sábado, 25 de julio de 2015

La Clave Para Conquistarte: Capítulo 16

Cuando llegaron a su destino, Pedro se empeñó en acompañarla hasta la puerta de casa. Le pidió a Paula las llaves, abrió la puerta y, antes de devolverle las llaves, posó una mano en su rostro.
—¿Quieres darme un beso de buenas noches, Paula?
—No creo que esto haya sido una cita, Pedro. Sólo somos un par de vecinos que han salido a pasar el día juntos, así que no hace falta que pongamos fin a la noche con un beso —contestó secamente. El corazón le latía violentamente en el pecho. Su cuerpo entero parecía estar recordando el beso que habían compartido en el jardín. Y sabía que si se repetía, en aquella ocasión le iba a resultar prácticamente imposible detenerlo.
—Entonces besémonos como buenos vecinos —replicó Pedro, bajando lentamente la cabeza para apoderarse de sus labios.
Paula comprendió que iba a tener serios problemas en cuanto Pedro la rozó. Sus sentidos parecieron perder inmediatamente el control. Aquel beso no se parecía en absoluto al que Paula había intentado muchos veranos atrás. Era Pedro el que se había hecho enteramente cargo de la situación, profundizando el beso y haciéndola estremecerse de deseo y placer. Paula  le rodeó el cuello con los brazos mientras registraba vagamente que las llaves se caían al suelo.
Pero, afortunadamente, la cordura emergió en cuestión de segundos. Paula lo empujó suavemente y, en cuanto la soltó, se metió en la casa, cerró la puerta y se apoyó contra ella, intentando dominar el acelerado ritmo de su respiración. Se había pasado el día entero diciéndose que no debía involucrarse con Pedro, intentando seguir los pasos que Norma indicaba, pero manteniendo a salvo su corazón. Y había bastado un beso para que su equilibrio emocional se viera completamente amenazado.
Llamaron a la puerta. Era un sonido fuerte e insistente.
—¿Qué quieres? —preguntó Paula, sabiendo que se trataba de Pedro. No podía enfrentarse a él. Quería volar a su habitación, meterse en la cama y esconderse bajo las sábanas. Quizá pudiera volver a Nueva York al día siguiente, antes de que sus impetuosos sueños consiguieran arrastrarla.
—Las llaves.
Paula abrió rápidamente la puerta y tendió la mano. Pedro la miraba fijamente, como si le costara verla en la oscuridad.
—¿Estás bien?
—Claro que estoy bien. Gracias por la cena. Adiós — Paula cerró la puerta con cuidado y prácticamente corrió a su habitación. Entró al baño a ponerse la camiseta con la que dormía y regresó de nuevo al dormitorio, decidida a meterse en la cama y a sacar a Pedro de su vida y de su mente.

