sábado, 4 de julio de 2015

Para Toda La Vida: Capítulo 5

La rueda dió una sacudida y comenzó a subir. Cerré los ojos y tomé un largo respiro. Pedro soltó otra risotada. Lo miré con odio y me sonrió tiernamente.
-Relajate Chaves.
-No puedo. - Una mano estaba aferrada a una de las barandas, mientras que la otra se apretaba a mi rodilla.
Pedro puso su mano en mi rodilla y quito mi mano que debía estar a punto de congelarse.
Sus manos, fuertes pero delicadas, refugiaron la mía dandome confianza. Cuando sus dedos se entrelazaron con los míos, dejé de estar nerviosa por las razones de antes. Ahora, era por él.
Cuando seguíamos subiendo, Pedro me dijo:
-Cierra los ojos.
-Pedro?
-Confía en mí, estoy acá. Cierra los ojos.
Aun sigo sin entender como mi cuerpo seguía sus ordenes tan descaradamente.
Cerré los ojos y me concentré en la calidez que le daba su mano a la mía. En la sensación del viento en mi cabello, en mi rostro y en el resto de mi piel, en como todos los sonidos se escuchaban mas y mas lejos. La perfecta voz de Pedro me trajo a la tierra de nuevo.
-Puedes abrirlos.
Ni siquiera supe en que momento nos detuvimos. Al principio estuve a punto de sufrir un ataque nervioso, pero Pedro apretó mas mi mano y me susurró al oído.
-Relajate.
En ese momento me concentre en todo lo demás. Estabamos a decenas de metros del suelo y todo te dejaba sin respiración. El mar estaba del azul mas oscuro. El cielo lleno de principio a fin por estrellas diminutas. La luna brillando en todo su esplendor.
A lo lejos, las luces de las casas se veían diminutas. Todo dandole un toque mas especial a este momento. Volteé mi mirada para agradecerle a Pedro haberme traído aquí y quedé aun mas shockeada.
Estaba tan cerca que me tomo por sorpresa. Pude detallar claramente los lunares que decoraban hermosamente su rostro.
Su mirada estaba perdida en la mía, y de pronto la urgencia de acortar la distancia que nos separaban me tomaron desprevenida.
De pronto, las luces de toda la feria se apagaron y las personas que estaban en la rueda ahogaron un grito.
No lo niego, entre en pánico. Comencé a llorar como una *beep* y Pedro me tomó en sus brazos.
-Calma, ya va a volver la luz. Shhhh…
Sus manos iban desde mi cabello a mi espalda y me sentí la mas tonta de todas las tontas.

Habían pasado cinco minutos desde que estabámos ahí arriba. Pedro seguía tranquilizándome. Apenas podía ver su rostro en la oscuridad. Ninguno hablaba, solo se escuchaba el sonido de nuestra respiración. En ese instante ví como Pedro se acercaba peligrosamente hacia mí. Era el peor, y el mejor momento de mi vida.
Pero en ese mismo instante, la luz volvió en todo el muelle.
Nos separamos a una distancia mas prudente y menos comprometedora, aunque su mano siguió sosteniendo la mía.
Pedro me ayudó de nuevo al bajar de la rueda y cuando subí mi mirada y lo ví,  pude notar que algo había cambiado en mí.
Los chicos nos esperaban abajo. Mónica corrió a abrazarme. Pedro hablaba con el chico que operaba la rueda, y por chismosa quise escuchar que le decía.
-Que tal salió todo? - Preguntó el chico.
-Digamos que bien.
-Que no hubo?
-No, ella no es…
No escuché mas, con eso me bastaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario