra, mientras Mónica tarareaba una canción. Lucas e Isabella no estaban cerca, y tampoco quise pensar donde podrían estar.
Teníamos hambre, asi que dejé de observar a Pedro, mientras dibujaba y fuí a la cocina.
Haría panquecas. Si panquecas a las 2 p.m. pero quien decía que no?
Desde la cocina no se veía la sala. Fue lo único que lamente, me hubiese encantado poder ver a Pedro desde esta dirección.
En fin… Saqué la harina de la alacena, el recipiente donde iba a hacer la mezcla, y luego los demás ingredientes.
Comencé a unirlos todos con el batidor, cuando sentí unas manos envolverme desde atrás.
Nunca me iba a acostumbrar al cuerpo de Pedro...
-Pensé que el señor Picasso estaba inspirado.
-Lo estaba, hasta que te fuiste.
-Tonto.
-Y que haces?
-Panquecas.
-Necesitas ayuda?
-No.
-Ok, me voy.
Pedro me soltó y se dirigió a la puerta. En eso me llené un dedo de la mezcla para panquecas, corrí hacia él y le llené la cara con esa cosa viscosa.
Pedro apenas podía creerlo.
Oh no. Estaba en serios problemas…
-¡Estás en serios problemas!- Haciendo eco de mis pensamientos.
-Oh no.
-¡OH sí! Y es mejor que corras.
Le hice caso. Dí vueltas en la cocina, hasta que llegué al final y no había otra salida. ¡Maldición!
Pedro corrió hacia mí, ni siquiera pude gritar. El muy idiota me llenó de la mezcla para panquecas desde la frente hasta la barbilla.
-¡Pedro!
Pero no se quedo así. Por supuesto que no. Me cargó y me llevó hacia el refrigerador. Subió sus manos hasta mi cabeza y me aprisionó.
-Discúlpate.
-No.
-Hazlo.
-No.
Estaba tan cerca que podía sentir su respiración, y el latir de su corazón acelerado.
Su aliento hacía que mi cabello se moviera, y sus ojos me miraban tan fijamente que me daban ganas de arrancarle la ropa ahí mismo.
No se que me pasaba. Nunca había tenido estos instintos con nadie, pero Pedro despertaba cosas en mí, que ni yo misma conocía.
Intenté besarlo pero el se apartó.
Con que este era el castigo no?
-Discúlpate.
-No lo haré. - Ahora sonreí yo. Sabia que el estaba igualmente tentado que yo, así que no iba a resistir mucho tiempo.
Pedro apenas rozaba sus labios con los míos, me estaba torturando. ¡No podía ser así!
-Lo siento. - Apenas pude susurrar antes de apoderarme de su boca.
El sonrió entre besos y me llevó cargada hasta el mesón, donde me sentó para besarme mas cómodamente. Por que cuando estábamos solos no pasaban estas cosas, y cuando no lo estábamos me daban ganas de violarlo públicamente?
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