Pedro bebió lentamente un sorbo de whisky. No era aficionado al alcohol, pero aquella noche le hacía falta. Y la culpa era de Paula. Había cambiado, y no le gustaban los sentimientos que su cambio agitaba en él. Estaba orgulloso de su capacidad para conocer la personalidad de los testigos, para anticipar los movimientos del proceso y para calibrar el humor de un juez. Pero con Paula era un auténtico desastre.
¿O quizá su ego no estuviera preparado para aceptar que alguien estuviera jugando con él? Era posible que Paula todavía lo deseara y aquella fuera una nueva táctica para captar su atención.
El beso había demostrado que no era tan indiferente a él como aparentaba. Se asomó a la ventana para mirar su casa. La luz del dormitorio estaba encendida. Eso significaba que todavía estaba despierta. ¿Recordando su beso quizá? Él no podía olvidarlo; sus cuerpos habían encajado como si estuvieran hechos el uno para el otro. Y le bastaba recordar el sabor de su boca para sentirse inflamado de deseo.
Sacudió la cabeza y se sirvió otro whisky. Nadie estaba hecho especialmente para nadie y su padre se había asegurado de que aprendiera bien la lección.
Pero había algo en Paula que lo tenía intrigado. Al reconstruir el día, se dio cuenta de que él había dominado la conversación en todo momento. Ella apenas había hablado de sí misma. Y, maldita fuera, estaba interesado en saber lo que estaba haciendo, si le gustaba o no su trabajo, los hombres con los que había salido… Y sus planes de futuro.
Se volvió hacia el teléfono y, sin pensarlo, marcó su número. Paula tardó casi un minuto en contestar.
—¿Paula? Soy yo, Pedro. No te habré sacado de la cama, ¿verdad?
—¿Para eso me llamas? ¿Para preguntarme una tontería? —contestó con aspereza—. Estaba en la cama, pero todavía no estaba dormida. Y, por favor, no me llames dentro de diez minutos para comprobar si me he dormido ya.
—No cuelgues, Paula, quiero hablar contigo.
—Llevamos todo el día hablando.
—Llevo todo el día hablando yo. Pero me he dado cuenta de que sé muy poco sobre ti, sobre lo que has hecho durante todos estos años.
Se hizo un largo silencio entre ellos. Paula se aclaró la garganta. Un signo de nerviosismo, pensó Pedro. Interesante. ¿Por qué se habría puesto Paula nerviosa?
—Es tarde, Pedro, quiero acostarme. ¿No podemos tener esta conversación en otro momento?
—Dime tú cuándo.
—No lo sé, te llamaré.
—No me basta, Paula. Quiero que pongamos ya una cita.
—¿Una cita?
—Una cita —contestó Pedro, sorprendido por el tono de su pregunta. ¿De verdad no querría volver a verlo?—. ¿Qué te parece que quedemos el martes a comer?
—El martes no, lo tengo ocupado —contestó rápidamente.
—El miércoles entonces.
—De acuerdo, quedamos el miércoles a comer.
—Ven a mi despacho a buscarme, podemos comer e ir a dar una vuelta por la ciudad.
—Estupendo, buenas noches —colgó el teléfono.
Pedro dejó lentamente el auricular en su lugar, preguntándose qué estaría pasando por la mente de Paula. Quizá el miércoles lo averiguara.


"Mamá me ha dicho que debo intentar hacerle preguntas sobre su trabajo y sobre otras facetas de su vida. Los hombres disfrutan hablando de si mismos. Y, además, ésa es una buena forma de imaginar cómo podría llegar a ser la vida a su lado. Si él me aburre en una cita, obviamente, lo hará mucho más durante el matrimonio. Pero no creo que Fernando pueda aburrirme nunca. Me basta oír su voz para llenarme de una felicidad que no había experimentado jamás".

Paula suspiró, dejó el diario en la mesilla y apagó la luz. La oscuridad era un amable refugio para los sueños. Y Paula sabía que soñaría con Pedro. Pero lo que ella necesitaba era olvidar lo imposible y concentrarse en hacer planes para el futuro.
Pero, por unos momentos, cedió a la tentación de soñar despierta e imaginar lo que sería compartir su vida con Pedro. Imaginó los besos que compartirían y las noches que llenarían de amor y de risas. Y siguió imaginando durante horas… ¡Ya tendría tiempo de ser realista al día siguiente!

4 comentarios:

  1. Muy buenos capítulos! lo está volviendo loco a pedro! que bueno!

    ResponderEliminar
  2. Me resulta raro que Pau no le hable sobre el trabajo que perdió.... Igual a pepe no esta matando que Pau lo evite... Jajajja me encanta la nove!

    ResponderEliminar
  3. Está buenísimo lo que está haciendo Pau a Pedro. Se va a terminar enamorando perdidamente de ella jajajaja.

    ResponderEliminar
  4. jajaja amo a esta Paula dura, asi tenemos q ser jajajaja muuuuy buenos los cap.

    ResponderEliminar