Me dí media vuelta. No quería que me viera llorando.
Mamá me vió y me tomó por el brazo, me dió vuelta y quitó el cabello de mi cara.
-Lo amo mamá. Lo amo. Juro que lo amo.
-Es por tu bien hija, esto no va a dejar nada bueno. Tu papá y yo vinimos antes, por tu cumpleaños y nos conseguimos con esto. No sé como tu abuela lo permitió.
-Ella no tiene nada que ver, solo me dejó ser feliz.
-Ser feliz durante un verano para que luego sufras por mas tiempo?
No dije nada.
Ella entendió mi silencio y se fue.
Esa noche no pude dormir.
Me desperté con un dolor de cabeza terrible. Habían murmullos en la casa. En mi cama estaba una muda de ropa esperándome. Que hacia eso ahí?
Revisé el armario y ví que no estaba equivocada. Mama había empacado mis cosas mientras dormía.
Hice lo primero que se me ocurrió. Tomé una papel y le escribí una carta a Pedro.
Cuando la terminé corrí a la puerta.
Mamá me detuvo pero corrí y corrí hasta mi bicicleta y me detuve en la casa de los Alfonso con el corazón en la boca y el estómago hecho un nudo.
Federico abrió la puerta y no dijo nada. Solo me abrazó mientras las lágrimas se me escapaban de los ojos.
-Está en el patio trasero. - Fue lo único que pronunció.
-Gracias Federico. Vales mucho. - Y le dí un beso en la mejilla antes de irme.
Pedro estaba sentado en uno de los columpios de la casa.
Tenía un papel entre sus manos. Otra vez pensamos lo mismo.
No dije nada, solo me senté a su lado y él me abrazó.
De nuevo ahí estaba su olor. Como iba a poder vivir sin él?
Apoyé mi cabeza en su pecho. Mi cara perfectamente ubicada en su cuello. El olor de su loción de afeitar me daban ganas de llorar. Era horrible. No se podía tortura a una persona de esa manera.
Su cabeza descansaba en la mía, y así duramos unos minutos, sin decir nada, pero sintiendo miles de cosas.
Luego de un suspiro me moví para ver sus ojos. La parte que siempre temí.
Se notaba la tristeza en ellos. Él también suspiro y me entregó el papel que tenía entre sus manos.
-Anoche me enteré. Federico me avisó cuando Mónica vino a despedirse. No quiero despedirme, no quiero decir lo que tengo en la mente, así que quiero que leas esto cuando estés sola en tu casa. Quiero que imagines que soy yo el que susurra esas palabras, pero no lo hagas ahora, no puedo ver que tus labios pronuncien una despedida. - Dijo Pedro, cortando mi corazón en un trillón de pedazos.
El nudo en mi garganta apenas me dejaba respirar y las lagrimas comenzaron a brotar de nuevo.
Le entregué mi carta, sin decir nada mas.
Simplemente no podía hablar.
Él subió mi cara con uno de sus dedos para mirarme fijamente, mientras me dijo:
-Te amo. Hoy, Mañana y Siempre. No quiero que lo olvides. Esto no es una despedida.
-Te amo. - Dije apenas con un hilo de voz y corte la distancia que nos separaba.
No tenía mucho tiempo, asi que yo misma terminé este beso lleno de dolor. Lo abracé, manchando de lagrimas su camiseta blanca y corrí a mi bici.
Apenas podía pedalear. Me detuve varias veces en el camino a casa para poder tomar aire.
En casa me dió tiempo de despedirme de mis abuelos y de Isabella.
Cuando subí a la camioneta de papá y ví pasar Seabrook ante mis ojos sentí un abismo horroroso.
El viaje a Charleston fue en silencio. Solo escuchaba los latidos de mi corazón (Si es que aun tenia uno), y la respiración de mi hermana dormida.
En casa dejé mis cosas en mi habitación y me encerré a leer la carta que me había dejado el hombre que amo...
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