sábado, 18 de julio de 2015

La Clave Para Conquistarte: Capítulo 4

—¿Cuántos años tiene?
—Conoció a Pedro en la universidad, así que debe de tener la misma edad.
—¿Nunca ha estado casado?
—No, ¿pero qué tiene que ver? Tú y yo tampoco hemos estado casadas nunca.
—Pero todavía no hemos cumplido los treinta.
—Ya, pero los vamos a cumplir dentro de unos meses.
—El caso es que todavía somos jóvenes, y, sin embargo, Pedro ya tiene treinta y cuatro años.
—¿Y eso te parece viejo? Sólo tiene cinco años más que nosotras.
—Las dos sabemos que Pedro no tiene ningún interés en casarse —se interrumpió un momento, recordando las humillantes risas de Pedro cuando ella se había atrevido a compartir con él sus sueños de adolescente—. Y sabemos también los motivos por los que huye de cualquier compromiso. ¿Pero sabes acaso por qué Matías no ha querido comprometerse con nadie hasta ahora?
—Por Dios, Paula, ¿cómo voy a saberlo? Quizá me haya estado esperando. Pero que un hombre no se haya casado no quiere decir que no esté dispuesto a hacerlo. No todo el mundo es tan cínico como Pedro. Además, quién sabe, quizá algún día encuentre a la mujer que consiga romper sus defensas.
Paula desvió la mirada hacia la ventana. Hubo una época en la que pensaba que ella era esa mujer. Pero la vida le había ensañado a dejar de luchar contra muros inamovibles. Estaba aprendiendo a ser una mujer práctica. Miró a su prima y sonrió.
—Me alegro por tí, Leticia, ¿cuándo voy a poder conocerlo?
—Seguro que este fin de semana. Lo invitaré a cenar, para que se conozcan. Y ahora vístete deprisa. Quiero aprovechar el día.
Ya era tarde cuando Leticia dejó a Paula nuevamente en casa. La comida en el club había sido muy agradable. Paula había hablado con un par de amigas del pasado y habían hecho planes para salir. A continuación, Leticia la había llevado de compras y había insistido en que se llevara dos vestidos de verano mucho más alegres que los tristes trajes que había vestido durante los últimos siete años. Paula adoraba Nueva York, pero no le iba a costar nada acostumbrarse al ritmo de West Bend. Le gustaba la tranquilidad del lugar, una tranquilidad que encajaba perfectamente con su estado de ánimo.
—¿ Paula? —la llamó Pedro.
Paula se volvió. ¿Por qué le causaría aquel hombre tanta zozobra? Había conocido a hombres muy atractivos en Nueva York. Pero ninguno de ellos hacía que le sudaran las manos, ni provocaba serias dificultades a su respiración.
Pedro parecía recién salido del despacho. Llevaba un traje gris y una corbata… Pero estaba tan atractivo como el día anterior.
—Hola, Pedro—lo saludó con calma, intentando apaciguar las mariposas que parecían revolotear en su estómago.
—Ayer por la noche te fuiste muy rápido —comentó Pedro cuando llegó a su lado.
—Estaba cansada, acababa de hacer un largo viaje.
Pedro estiró la mano y dibujó delicadamente una de sus ojeras.
—Hoy tienes mejor aspecto, pero todavía pareces cansada. ¿Han sido muy duros los últimos meses?
—Los he tenido mejores — Pedro se había metido ya la mano en el bolsillo y ella continuaba sintiendo la impresión de su caricia. Tragó saliva, recordándose a sí misma que no tenía ningún interés en aquel hombre.
Cuando era una adolescente, había coqueteado de todas las formas posibles con él, intentando despertar su interés. Al principio era demasiado joven, su diferencia de edad hacía imposible una relación entre ellos y Pedro la trataba como si fuera su hermana pequeña. Y al crecer, Pedro había cambiado. Se había convertido en un hombre cínico y amargado.
—¿Por fin te has cansado de Nueva York?
—No sé si de Nueva York, pero, desde luego, puedo decir que estoy cansada. He venido a pasar unas vacaciones. Bueno, supongo que nos veremos por aquí —sonrió educadamente y se volvió hacia la casa. No había dado media docena de pasos cuando Pedro le dijo:
—Si necesitas algo, llámame.
Paula se volvió hacia él.
—Gracias, Pedro, pero tengo a Leticia. Y conozco este lugar.
—Hace mucho que no vienes por aquí. Las cosas han cambiado.
—No hace tanto. El año antepasado estuve aquí por Navidad —replicó Paula.
—Y habían pasado ya dos años desde la última vez que habías estado —dio un paso hacia ella, como si quisiera acortar la distancia que los separaba.
Paula sonrió involuntariamente. Aquello parecía un interrogatorio.
—Si, es cierto. Bueno, tengo que irme Pedro. Todavía no he deshecho el equipaje. Adiós —se volvió y corrió hacia la casa.
Pedro observó a Paula mientras ella subía los escalones del porche. Se quedó mirándola fijamente durante unos segundos. Algo andaba mal. No conseguía averiguar lo que era, pero lo sentía.
Y de pronto se dió cuenta de lo que era, comprendió lo que había cambiado: Paula ya no intentaba coquetear con él. Desde que la conocía, Paula siempre había estado revoloteando a su alrededor, intentando llamar su atención. Cuando era adolescente, hacía todo lo que podía para intentar mostrarle su recién descubierta feminidad. E incluso cuando estaba en la universidad parecía andar detrás de él. Hacía años que no la veía. ¿Dónde habría estado él durante las antepasadas navidades?

4 comentarios:

  1. Muy buen comienzo! Ahora que Paula no muestra interés él se preocupa!? Hombres!

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  2. Me encanta q no le de mucha bola, así Pedro se va a interesar en ella jajajajaja.

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  3. guuuaaaauuu m encanche con tu nove Naty ... ahora q estoy de vacas y cuando tengo un poco de horas libres d descanzo m pongo al dia con tus noves. Lo Prometo

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  4. Grnial !! Me encanta esta novee!

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