Tres meses después de la fiesta, el teléfono sonó. Era un sábado de mayo, avanzada la tarde. Paula, pálida y delgada, contestó.
—¿Sí?
—¿Pau? —se escuchaba duda en la voz de Pablo—¿Eres tú?
—Sí, soy yo.
—Te escuchas deprimida, amor. ¿Sucede algo malo? —quiso saber Pablo.
Paula hizo un esfuerzo para que su voz se escuchara normal.
—No, de ninguna manera —aseguró —. ¿Por qué? —no tenía la intención de descargar su alma con Pablo.
—Por nada. Es sólo que te escuché rara. ¿Está Juan?
—Lo lamento. Salió durante el fin de semana con unos amigos. Fueron al Hunter Valley.
—Esperaba que pudiera venir a mi galería esta noche. Algunos artistas prometedores exhiben piezas seleccionadas, que pueden indicar lo que el público espera en años por venir.
—Es un poco tarde para hacer una invitación, ¿No lo crees? —preguntó Paula.
—Sí, pero no supe, hasta hace una hora, que Pedro quería exhibir algo, y pensé que tu tío se interesaría en hacer una crítica en su artículo. La última vez, le gustó mucho el trabajo de él. No te preocupes, es probable que eso no importe a la larga. Por la manera como actúa en este momento, tal vez no haya muchas obras suyas sobre las cuales escribir.
—¡Oh! —exclamó Paula—. ¿Por qué? —trató de no demostrar demasiado interés. Su corazón latió con fuerza al escuchar el nombre de Pedro, y de inmediato se preocupó al escuchar el tono de voz de Pablo.
—Supongo que las cosas no salieron bien entre tú y nuestro temperamental artista —comentó Pablo.
—No, no salieron bien. ¿Qué quieres decir con eso de temperamental?
Pensaba que ahora que Pedro puede ver de nuevo, estaría demasiado ocupado para ser temperamental.
—Sí, yo también lo hubiera pensado —respondió Pablo y suspiró—. Parece que ese no es el caso. Ese hombre que vive con él, me dijo que ha tenido problemas para concentrarse en el trabajo. No duerme bien, y por lo general, se siente muy miserable.
Paula pensó que ella también se sentía de esa manera. Si Pedro estaba tan intranquilo, ¿No sería posible que fuera por ella, debida a que no pudo olvidarla, así como ella no lo olvidó?
—¿Cuál es la escultura que quiere exhibir Pedro? —preguntó Paula, con el corazón en la boca.
—Tengo que decirte, Pau, que es lo más fantástico que ha hecho. Parecen las olas del mar antes de romper en la playa, parece tener movimiento y un poder amenazador. No puedes dejar de imaginar que en cualquier segundo las olas cobrarán vida.
—¿Cómo... se llama? —inquirió Paula.
Pablo emitió un sonido de impaciencia.
—Nada.
—¿Nada? —Paula sentía que la tensión aumentaba en su pecho.
—Sí —insistió Pablo—. La etiquetó "trabajo sin nombre". Te digo, Pau, que se ha convertido en un hombre muy difícil. Su apariencia puede haber mejorado, mas no su manera de ser. Estuvo a punto de arrancarme la cabeza cuando intenté presionarlo para que le pusiera un nombre.
—¿Pedro estará hoy en la galería? —quiso saber Paula.
—Bueno, sí, pero...
—¿Te importaría si voy yo en lugar de mi tío? Podría darle un informe sobre la exposición.
—Sí, por supuesto, pero.
—¿A qué hora? —preguntó Paula de inmediato.
—Oh, a cualquier hora, después de las ocho.
—Entonces, te veré después —indicó Paula y colgó.
Pablo frunció el ceño ante el auricular, y deseó que Paula no se hubiera precipitado de esa manera. Quería decirle que Pedro no iría solo esa noche, que llevaría a Virginia. Encogió los hombros. Si Paula quería hacer un mal papel, ¿Quién era él para detenerla?
Paula tomó un taxi para ir a la galería. No porque en realidad le sobrara el dinero para pagarlo, sino porque le prometió a Juan que nunca usaría el transporte público por la noche, en particular, en sábado. La galería de Pablo se encontraba en plena ciudad, cerca de Rocks. Era tan pretenciosa y sin gusto como él, con puertas giratorias de cristal, columnas de mármol a intervalos regulares, y sin ningún indicio del estilo o cultura australianos. No obstante, se llamaba Australiana Gallery. Pablo conocía a toda la gente indicada, y le iba muy bien, al igual que a los artistas que tenían la suerte de exhibir allí.
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