martes, 21 de julio de 2015

La Clave Para Conquistarte: Capítulo 5

¿Y qué habría provocado aquel cambio? Las sonrisas de  Paula eran amables y educadas, sí, pero también distantes y desinteresadas. ¿Habría olvidado ya lo que decía de él? La insistencia de Paula  le había resultado agobiante cuando era joven. Al final, había terminado irritándolo. Y así se lo había dicho.
Él no tenía tiempo para amores adolescentes. No quería repetir los errores de su padre. Su madre se había dejado arrastrar por el glamour y las emociones de Nueva Orleans. Y, después de Selena, había empezado a pensar que su padre tenía razón sobre las mujeres: no se podía confiar en ellas. Un hombre estaba mejor solo.
Y los años no le habían hecho cambiar de opinión. Hasta ese momento.
Y no porque quisiera que Paula coqueteara con él cada vez que lo veía. No, no había ningún futuro en su relación. Pero, por extraño que pareciera, su falta de interés le hacía echar algo de menos.
¿Qué le habría ocurrido a Paula durante los años que llevaban sin verse? Silvia le había mencionado que estaba trabajando en una empresa de publicidad. Se preguntaba si a Paula le gustaba vivir en Nueva York… Porque parecía estar agotada.
Se dirigió hacia su casa. Tenía ganas de cambiarse de ropa. ¿Cuánto tiempo durarían las vacaciones de Paula? No creía que estuviera allí todo el verano, como cuando era niña. ¿Pero tendría tiempo de verla un par de veces? ¿De enterarse cómo era su vida en Nueva York?
Pedro sentía mucha curiosidad. Quizá, lo único que había pasado era que Paula por fin había crecido. Su relación podría convertirse en una cómoda amistad entre vecinos como la que compartía con Leticia.
Pedro se pasó la mano por la frente. Hacía mucho calor para estar a principios de Junio. El nivel de humedad aumentaba cada día y el verano no tardaría en llegar. Años atrás, la llegada de Paula parecía anunciar el principio del verano.
No tenía muchos recuerdos sobre los veranos que había pasado cuando estaba en la universidad. Por supuesto, al enamorarse de Selena, todo lo demás había desaparecido de su mente. Y enterarse de que lo había mentido, que lo había utilizado, lo había destrozado. A partir de entonces, no había querido saber nada de mujeres. Como mucho, aceptaba alguna cita ocasional.
Pero a veces se preguntaba si de verdad quería pasar el resto de su vida solo. O si algún día encontraría una mujer con la que formar una familia. Quizá le gustara tener hijos… Aunque si su hermano alguna vez se casaba, con sus sobrinos podría satisfacer la necesidad de ver niños a su alrededor.
Después de ponerse unos cómodos pantalones de algodón y una camiseta, bajó a la cocina. Abrió el frigorífico y se asomó a la ventana. Veía desde allí el patio de sus vecinos. Estaba vacío. ¿Estaría Paula preparando la cena? ¿Tendría ya algún plan para el fin de semana? Podía satisfacer su curiosidad pasando algún tiempo con ella. Podía invitarla a una barbacoa, algo que difícilmente encontraría en Nueva York. Además, el ambiente de una barbacoa era el menos adecuado para que se produjeran malentendidos.
Fiándose de su intuición, Pedro la llamó por teléfono. Paula contestó al segundo timbrazo.
—Hola, Paula. He pensado que podríamos salir a cenar juntos el sábado —dijo con naturalidad. Sabía que corría el riesgo de que pensara que tenía algún interés en ella, pero sabría manejarlo.
—Lo siento Pedro, el sábado ya he quedado. Pero de todas formas te lo agradezco.
Pedro  descubrió con asombro que estaba convencido de que Paula no dejaría escapar aquella oportunidad. Su rechazo era una nueva indicación de que su actitud hacia él había cambiado.
—No importa. ¿Qué te parece el viernes?
—¿Mañana?
—Sí.
—Lo siento, pero ya tenía prevista otra cena. Otra vez será. Vaya, tengo que irme, adiós, Pedro.
Pedro se quedó mirando fijamente el teléfono antes de colgar.
—Un poco presuntuoso para tu edad, ¿no crees, Pedro? Pensabas que iba a saltar de alegría al tener una oportunidad de salir contigo, ¿no?
De pronto, su interés por ella creció. Una de las cualidades que lo habían convertido en un abogado de éxito era que no cesaba hasta encontrar una explicación a cualquier cosa que lo inquietara. La conducta de Paula le resultaba completamente extraña y quería conocer sus motivos. Y averiguar algo más de lo que estaba haciendo con su vida.
La perseverancia era otro de sus rasgos. Volvería a intentarlo. Al día siguiente la llamaría otra vez.

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