jueves, 24 de agosto de 2017

Guerra De Amor: Capítulo 16

Pedro estaba acostumbrado a pasar mucho tiempo al aire libre. Los deportes eran la única cosa constante en su vida. Le gustaba hacer ejercicio. Paula lo miró sorprendida cuando salió de la autopista y aparcó en un parque solitario.

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó ella.

—Vamos a dar un paseo por la nieve poniéndonos estas raquetas. Hay un camino agradable aquí cerca.

—Nunca lo he hecho, ¿Es difícil?

—No, es relajante y tranquilo.

Ella había estado trabajando toda la noche y Pedro quería hacérselo pasar bien. Con la luz de la luna y la de la linterna que llevaban, podrían iluminarse. Salió del coche y le indicó que se quedara dentro mientras él preparaba el equipo.

—¿Quieres un chocolate caliente?

—Sí, gracias.

Sacó un termo y llenó dos tazas. Ella le sonrió y enseguida desvió la mirada. Estaba nerviosa y él se había dado cuenta.

—Por la buena vida y por la felicidad —dijo Paula rápidamente, a modo de brindis.

Él acercó su taza a la de ella sin dejar de mirarla a los ojos. Tenía los ojos más expresivos que jamás había visto. Debería advertirle que su mirada revelaba sus secretos para que ningún hombre pudiera aprovecharse de ello. Sabía que tenerla a su lado iba a ser peligroso, mucho más que conducir a mil por hora. Se giró y tomó un largo trago de chocolate. No sabía cómo, pero Paula se había hecho con el control de la situación y tenía que hacer lo posible por recuperarlo.

—He hecho sopa para tomarla después.

—¿De ésas que vienen en lata? —dijo ella sonriendo—. Todo el mundo sabe que los hombres no cocinan.

—Nunca me tomaría una sopa de lata.

—¿La has comprado en algún restaurante?

—No.

—Entonces...

 —¿Qué? —preguntó él sacando el equipo y preparando los bastones que iban a usar.

—¿La has cocinado tú? —dijo ella.  Él asintió. No quería hablar de eso, pero lo cierto era que le gustaba cocinar—. ¿Dónde aprendiste a cocinar? ¿Te enseñó tu madre?

—No, hice un curso —respondió él mientras le entregaba un par de raquetas para la nieve.

A continuación le explicó cómo colocárselas y le dió unas breves nociones de cómo caminar con ellas.

—¿Por qué? —preguntó Lauren con curiosidad.

Pedro sabía por experiencia que no había que hablar de las mujeres que formaban parte de su pasado y solía recurrir a alguna estúpida excusa. Pero con Paula , las cosas eran diferentes.

—Porque quería aprender.

—Ah, entiendo. ¿Se trataba de una rubia, una morena o quizá era pelirroja?

—Era rubia —dijo él poniéndose las raquetas y alejándose del coche.

Paula se rió con ganas y Pedro se detuvo para observarla. Aquella risa le hizo desear terminar con aquellos juegos de seducción. La deseaba. Después, ya tendrían tiempo de conocerse mejor.

—Sé que parece una tontería, pero me gustaron mucho las clases de cocina. De hecho, duraron más tiempo que mi relación con aquella mujer.

—Eso espero, porque ahora estás conmigo. A menos que hayas decidido formar un harén.

—Eso me traería muchos problemas. Agradar a las mujeres, requiere mucha energía.

—Yo no soy así, no necesito muchas cosas. Con poco me conformo.

 —¿De veras?

 Ella se detuvo y jugueteó con su collar, haciéndolo brillar bajo la luz de la luna.

—Yo nunca te hubiera pedido que fueras a clases de cocina conmigo. Prefiero que los hombres elijan sus propios entretenimientos.

Pedro se detuvo también. Paula parecía una mujer muy segura en todas las situaciones. Sabía que había algo importante detrás de todo lo que estaba diciendo, pero no sabía lo que era.

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