jueves, 30 de julio de 2015

La Clave Para Conquistarte: Capítulo 23

Locura de medianoche. Paula asintió. Era una buena definición para lo que había ocurrido. Se volvió y, acompañada por Pedro, caminó rápidamente hacia casa de su tía, sintiendo que tanto sus pensamientos como sus emociones se desbocaban sin control. Pero no, no iba a enamorarse nuevamente de Pedro.
Aunque era muy difícil convencerse cuando su cuerpo todavía vibraba, cuando todavía podía sentir el sabor de su boca en los labios. Quizá Pedro hubiera cambiado. No, sacudió la cabeza, como si quisiera borrar aquella idea de su mente. Sería un milagro que un hombre de la edad de Pedro cambiara. Y ella ya no creía en los milagros.
Cuando llegaron a los escalones del porche, Pedro se detuvo para despedirse de ella.
—Buenas noches, Paula —dijo con voz grave.
—Buenas noches —subió los escalones y se detuvo en la puerta. Lo miró y dijo en un impulso—: El sábado por la noche voy a preparar jambalaya. Leticia y Matías van a venir a cenar. ¿Quieres venir tú también?
—¿A qué hora? —contestó Pedro de inmediato.
—A las siete —entró en la casa y cerró la puerta con firmeza tras ella, antes de darse tiempo a hacer una tontería, como por ejemplo, arrojarse en sus brazos. El orgullo le impidió asomarse a la ventana para verlo regresar a su casa. No debería volver a mostrar nunca tanto interés. Aunque no sabía lo que iba a pensar Pedro de ella tras haber visto cómo respondía a sus besos. Y, para colmo de males, no se le había ocurrido otra cosa que invitarlo a cenar a su casa.
Subió corriendo a su dormitorio. Pero dormir era casi una tarea imposible. La sangre corría a toda velocidad por sus venas y el corazón le latía completamente desbocado. Se acordaba constantemente del beso que había compartido, revivía el contacto de sus manos sobre su piel, de su boca moviéndose sobre la suya, de su lengua acariciante… Irritada consigo misma, se sentó en la cama y encendió la luz. Quizá leyendo el diario de la bisabuela consiguiera sacar a Pedro de su cabeza.


"Hoy estaba preparando la cena con mi madre cuando se ha vuelto hacia mí y me ha guiñado un ojo. El corazón de un hombre se conquista a través de su estómago, me ha dicho. Un hombre bien alimentado es un hombre contento y fácil de manejar. Asi que se supone que tendré que cocinar para Fernando. Aunque no sé cuándo voy a poder cocinar para Fernando. Quizá el día de la fiesta del Cuatro de Julio. Aunque falta demasiado para entonces. ¿Cómo voy a demostrarle que soy una gran cocinera? Me encanta obtener consejos de otras mujeres, pero odio que todo el mundo sepa que me gusta Frederick. ¿Qué ocurrirá si él nunca corresponde a mi amor?
Creo que mamá lo sospecha. Me ha dicho que quizá debería ir pensando en organizar pronto una cena. Que podía invitar al pastor, a su esposa y quizá a Fernando. No ha dicho nada más, y es una buena idea. Pero mi madre jamás ha incluido a nadie en las cenas a las que invita al pastor y a su esposa. Yo sé que a Fernando le encanta el pollo frito. Y el primo Daniel dice que yo hago el mejor pollo frito de la familia. Me pregunto si a Fernando le gustará."


