—¿Y tú se lo has presentado?
—Claro. A lo más que ha llegado ha sido a salir en un par de ocasiones con alguna de ellas. Es un caso perdido.
—¿Conocistes a su madre? —les preguntó entonces Matías.
—No, su madre lo abandonó cuando yo tenía unos dos años —contestó Leticia—. Y eso fue muchos años antes de que Paula comenzara a venir a pasar las vacaciones con nosotros. Pero le he oído a mi madre hablar de lo ocurrido. Decía que para el padre de Pedro fue un golpe terrible. Y también para sus dos hijos. Ellos fueron los que más sufrieron. Tuvieron que soportar el abandono de su madre y después la convivencia con un hombre amargado. Horacio jamás quiso volver a casarse. Y Federico y Pedro oyeron cosas terribles de su madre durante toda su vida. No me extraña que Pedro no sea capaz de confiar en ninguna mujer.
Paula miró a Matías, sabiendo que, al igual que ella, estaba pensando en Selena.
—Bueno, yo creo que ya he dejado hueco para el postre —dijo Leticia alegremente—. ¿Y tú Matías?
Cuando aquella noche Paula estaba abriendo la puerta de su casa, le pareció advertir un movimiento en el patio de la casa de Pedro. ¿Estaría fuera? ¿Esperando quizá a que regresara a casa? No parecía muy probable. Era absurdo engañarse: Pedro no tenía ninguna razón para mostrar interés alguno en su vida.
Pero, por si acaso, se metió rápidamente en la casa.
Antes de dormir, al igual que había hecho la noche anterior, volvió a concentrarse en el diario de la bisabuela.
"No aceptes ninguna invitación en el último momento. Asegúrate de que crea que estás ocupada y que tienes que hacer un esfuerzo extra para pasar algún tiempo con él. Eso es de tía Carolina, pero es igual que el consejo de tía Clara. Finge que tienes otros planes, aunque sólo sea lavarte el pelo. Y si de verdad tienes otra cita, deja que sepa que hay otros hombres que también te encuentran atractiva".
Paula asintió, con la mirada perdida en el vacío. Tenía sentido. Pero tampoco era una novedad. Al fin y al cabo, ¿no había presionado Pedro para que tuvieran una cita cuando se había negado a salir con él? Y especialmente después de que le hubiera dicho que iba a salir con Gabriel. Interesante. Aquella receta estaba resultando ser mucho más eficaz de lo que en principio había pensado.
Si Pedro volvía a pedirle que salieran, fingiría que estaba muy ocupada. Y actuaría como si le estuviera haciendo un favor cuando estaba con él.
Riendo suavemente, Paula volvió a concentrarse en la lectura.
Paula volvió a leer aquellas palabras con el ceño ligeramente fruncido. Estaba cansada y debería llevar horas durmiendo, pero estaba demasiado fascinada para dejar de leer. Norma estaba hablando sobre los consejos de su madre para elegir el vestuario adecuado a su edad.
"Mi madre está muy impactada con esas jóvenes de la ciudad que se atreven a ponerse pantalones. Dice mi madre que si el buen Dios hubiera querido que las mujeres llevaran pantalones, jamás habría inventado los vestidos. A mí me gustan los pantalones, son muy chic, pero mamá no quiere ni oír hablar de ellos. Algo tengo que hacer para llamar la atención de Fernando. Creo que intentaré hacerme un par de vestidos nuevos. Llenos de puntillas y volantes. Ultra femeninos. Si no puedo ir a la moda, tendré que utilizar mi feminidad. Quizá le haga sentirse a Fernando más viril".
Paula rió y dejó el diario en la mesa. Esperaba que la respuesta a la última estrategia inventada por Norma estuviera en las páginas siguientes, pero tendría que descubrirla en otra ocasión porque se le estaban cerrando los ojos.
Apagó la luz y apoyó la cabeza en la almohada. Justo antes de quedarse dormida, se descubrió preguntándose si llevar ropas femeninas tendría realmente algún impacto en los hombres.
—Me voy a volver loca —dijo Paula para sí a la mañana siguiente, mientras tomaba café y leía los anuncios de rebajas en el periódico. En algún momento, durante la noche, había decidido probar el consejo de Norma y pasar el día buscando algún atuendo femenino y cómodo al mismo tiempo. Estaba de vacaciones, tiempo para derrochar. Y además, un vestido de verano tampoco tenía por qué ser excesivamente caro. Se compraría algo y se lo pondría esa misma noche para salir con Gabriel.
¡Aunque no era en Gabriel en quien estaba pensando, sino en Pedro y en su maldito beso!
—Tienes que ser práctica —se dijo—. No tienes ningún futuro en esa dirección, por mucho que alguna vez lo desearas —al perder su trabajo, después de lo mucho que había trabajado para conservar su puesto, había aprendido una dura lección: intentar lo imposible no servía de nada.
Cuando Gabriel llamó al timbre aquella noche, Paula se había cambiado de ropa y peinado una docena de veces. Había llamado a Leticia para que la acompañara en sus compras y el resultado del día habían sido cuatro vestidos, un nuevo maquillaje y un nuevo corte de pelo.
Y en ese momento, cuando tenía a Gabriel Penning esperándola en la puerta, no estaba del todo segura de qué era lo más adecuado para aquella noche. Quizá debería haberse comprado vestidos más acordes con los que utilizaba siempre. Porque en cuanto encontrara un nuevo trabajo, iba a tener que relegar sus nuevas adquisiciones al fondo del armario.
Aun así, le gustaba el aspecto que tenía con aquel vestido. Dejaba su escote y sus hombros al descubierto, mostrando el bronceado que había adquirido trabajando en el jardín. El corpiño ajustado realzaba su figura y el vuelo de la falda le daba un aspecto atractivo.
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