martes, 14 de julio de 2015

Para Toda La Vida: Capítulo 24

De nuevo me ví despidiéndome de Pedro entre lágrimas.
-¿Te veré pronto? - Me preguntó apartando el cabello de mi cara.
-Espero, de verdad… Espero que sí.
Él me sonrió y volteó hacia el auto de papa antes de besarme.
-No importa que nos vean, creo que ya hemos tenido bastantes demostraciones de afecto en su presencia.
Sonrió aun mas ampliamente y me besó dulcemente hasta que escuchamos la bocina de la camioneta.
-Ya te estoy extrañando. - Le dije mientras me alejaba cada vez mas, el susurro, “te amo” antes de que yo subiera al auto y volviera a mi vida sin él.
Por alguna razón no estaba tan triste esta vez. Tal vez porque de verdad pensaba en verlo pronto. O quizás porque aun no estaba sola para llorar sin ataduras ni interrupciones.
Los días pasaron mas rápido de lo normal. Cada vez estaba peor la situación, habían soldados por todas partes, y en la radio nacional pedían que los hombres se ofrecieran a luchar y las mujeres a trabajar como enfermeras.
Parecía una pesadilla.
Cinco días después de volver a Charleston papa decidió alistarse en el ejército. Tenía 40 años (Se casó con mamá a los 22), así que aun estaba disponible.
Mamá le rogó que no lo hiciera, pero para el era el orgullo por su nación lo que lo llevaba a hacer lo que planeaba.
Una semana después, papá se despidió de nosotros.
Esa misma semana empacamos nuestra ropa y nos mudamos a Seabrook.
Era una mala persona por estar feliz de volver a Seabrook cuando estas eran las circunstancias. Papa había ido a buscar su muerte por defender al país, y yo estaba felíz por ver a Pedro de nuevo. Era simplemente egoísta.
Llegamos al pueblo a eso del mediodía. Pensé en esperar a la tarde para ir a buscar a Pedro pero la abuela fue la que me dió la noticia.
-Claro, aun no sabes nada.
-¿Saber que abuela?
-Pedro…
-¿Que le pasó a Pedro? - Enseguida se me llenaron los ojos de lágrimas, aun sin saber que había pasado.
-Se alistó.

No hacia falta decir nada mas. Pedro se había alistado en el ejército, al igual que papá. Junto con su partida se habían ido mis esperanzas.
La vida podía llegar a ser realmente injusta.
A veces me pregunto que habré hecho para merecer cada una de las jugarretas que el destino me ha dado.
Después de eso solo quise estar sola.
Corrí y corrí hasta llegar a la playa. Me tropecé y caí de rodillas en la arena, las lágrimas salían cada vez mas de mis ojos.
Estaba temblando de miedo.
Me quedé ahí por horas. No podía hablar con nadie, aunque tampoco quería hacerlo.
Para mi, todo había acabado. Esta historia había llegado a su final.

Sorprendentemente había pasado un mes desde que nos mudamos a Seabrook. Todos los días parecían ser iguales. Desayuno, clases de piano, de francés, luego el almuerzo y luego, la tarde libre.
Tardes libres para pensar en el vacío que ocupaba ahora mi corazón y mis pensamientos.
No volví al faro. No podía hacerlo. Ese era un lugar que nos pertenecía a Pedro y a mí. Y estar ahí sin el solo me recordaría a gritos su ausencia.
Evité de mil maneras pensar en el. Pero cada lugar del pueblo, cada rincón de mi casa, cada gota de agua del mar me recordaba a Pedro, incluso cada almohada de mi habitación aun tenia su olor.
La bola de cristal que me había regalado aun descansaba en mi mesa de noche. Como un recuerdo de que nuestro amor de verdad paso y no fue solo un sueño.
A los cinco meses de la partida de papá recibimos una terrible llamada. El batallón donde papá había sido alistado se encontraba de expedición en Kioto cuando fue capturado por unos japoneses.
Hubo grandes perdidas humanas, corrió mucha sangre pero EE.UU conservó su gran mayoría y pudieron escapar. Papá estaba en esa mayoría, pero había recibido un disparo en el hombro que le había impedido mover su mano izquierda. Con el tiempo recuperaría el movimiento. Pero el tiempo no era sobrante en estas circunstancias así que era hora de volver a nuestra vida.
Papá volvió una semana después, aun recuerdo la expresión de mamá al verlo. Corrió como una adolescente enamorada hasta los brazos de un héroe del país. Estaba muy orgullosa de ser su hija. Y a la vez alegre de poder mirarlo de nuevo.
Papá nos sonrió y nos abrazó a las tres antes de volver a nuestra casa en Charleston
La vida continúa.

1 comentario:

  1. Qué capítulos! cuantas cosas pasaron! Ojalá Pedro vuelva pronto y bien!

    ResponderEliminar