Paula releyó los pasajes que había estado leyendo aquella misma mañana. Otro tanto para Norma, pensó. Lo único que hacía falta saber era si a Pedro le gustaba la jambalaya tanto como a Fernando el pollo frito… Fue repentinamente consciente del rumbo que estaban tomando sus pensamientos, dejó inmediatamente el diario en la mesilla e intentó dormir. Intentaría pensar en lo mucho que había trabajado en Nueva York, en dónde quería trabajar y qué se pondría el sábado por la noche.
El viernes por la mañana Paula fue a comprar los ingredientes para la cena. Pasó la tarde limpiando la casa, aunque pensaba servir la cena en el patio. Aun así, era agradable hacer algo que no la obligara a pensar. El lunes mismo empezaría a buscar nuevamente trabajo. Y quizá visitara algunos apartamentos en Charlotte. Si encontraba algo pronto, tendría que viajar a Nueva York a recoger sus cosas. Quizá Leticia pudiera tomarse unos días libres e ir con ella.
El sábado amaneció un día húmedo y caluroso. Paula preparó la cena temprano, para que pudiera ir tomando sabor durante el día. Pensaba servir el plato junto a una ensalada y pan de maíz. De postre había preparado una tarta de piña, siguiendo una receta de su tía. Era el postre favorito de Pedro.
Estaba cocinando, cuando oyó el ronroneo de un motor y se asomó a la ventana. Pedro estaba cortando el césped. Paula lo observó fascinada durante algunos segundos. Llevaba únicamente unos vaqueros cortos y unas playeras, dejando al descubierto sus fuertes músculos. Paula lo estuvo observando hasta que desapareció en la parte trasera del jardín. Suspiró suavemente, y continuó cocinando. Como no tuviera cuidado, aquella locura que tanto le había hecho sufrir en el pasado iba a aflorar nuevamente. Debería haber invitado a Gabriel a cenar. O no haber hecho caso a su prima y haber limitado la invitación a ella y a Matías. Pero ya era demasiado tarde para cambiar de planes.
Paula estaba pensando después de terminar de cocinar si marcharse a darse un baño a la piscina cuando sonó el teléfono.
—¿Diga?
—¿Paula? —prácticamente graznó una voz familiar.
—¿Leticia, qué te pasa? Tienes una voz terrible.
—¡Y me encuentro incluso peor! Tengo un resfriado terrorífico. Me encuentro tan mal… No voy a poder ir a cenar esta noche. Ya he llamado a Matías para decírselo.
—Pero tienes que venir. He hecho toneladas de comida. ¡Y ya he invitado a Pedro!
—Aunque pudiera levantarme de la cama, no quiero contagiar a nadie. Disfruten tú y Pedro de la cena. Congela la comida que les sobre y ya iré a cenar contigo la semana que viene. Si es que me encuentro mejor.
—Estarás bien dentro de un par de días —contestó Paula, con el ánimo por los suelos. Ella contaba con que Leticia y Matías estuvieran con ella aquella noche. ¿Se creería Pedro que de verdad los había invitado? Seguramente pensaría que era otra de sus estratagemas para quedarse a solas con él.
—Quizá, pero ahora mismo me encuentro fatal.
—Procura beber mucho líquido.
Leticia rió y comenzó a toser.
—Hablas como mi madre. Gracias, Paula, pero sé cuidar de mí misma. Que te diviertas esta noche. Siento mucho perderme la cena, pero no creo que fuera capaz de saborearla.
Paula colgó el teléfono y se asomó a la ventana. El corta césped había dejado de sonar hacía tiempo y no se veía ni rastro de Pedro. ¿Estaría dentro de la casa? ¿Debería llamarlo y cancelar la cena? Decidiendo que era lo mejor que podía hacer, marcó su teléfono. Tras varias llamadas, se activó el contestador y Paula dejó su mensaje.
—Hola Pedro, soy Paula. Leticia está enferma, así que no va a poder venir a cenar esta noche. Creo que lo mejor que puedo hacer es suspender la cena, pero tengo toneladas de comida, así que si quieres, puedes venir a buscar un plato —frunció el ceño. Si estaba dispuesta a darle de comer, ¿por qué no iba a invitarlo su casa—. O si quieres, puedes venir, pero Matías y Leticia no estarán. De modo que estaremos solos tú y yo.
Obviamente.
Se sentía como una idiota.

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