-Bueno. - Dijo Pedro. - Comencemos de nuevo.
-Pedro, si vuelves a gritarme como aquella vez...
-Eso no va a pasar.
-Esta bien.
Respiré profundo y pisé el acelerador de la pick up del abuelo.
-No frenes!
-No estoy frenando.
-Estas frenando Paula. Esto parece una montaña rusa en vez de una camioneta.
-No estoy frenando!
-Y quien está gritando ahora?
-Ok. Lo siento.
-Vamos amor, tú puedes.
Respiré de nuevo y apreté el maldito acelerados de nuevo.
Esta vez la camioneta iba mas rápido, mucho mas rápido…
-Frenaa!
-Pero…!
-Frenaaaaaa!!!
-Ahhhhhhhhh….!!!
-¡Deja de gritar y frena! ¡Nos vamos a matar!
Pisé el freno con todas mis fuerzas y estuvimos al borde... Justo al borde de chocar contra uno de las montañas.
-Listo, me harté. - Abrí la puerta de la pick up. Me bajé y la cerré con todas mis fuerzas.
- Hey, hey, hey…
- ¡Dejame en paz!
-Yo debería ser el que está molesto. Ibas a acabar con mi vida.
-No iba a estrellarme contra la montaña! ¡No soy idiota!
-Apenas estás aprendiendo a conducir.
-¡Cállate Pedro!
El muy idiota sonreía. Pff. No lo soportaba, me causaba nauseas.
-¡¿Que es tan gracioso?!
-Que me estás gritando justo como aquella vez..
-¡Eres tan insoportable!
-Y tú tan graciosa.
-Deja de burlarte de mí Pedro!
-Sabes de que me dan ganas?
-¡No sé, pero a mí de matarte!
-De esto…
Ni siquiera lo dijo. No hacía falta. Una sola acción servía para explicar todo lo que tenía en su mente.
Me atrapó entre sus manos en cuestión de segundos. Ni siquiera me dió tiempo de huír. Al principio me resistí a su beso pero era una tortura, una carrera que iba a perder. Así que, como siempre, me derretí entre sus brazos. Estábamos tan acoplados, tan juntos, tan perfectamente diseñados…
Mientras sus labios se movían sobre los míos, sus manos descansaban en cada lado de la camioneta, obligándome a permanecer en esa cárcel tentadora.
Estábamos solos, y eso me daba la libertad de embriagarme con el sabor de sus labios. Con su aliento sobre mi piel y sus suspiros en mis oídos.
Me estremecí cuando susurro un ‘te amo’ entre besos. Pedro sabia que decir, y en qué momento, para hacer volar mi cabeza y hacerme rogar por mas.
Un camión paso tocando la bocina escandalosamente, e hizo que Pedro se separara de mí.
El hombre nos gritó algo que no vale la pena repetir, e hizo que la sangre corriera a mil por hora hacía mis mejillas.
Entre risas, nos separamos y nos subimos a la camioneta, donde Pedro conducía hasta casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario